vitoria. Asegura que esta etapa en Pekín ha pasado rápido. Poco a poco va aprendiendo "un kit de supervivencia" para hacerse entender en mandarín, pero está enormemente agradecido a su traductora.

¡Un año en China y la mayor noticia le llevó a Japón!

Nadie se podía imaginar algo así. Además de por los miles de muertos, por las implicaciones sobre la salud y el medio ambiente que la crisis de Fukushima ha tenido y tendrá, la noticia ha quedado en la retina de todos como una de las más dramáticas de los últimos años. Da un poco de rabia ver que ahora mismo interesa más bien poco lo que ocurre en la central, qué está ocurriendo con la radiación emitida, qué pasa con las personas que viven dentro del perímetro de evacuación o cómo la fuga de agua contaminada afecta al mar o a los alimentos.

Falta poco para el aniversario...

Dentro de poco más de un mes, todos volveremos a hablar de Fukushima y del tsunami durante unos días. Pero mientras, parece que todo está en su sitio, con la central "en condiciones de parada fría" según Tepco, y no creo que sea así. Todos hemos visto con Chernobil que las consecuencias de este tipo de accidentes llegan muy lejos, en el mapa y en el tiempo, pero parece que Fukushima solo es un problema que afecta en 20 kilómetros a la redonda y a 10.000, 20.000 u 80.000 vecinos. Me resisto a creer eso. Para mí, si algo ha quedado demostrado es que los lobbys nucleares saben gestionar muy bien la información.

¿Cuántas veces fue a Japón?

Dos. La primera fue 24 horas después del tsunami y durante una semana. Fueron días de querer y no poder, querer contar lo que pasaba en la costa norte con los efectos del tsunami y lo que estaba ocurriendo en la central de Fukushima. Estábamos en Tokio y las primeras 48 horas nos fue imposible encontrar un solo tren, un solo coche de alquiler que nos quisiese llevar hasta Iwate, al norte. Solo conseguimos viajar al este de Tokio, a unos 200 kilómetros de donde la ola pegó con más fuerza. Incluso allí todo estaba destrozado. Creo que fue la primera vez que nos dimos cuenta de qué magnitud había tenido aquello.

Pero la crisis nuclear hizo cambiar el enfoque...

Sí, el tema nuclear absorbió toda la atención. Nadie sabía qué estaba ocurriendo a ciencia cierta. Primero se negó que los núcleos de los reactores estuviesen dañados, luego se admitió una fusión parcial en alguno. Finalmente se ha reconocido que casi desde el minuto uno el núcleo de los reactores había sufrido daños graves. Otro tanto pasó con los niveles de radiación. El perímetro de seguridad aumentaba un poco cada día. Se hablaba de que si el viento de norte a sur llevaba los isótopos radiactivos hacia Tokio, el área metropolitana más poblada del mundo, sería imposible evacuarla. Profesionalmente fue muy frustrante no poder movernos, acercarnos hasta la noticia. Personalmente fueron días de tensión. Al final decidimos volver a Pekín y seguir desde allí la información que el Gobierno japonés y Tepco filtraban con cuentagotas.

Pero regresó enseguida...

Una semana más tarde. Esa vez sí, las carreteras estaban ya reconstruidas parcialmente, pudimos contratar una furgoneta y desplazarnos hasta Morioka, la capital de Iwate, para hacer varios reportajes sobre con los afectados por la ola gigante. En Adachi, a 60 kilómetros de la central, entrevistamos a agricultores y ganaderos desesperados porque no podían vender su leche y verduras. En Morioka vivimos una de las réplicas más fuertes que hubo, un temblor de 7 grados que dejó la ciudad a oscuras varias horas. Nos pilló cenando y acabamos todos los clientes debajo de las mesas con luz de velas.

A la hora de trabajar, ¿impresiona mucho pensar que es la noticia de la que está pendiente el mundo?

No hay tiempo para eso: te llaman de la radio y tienes que preparar el reportaje para ese día. Tienes que encontrar un traductor o el hotel donde dormir. Te preocupa encontrar el punto de directo, llegar a tiempo, encontrar un coche que te quiera llevar a la zona destruida. Te preocupa qué puede estar pasando en la central y si estás demasiado lejos o demasiado cerca. Y cuando te queda un hueco libre, ya en el hotel, te preocupa lo que estarán pensando en casa. Estando allí la magnitud de la tragedia solo la intuyes por los dramas personales que ves a tu alrededor, pero el gran cuadro del horror que fue aquello solo lo percibes una vez estás fuera y con la perspectiva del tiempo.

