Vitoria. Le gustan las producciones de época y cree que la televisión no está abusando de este género. Pero le gustaría más que se destripara la historia y se pusiera sobre la mesa algo más que las verdades oficiales. En La conspiración, da vida al capitán Vicario, un oficial plegado a los deseos del general Mola. Por él siente "curiosidad y tirria", aunque prefiere no enjuiciar a los personajes que interpreta. No es la primera vez que trabaja a las ordenes de Pedro Olea, de niño participó en Akelarre y más tarde en Morirás en Chafarinas. Vestido de uniforme se ha sentido como "Chaplin en El Gran Dictador", comenta.

¿Cómo es el papel que interpreta en 'La conspiración'?

Interpreto a Vicario, el capitán Vicario, un subordinado disciplinado y obediente del general Mola.

¿Qué papel juega Mola?

Es la mano que mueve los hilos, el gran conspirador que junto a otros fascistas organizó el golpe de Estado que acabó con la Segunda República.

¿Desde qué perspectiva se enfoca la película?

Supongo que la objetividad es imposible, más aún cuando se habla de acontecimientos y personajes históricos. Por tanto, es una interpretación, muy rigurosa, de los acontecimientos que condujeron al golpe militar que provocó la Guerra Civil.

¿Cómo se siente usted vestido de uniforme?

¡Y no te olvides del bigote, ja ja ja! Como Charles Chaplin en El Gran Dictador. Me causo bastante risa. Y un poquillo de miedo, la verdad.

¿Conocía la historia de Mola antes de la película?

Solo a grandes rasgos. Por ejemplo, no tenía ni idea de que el golpe se había pergeñado en Pamplona, que en esta tierra tan querida se gestó el desastre que conduciría a una guerra fratricida. Venció la cerrazón, la fuerza bruta. Pobre Iruña, cruce de caminos, de ideologías. Yo la amo y la detesto a la vez. Bueno, la amo mucho más que la detesto. Por eso, duele más.

¿Cómo se ha sentido en la época en la que se centra la historia?

Es una época que me hace pensar en mis abuelos, en lo que pudo haber sido y no fue. Aquella República que no toleraron personas como Mola, Vicario y otros, pudo ser algo bello, pero terminó a cañonazos. Y aún no nos hemos recuperado.

Han pasado más de siete décadas y las heridas de la Guerra Civil siguen abiertas, ¿cree que es posible que se cierren?

No, mientras no exista la voluntad política para que ocurra. Quedan muchas zanjas sin abrir. Dependerá de lo profundo que escarbemos. No me gustan los cuentos de buenos y malos. Y los cadáveres no entienden de colores. Es necesario perdonar, pero para poder hacerlo hay que conocer la verdad, airearla. Y por lo que se ve, la sombra del franquismo es muy, muy alargada. No hay más que ver lo que está ocurriendo con Garzón. No es que sea santo de mi devoción precisamente, pero las razones por las que lo han sentado en el banquillo son increíbles. Y, dicho sea de paso, si lo juzgan con la misma vara con la que él juzgó a los dirigentes de Egin, por poner un ejemplo, lo tendrá muy negro. Pero lo dudo.

¿Qué siente por su personaje?

Una mezcla entre curiosidad y tirria. Procuro no juzgar a los personajes que interpreto, imaginármelos en sus momentos de debilidad, con sus querencias, anhelos y fobias. Quizás Vicario era un buen amigo de sus amigos, un buen padre. Si pudiera viajar en el tiempo para hablar con él, trataría de explicarle la tragedia humana que estaba a punto de provocar. Aunque dudo que me hubiera escuchado. Más bien, me habría pasado por las armas, supongo. Uf, qué mal rollo.

¿Le gustan los trabajos de época?

Me encantan; solo enfundarte un traje de época te dispara la imaginación, te invita a jugar, que es la esencia de actuar.

¿Cree que la televisión está abusando de la historia?

Bueno, cuando un modelo funciona, lo lógico es que se explote. De lo que se abusa más bien es de las fórmulas. La mayoría es una porquería, la verdad. Ojalá se realizaran proyectos que revisaran nuestra historia desde un enfoque distinto al oficial. Criticamos mucho a los estadounidenses, pero en su cine ellos no han tenido reparos en ponerse a bajar de un burro con una dureza sorprendente, por ejemplo con la guerra de Vietnam. También en el Reino Unido ha habido películas muy críticas con su propios Gobierno. No creo que la televisión abuse de la historia. Más bien, lo que haría falta sería tomar el bisturí y destriparla, dejarla con las vergüenzas al aire. Nuestro pasado está repleto de acontecimientos que apestan, así que material no falta precisamente.

¿Qué tal le ha ido a las ordenes de Pedro Olea?

Muy bien. Ya había trabajado con él anteriormente de pequeño, en Akelarre, y más tarde en Morirás en Chafarinas, o sea que ha sido como jugar en casa. Le agradezco mucho la confianza, el respeto y el saber hacer con el que se ha comportado tras la cámara.

¿Está de acuerdo con el revisionismo histórico?

Hasta sus últimas consecuencias. Pero no solo de la Guerra Civil, si no de la historia reciente también. Y del presente, sobre todo del presente. Hay que revisar y cuestionarse las versiones oficiales. Yo nací justo antes de eso que algunos denominan como una transición modélica. Sin embargo, desde mi infancia he vivido acontecimientos que tienen muy poco de democráticos. Creo que hoy existe una nueva forma de censura, más efectiva si cabe que la tradicional: la omisión. Lo que no aparece en los medios, no ha ocurrido, y por tanto, no existe.

¿Qué proyectos tiene entre manos?

En este momento, soy un actor en el puro y duro paro. Pero espero subirme pronto a un escenario, ha pasado un año desde la última vez y tengo mono.

Tiene también proyectos de dirección, ¿cómo van?

En pleno proceso. Estoy realizando, junto a mi hermana Amaia, un largometraje documental. Es una reflexión sobre la amistad, con el conflicto vasco como telón de fondo. Esperamos estrenarlo a lo largo de este año. Y también he escrito otro cortometraje que quiero dirigir.

¿Qué añora de su tierra viviendo en Madrid?

A mi familia, a los amigos de toda la vida, los montes, las calles de Donosti e Iruña, poder decir eskerrik asko al comprar el pan, las albóndigas de mi abuela... ¡Tantas cosas! Si me pongo a hacer una lista, nos dan las uvas. De todas maneras, voy a menudo, y además Madrid me acogió muy bien. Es una ciudad muy viva, a veces demasiado bulliciosa, pero me encanta.

¿Qué personaje le gustaría interpretar?

Desde los tiempos de la escuela de interpretación me fascina Romeo y Julieta. Para hacer de Romeo ya estoy mayor, y para Julieta también, y además tendría que afeitarme el bigote. Pero me queda todo Shakespeare por delante. Digamos que, con un poco de betún... ¿Otelo?

¿Qué personaje de los que ha interpretado le ha calado más?

¿El que más? No lo sé... Pero ya que estábamos con Shakespeare, si me lo permites me despediré con dos frases suyas que creo que vienen al pelo de lo que hemos hablado: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos", y "El pasado es un prólogo".