un paseo: Santurtzi-Portugalete, con el agua del mar y de la ría como telón de fondo; compra de verduras y fruta del país en un puesto de la plaza de aldeanas de la villa jarrillera y un café en la terraza de un céntrico hotel son un placer en un día con una mañana que reluce al sol. Javier Vizcaíno es un habitual de esta ruta, sobre todo desde que ha cambiado el sedentarismo por el caminar una media de siete kilómetros diarios, ha dejado de lado la cafeína y la nicotina y se cuida, sin volverse loco, a la hora de comer. Un percance de salud le hizo replantearse a finales de 2014 sus hábitos.
“Ahora funciono sin cafeína y sin nicotina. Pensaba que me iba a costar más dejar de fumar -lleva cuatro meses sin tocar un cigarro-, pero lo llevo bien, veremos”. Si alguien enciende un cigarro a su lado no le da la charla típica sobre los beneficios de dejar fumar: “Me gusta, aspiro el humo. En casa era el único que fumaba, ahora mi mujer me quiere más”, dice con una sonrisa, aunque reconoce que la tentación siempre está ahí. Él resiste y se resigna ante un cortado descafeinado
Hombre de radio, de estar al día en la información, de sacar punta a todos los lápices y de conseguir que sus oyentes se queden enganchados a la emisora robando tiempo al sueño, utiliza las mañanas para andar: “Generalmente, voy de Santurtzi a Portu por sus innumerables rutas, no solo por la que se asoma a la ría. En ocasiones, aunque pocas, me acerco hasta Zierbena”, comenta que se ha comprado un reloj que le cronometra los recorridos: “Tengo alma de contable y me gusta contabilizar todo, hago siete kilómetros al día”.
sin locuras Recuerda cómo cambió algunos hábitos tras haber pasado una semana en el hospital y hacer caso al especialista que le aconsejó “aprovechar esta segunda oportunidad”. La conversación discurre sobre ciertos placeres prohibidos o desaconsejados y algunos a los que no va a renunciar, por ejemplo el marianito, uno solo, como siempre, de los domingos: “Lo eché de menos cuando estuve ingresado y llegó el domingo”, asegura riéndose mientras nos dirigimos a la plaza de Portugalete para que haga sus compras en los puestos de las aldeanas.
“Me cuido pero sin locuras, quizá lo peor es en las comidas, pero es más por los horarios del trabajo, cuando llego a casa ha pasado la medianoche y a esa hora me comería...”, comento el presentador de Gabon, el programa nocturno de Onda Vasca.
Después de mirar varios puestos, elige uno para comprar unos tomates del país y manzanas de temporada. Vizcaíno va apuntando con el dedo la mercancía que más le gusta: “No vengo siempre que hay plaza de aldeanas, pero sí me coincide con el paseo sí. Suelo comprar siempre verduras, el tomate me encanta, lo mismo que lo verde”.
momento descafeinado La conversación con Javier Vizcaíno está fuera del contexto habitual de la radio y de la actualidad. Él mismo reconoce que ha aprendido a desconectar en momentos concretos, por ejemplo en las vacaciones: “Es algo que llevo haciéndolo hace ya años, antes era imposible, estaba pegado a lo que ocurría durante todo el mes de vacaciones; eso, ahora no. Lo que sí mantengo es la tensión cuando entro en el estudio, ahí no voy relajado; pero me pasa lo mismo cuando escribo la columna para los diarios, siempre hay tensión; es una tensión controlable, no es la que te paraliza. Envidio a la gente que entra a la radio con esa pachorra; yo no, estoy esperando como el jugador de tenis esperando por dónde me va a venir la pelota”.
Como a toda persona relacionada con el mundo de los medios de comunicación le afectan los periodos electorales y este año hay dos en Euskadi: “Es un estrés bastante controlable. ¿Cuántos periodos electorales llevamos? Muchos, ¿no? Todos son entretenidos e interesantes. No te afecta, salvo que haya una revolución y hasta a las revoluciones nos acostumbramos”.
Después del paseo y la compra, es hora del café en una terraza de un hotel portugalujo; un café que él toma descafeinado: “Yo era de café, café, pero esta es una de las cosas que me dijeron que tenía que dejar y la he dejado”. Reconoce que se acuesta tarde, nunca antes de las dos o dos y media de la madrugada: “Cuando llego de la radio estoy con toda la adrenalina y es imposible irme a la cama”, se sigue viendo como un ave nocturna, aunque no tanto como años atrás.
El café sin cafeína se mezcla con el fútbol, inevitablemente con el Athletic y la final de Copa. “Me estoy quitando, no del todo, pero mucho sí; sufro mucho menos con las derrotas y relativizo las victorias. Ahora me lo tomó con mucha tranquilidad, qué pierde, pues no me gusta, pero no me cabreo como hace veinte años. No voy a ir a la final, me da una inmensa pereza y la seguiré dónde esté en ese momento”. Comenta que tiene cantidad de amigos y conocidos que se vuelven locos: “Llevan días pensando dónde va a ser o cómo van a ir. Quiero que gane el Athletic, pero si no lo hace, no me voy a llevar el disgusto de mi vida. Hace veinte años si que me cabreaba”. El paseo ha terminado y comienza el regreso a casa.