Vitoria. A Teresa Viejo le cuesta creer aún que su primera novela, La memoria del agua, vaya a convertirse en una miniserie de TVE. Ha estado en el rodaje y ha visto los guiones, pero tiene que pellizcarse para constatar que su obra va a ser adaptada a formato audiovisual y no es un sueño. Cuando descubrió la ruinas del balneario La Isabela en Guadalajara le interesó la parte periodística de la historia. Se sintió atrapada por el pasado y decidió dar rienda suelta a su imaginación y moldear a su manera a los personajes de su libro.
¿Qué siente al ver que su libro está a punto de convertirse en una serie de televisión?
Podría decir que es un sueño hecho realidad, pero ni siquiera soñaba con ello, ni en mis primera elucubraciones me lo hubiera imaginado. Fíjate las novelas que se publican y las adaptaciones se cuentan con los dedos de la mano, así que es algo tan mágico que me tengo que pellizcar.
¿Cómo surge su primera novela 'La memoria del agua'?
De la propia realidad, me encontré con la historia hace tres años, en las ruinas de lo que fue un balneario. Por pura curiosidad periodística me puse a investigar qué se escondía allí. Lo primero que hice con lo que descubrí fue un trabajo periodístico y preparé un documental, que también me ha dado muchas satisfacciones. Después, de una forma natural fue creciendo en mí la necesidad de contar una novela, fue como un regalo.
¿Le resultó algo más fácil escribir la novela por el hecho de ser periodista?
Para nada, son dos lenguajes distintos. Es una manera totalmente diferente de acercarte a la historia. Incluso, en algunos momentos, fue castrante para mí ser periodista.
¿Castrante?
Sí, porque el dato me tiranizaba. La necesidad de contrastar, de verificar, era algo que cercenaba mi capacidad narrativa y, sobre todo, mi capacidad de crear e imaginar. Ser periodista es alienante en algunos casos, sobre todo cuando quieres contar historias y ser libre para hacerlo.
Hay autores que se quejan cuando ven la adaptación de una de sus obras. ¿Cómo la ve usted?
No puedo más que dar las gracias a todo el mundo que se ha involucrado en este proceso. A los que se fijaron en mi novela y vieron una posible adaptación no puedo más que darles las gracias. Hay una total colaboración por parte de todo el equipo; me han pasado los guiones, me han pedido sugerencias, hemos analizado el casting… Ha habido una complejidad tan grande que cuando he llegado al rodaje y lo he visto solo he podido decir: Vale esto es lo que he imaginado mil veces. Han captado perfectamente lo que quería contar.
Además de escribir esta novela, es una profesional de la televisión. ¿Cómo ve un medio tan criticado y cuestionado en estos momentos?
No se puede definir con dos titulares un escenario que está, no diría en evolución, en involución de muchas cosas y en algunos aspectos bastante amenazado en su perspectiva de futuro. Por una parte, todos recibimos con optimismo la televisión digital y ahora vemos como se cercena una de ellas como es Veo 7…
CNN + también se cerró en 2010.
Exactamente, también unas fusiones que no hacen más que limitar el efecto de la oferta y, por supuesto, reducir el número de empleos para los compañeros. Por lo tanto, cuando los medios se cierran, la salud de la televisión y del periodismo es muy crítica. Pero esta situación no afecta sólo a los empresarios, también a los poderes públicos que se están cuestionando la viabilidad de las televisiones autonómicas. Me da mucha tristeza, es como si alguien hubiera creado algo que necesita en un momento y cuando hay problemas, lo tira. Las cosas no son así.
¿Desde cuándo tenía esa pasión por escribir?
Podría decir que desde siempre, pero no. Cuando era una niña escribía, supongo que como muchos niños inquietos que tienen cierta fascinación por la literatura, que son ávidos lectores. Yo era una niña que leía mucho y escribía cuentos. Tenía claro que mi vocación era el periodismo, pero desde que me inicié en esta profesión me dirigí al periodismo audiovisual y me sentía más cómoda que en el escrito. Luego es verdad que llegué a dirigir Interviú.
¿Narradora oculta?
No, yo llego a la narración desde la necesidad de contar una historia que es real. Pero una vez que entras en el camino es difícil la marcha atrás. Me gusta mucho la narración y ya no puedo salir de ella.
¿Veneno?
Sí, es un veneno. Hay un punto perverso, juegas con los sentimientos de personajes que tú te inventas y que hacen lo que tú quieres que hagan, se mueven a tu antojo, se doblegan a tu voluntad. Es una de las experiencias más ricas que puedes tener.
Se trata de una labor exigente la de escribir: disciplina y constancia, sobre todo.
Es verdad. Lo que me exige es una concentración total. Me cuesta llegar a la concentración absoluta, pero cuando llego soy enfermiza y escribo en jornadas maratonianas de horas y horas sentada en una silla. Me quedo sin comer y me olvido del mundo.
¿Es bueno aislarse del mundo para una periodista?
Periodismo y narración son difíciles de conciliar. El periodista tiene que estar en permanente estado de alerta y es justo lo contrario al estado de concentración.
Fue la primera mujer que dirigió 'Interviú' y también la única. ¿Cómo recibió las críticas?
No fui consciente de que había críticas. Suelo estar bastante blindada a estas cosas, soy impermeable porque mi círculo es pequeño. ¿Por qué me iban a hacer críticas?
Quizá por las portadas de la revista y porque fuera una mujer quien estuviera al frente de una publicación que utilizara desnudos femeninos como reclamo.
Cuando accedí a ese cargo tenía un buen conocimiento de la revista. Yo me formé en la facultad de periodismo leyendo Interviú, con el El País debajo del brazo, con otra serie de diarios. En esa época Interviú se convirtió en un abanderado de historias que había que contar, con un lenguaje muy novedoso. En la línea del nuevo periodismo americano y tenía un sello de identidad que era un guiño al lector, la portada.