¿Ha viajado dentro de China?

Hemos estado en la provincia más septentrional, en Heilongjiang, haciendo reportajes sobre el manchú y los rastros de la guerra chino-japonesa. Cerca de Pekín visitamos Tianjing, donde está el Instituto de Máquina Herramienta; y en el sur hemos estado en Shanghai en ferias comerciales. También viajamos a la provincia de Guangdong, a las ciudades de Shenzhen y Hong Kong, para varios temas sobre las condiciones de los trabajadores en las fábricas que montan nuestros aparatos tecnológicos. ¡Ah, y acabamos de venir de Sichuan!, del principal centro de cría en cautividad de osos panda del mundo y el valle tibetano de Jiuzhai.

¿Es muy diferente la vida en Pekín o Shanghai y en el resto del país?

No tiene nada que ver. En Pekín o Shanghai si quieres puedes vivir como en Barcelona, París o Nueva York. En gran medida son ya metrópolis globalizadas, donde las grandes diferencias y las particularidades sobreviven entre las clases más desfavorecidas pero donde la clase media y la elite se mueven ya por valores y referentes muy familiares para nosotros. El resto de China son mil realidades distintas cada una. Hablamos de un Estado de dimensiones continentales. Las diferencias entre alguien de Heilongjiang y alguien de Hainan son tantas como las que hay entre un malagueño y un sueco de Malmö.

¿Ha estado en otros países?

En Camboya. Hicimos una serie de reportajes sobre la lucha contra la pederastia y el llamado Juicio número 2, el que sienta ahora en el banquillo, 40 años después, a los principales líderes de los Jemeres Rojos que quedan vivos. Nosotros somos más bien pequeñitos y Asia es muy grande, pero creo que es más necesario que nunca ver de cerca lo que está pasando en esta parte del mundo.

¿El trabajo ha sido más fácil de lo que imaginaba?

Este año he disfrutado de mi trabajo como hace mucho que no lo hacía. Eso sí, trabajar en China, con las trabas que existen para acceder a las fuentes oficiales o a los temas más sensibles, añadiendo que no puedes desenvolverte libremente a causa del idioma, a veces es un poco frustrante. Por eso cuando he salido fuera -o cuando puedes manejar las entrevistas en inglés (como nos pasó en Camboya)- es todo un alivio. Creo que China genera una relación de amor-odio con los periodistas muy intensa. A algunos tanta intensidad les hace salir corriendo al cabo de un par de años y otros se quedan enganchados toda la vida. Yo sigo aclimatándome.

¿Se ha acostumbrado a trabajar con traductor?

Me gustaría aprovechar para ensalzar el trabajo de estas personas. Por lo general son locales, gente joven, en muchos casos sin tarjeta de residente en Pekín y que están expuestos a las presiones de la policía o los gobiernos locales. En mi caso, quiero agradecer el trabajo de PuLi, nuestra asistente, traductora, productora esporádica y qué se yo cuantas cosas más, que ha trabajado con ETB cuatro años y emprende ahora una nueva etapa en Europa.

¿Qué tal van las clases de chino?

Con los vecinos hablo gracias a que ellos chapurrean más inglés que yo mandarín. Mi nivel sigue siendo muy muy básico. Funciono con un kit de supervivencia mínimo, con un vocabulario reducidísimo que me sirve para el día a día.

¿Cuál es el reportaje que más le ha impresionado en China?

Una entrevista con un grupo de mujeres. La mayoría de mediana edad, amas de casa, profesionales de distintos ámbitos, abuelas, que se presentaban cada una por separado a las elecciones locales de sus distritos pero que se habían juntado para apoyarse mutuamente. Una vez por semana se reunían y visitaban el barrio de una de ellas para hacer campaña. Siempre tenían a la policía detrás y cada semana, sin excepción, les impedían salir a la calle y hablar con los vecinos. Alguna contó que la cosa había mejorado.

¿Ha visto algún cambio en el país?

China lleva 30 años cambiando a una velocidad nunca vista antes. China ha pillado por sorpresa a Occidente, pero creo que ahora mismo se está sorprendiendo a sí misma. Hay epidosdios como la exigencia de transparencia en el accidente de tren de Wenzhou, el levantamiento de todo un pueblo contra el gobierno local en Wukan. Algo está cambiando, aunque nadie sabe en qué dirección.