vitoria. "Un prisionero le pidió a una mujer de Vidángoz un vaso de agua, ella se lo sacó y el sargento Reyes lo tiró al suelo y le dijo: al enemigo, ni agua". Esta escalofriante anécdota que permanece en la memoria de Luis Ortiz Alfau, un nonagenario que estuvo preso dos años en el campo de trabajo que construyó la carretera de Igal a Vidángoz, sirve como titular para el documental Al enemigo, ni agua, que emitirá esta noche (22.00 horas), ETB 2, dentro de su programa La noche de Crónicas. La película, dirigida por Pepe Azpiroz y Antonio Cristóbal, está basada en el libro Esclavos del Franquismo en el Pirineo, de Fernando Mendiola y Edurne Beaumont, que son también los autores del guión. A continuación tendrá lugar un coloquio conducido por Ander Landaburu, con los directores, el guionista y Ana Barrena, del colectivo Memoriaren Bideak.

Pepe Azpiroz dijo que se sintió impresionado por lo que relata el libro y que ha tratado de convertirlo en imágenes, "aunque la clave está siempre en la historia, y ésta es maravillosa". Azpiroz añadió que han elegido este campo de trabajo del Pirineo navarro, pero que podía haber sido en cualquier otro sitio, "en la carretera de Sollube, en el puerto de Bermeo o en la reconstrucción de Amorebieta, porque siempre es la misma historia, la de unos hombres que, no habiendo sido condenados, fueron obligados por el fascismo a trabajar en obras de todo tipo".

Fernando Mendiola recordó que en Navarra hubo 18.000 prisioneros trabajando en carreteras, vías férreas y fortificaciones, 30.000 en Euskal Herria y más de 100.000 en todo el Estado, y añadió que investigar aquellos hechos es un trabajo colectivo que se realiza desde la base "frente al silencio institucional", concluyó.

testigo directo Pero el auténtico protagonista de la presentación fue Luis Ortiz Alfau, un hombre de 94 años que trabajó durante dos años y medio en el Batallón 38, procedente del campo de Gurs, y que terminó casándose con una roncalesa. "Yo era el escribiente de la compañía y tuve la suerte de que nunca me tocó picar", recuerda, aunque el trato que recibieron fue "durísimo". Estaban fuera del sistema penal y no habían cometido ningún delito. Eran "desafectos" al régimen, militantes o simpatizantes de organizaciones izquierdistas o simplemente personas que no tenían buenas relaciones con las autoridades. "Lo que querían era cambiarnos la manera de pensar. Nos decían que las carreteras eran para los vecinos de los valles, pero era mentira, lo que querían era fortificar todo aquello porque tenían miedo del maquis que pudiera llegar de Francia", dijo Ortiz.