HAY programas que cuando uno ve el original se da cuenta de que todo es un copia. Top Cheff es uno de ellos. Es difícil creerte ninguna de las frases que los cocineros vigilantes dedican a los concursantes. Sobre todo porque más parece que las estén leyendo que otra cosa. Y suele ser así. Sucede también con otros como Esta casa es una ruina, copias de un original americano en las que uno se da cuenta de que todos calcan los mismos estereotipos. Son programas en los que hasta la improvisación cumple un papel secundario respecto al guión principal. Esta tele de supermercado no tiene nada que ver con otras propuestas más artesanales. Y estoy pensando en El conciertazo como homenaje al fallecido Fernando Argenta. Un gran tipo capaz de hacer llevaderos las tardes de la radio con sus Clásicos populares durante más de dos décadas y que introdujo la risa en los conciertos de música clásica para televisión. Fernando Argenta hizo popular lo que otros hubiéramos convertido en un coñazo elitista. Pero ojo, porque para convertirlo no buscó el gesto chabacano, ni le levantó el dedo a los tenores y sopranos. Fernando Argenta se apoyó en la música clásica para educar al público infantil cuando éste pensaba que vivía una fiesta. Una apuesta por hacer un mundo más sensible en medio de una sociedad empeñada en convertirnos en compradores impulsivos. Su estilo inolvidable, que mezclaba el humor con el rigor, debería ser un camino a seguir. Pero mucho me temo que no. El camino que se está siguiendo es el de eludir las artes. Apostar por el negocio de la música no por su calidad, olvidarse de la danza o el teatro a no ser que sea para crear sainetes o astracanadas tipo La que se avecina que se ha convertido en una de las grandes series de televisión a falta de oponentes de más enjundia. El negocio de la tele necesita más Argentas y menos Morenos.