LOS ÁNGELES. Un 53% de los espectadores reconoce ver sus programas preferidos en "streaming" (emisión en directo), a su ritmo, sin estar pendiente de la hora de emisión oficial de ese contenido en un canal de cable, porcentaje que contrasta con el 45% que sigue declarándose fiel a la retransmisión de toda la vida.

Este cambio se está produciendo a una velocidad trepidante, en consonancia con la revolución tecnológica de los dispositivos móviles.

En 2011, solo un 17% de la población tenía interés en ver la tele por internet, según la edición de 2012 de ese sondeo ("Digital Democracy Survey") de Deloitte.

No solo ha variado la forma de acceso al contenido, también la exposición al mismo.

Un 64% de los estadounidenses admite haberse dado un atracón de capítulos de una serie en 2014, una cifra que es superior a un 80% en el caso de la audiencia más joven (14 a 31 años).

Este panorama supone una amenaza a la posición dominante de los proveedores de televisión por cable y satélite que ven cómo empresas como Netflix, Hulu y Amazon, entre otras, están creciendo hasta hacer innecesario suscribirse al cable.

Durante años, las gigantes de las telecomunicaciones como Comcast, Time Warner o Dish Network, han establecido un régimen de paquetes de visionado con tarifas destinadas a hacer atractivo contratar televisión, internet y teléfono doméstico y cuyo precio medio, según NDP Group, ronda los 90 dólares mensuales.

Datos de Nielsen revelaron que en 2014, los hogares estadounidenses tenían acceso a una media de 189 canales, un 46% más que en 2008, de los que el espectador solo ve una media de 17 e igual que en 2008, mientras que las tarifas han subido por encima de un 6% anual, según la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC).

Es decir, el consumidor está pagando más por tener más oferta de canales que no le interesan, una ineficacia de mercado que se sustenta por la falta de competencia, ya que existen monopolios regionales.

Las encuestas indican, no obstante, que los estadounidenses son aún reacios a cortar con la televisión por cable (solo un 13% afirma carecer de ese servicio), pero la idea empieza a calar.

Un 38% dice estar pensando en replantearse su contrato, ponerle fin o haber dado ya el paso.

"Hay más de 10 millones de hogares en EEUU que tienen solo banda ancha (no contratan televisión por cable pero sí internet)", dijo el consejero delegado de HBO, Richard Plepler, en una reciente entrevista con la cadena CNN en la que reconoció que se trataba de una audiencia demasiado grande como para ignorarla.

HBO, canal de referencia de programación de calidad, existía hasta este mes de abril únicamente a través del cable y el satélite y como un producto con coste extra para el espectador.

Ahora, a través de Apple TV, existe HBO Now, plataforma que cualquiera puede contratar, como ocurre con Netflix.

Los proveedores de cable no dan la batalla por perdida y se esfuerzan en retener clientes a base de nuevas ofertas y mayor flexibilidad.

Esta semana, Verizon presentó "Custom TV", un plan que trocea la oferta de programas en unidades más pequeñas para que el usuario contrate las que necesite, mientras que Dish Network lanzó en febrero Sling TV, una plataforma de televisión digital por 20 dólares al mes.

Esa grandes compañías tienen, no obstante, un as en la manga que continuará situándolas en un futuro en el centro del negocio audiovisual: son las principales suministradoras de acceso a internet de banda ancha.

La reciente aprobación por parte de FCC de la regulación de neutralidad en la red impulsada desde la Casa Blanca trata de impedir que se los proveedores puedan manipular la velocidad de conexión, lo que perjudicaría a la transmisión de series y películas en "streaming".

Esas empresas pueden subir sus tarifas de conexión hasta el punto de que compense acogerse a una oferta que incluya el paquete de televisión o poner en pie tarifas por consumo de gigabits, como hace el sector de la telefonía móvil.

Comcast ya está experimentando en ese sentido.