Quién mató a Jacob? ¿John Locke está muerto como demostraría que se ha hallado su cadáver? En tal caso, ¿quién habría usurpado su cuerpo? ¿Los supervivientes que están con la iniciativa Dharma en los años setenta lograron explosionar la bomba de hidrógeno? ¿Todo lo que hemos visto no ha existido? ¿Qué demonios es la estatua de los cuatro dedos? Para quien se encuentre fuera del universo Perdidos, la que esto suscribe ha perdido la razón. Sin embargo, estas preguntas y otras parecidas rondarán la cabeza de quienes estén esperando el estreno de la última temporada de la serie que ha revolucionado la narrativa de ficción en televisión. Ampuloso, sí, pero también cierto. "Perdidos, antes de que termine, es ya un hito, y pronostica que el futuro de la ficción, al menos en Estados Unidos, es esperanzador", asegura Rafael Gómez Alonso, profesor de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. "Perdidos es un híbrido total en el que se mezclan cine, juegos de rol, filosofía, literatura, suspense al estilo Hitchcock...". Fan confeso pero también estudioso del intríngulis que rodea la serie de la ABC norteamericana, Gómez está a punto de sacar su segundo estudio teórico sobre la serie, en el que, pásmense, relaciona las tramas y el universo narrativo de Perdidos con corrientes filosóficas como el estructuralismo, la posmodernidad y la teoría de los mundos posibles.

Lo cierto es que el argumento de Perdidos (Lost en versión original) transcurre en continentes y tiempos diferentes. Los millones de seguidores que tiene la serie en todo el mundo esperan impacientes la resolución de los enigmas planteados por los guionistas las cinco temporadas anteriores. Doce millones de televidentes vieron el estreno en EE.UU. del doble primer capítulo, titulado LAX. Pocos minutos después circulaba por Internet y seis horas más tarde estaba subtitulado en castellano. Digital+ ofrece ya el primer capítulo mediante el sistema pay per view. Para los que no acostumbren a bajarse las serie de Internet, el próximo martes es el día D y las 21.30 horas, la hora H si optan por la cadena de pago Fox. Cuatro la estrena poco después, a las 22.15.

La premisa de la serie no es demasiado complicada: el vuelo 815 de Oceanic Airlines, que iba de Sidney a Los Ángeles, se estrella en una isla del Pacífico. Cuarenta y ocho pasajeros sobreviven e intentan organizarse mientras esperan el rescate, que no llega.

Hasta ahí, todo normal pese a que el primer episodio de la serie, con factura cinematográfica, fue el más caro de la historia de la ficción televisiva. A partir de ese momento, la trama se desmadra y la isla cobra protagonismo con la irrupción de osos polares, columnas de humo asesinas, habitantes hostiles, la misteriosa iniciativa Dharma, búnkeres secretos, milagros e, incluso, fantasmas. La estructura narrativa tampoco era corriente: tras un enigmático cartel de Perdidos sobre fondo negro, continuos flashback mostraban episodios pasados de las vidas de los supervivientes. Llegados a un punto, los creadores de la serie, entre ellos el productor J.J. Abrams (artífice de Fringe, Alias y Felicity), dan una vuelta de tuerca al incluir flashforward, píldoras en las que se narran fragmentos futuros, mostrando que algunos de los supervivientes fueron rescatados. A partir de ahí, la paranoia, con una isla que se traslada en el tiempo y en el espacio (en este punto, definitivamente es necesaria la suspensión de la incredulidad del espectador), y con parte de los personajes instalados en los años setenta mientras que el resto corretean por la isla en pleno siglo XXI.

conjeturas

Un final en el que encajan las piezas

Los creadores juran que todo este embrollo tiene un final en el que todas las piezas encajarán. Y eso es lo que esperan que ocurra los seguidores de la serie, colectivo que aglutina a fanáticos de la ciencia ficción y lo sobrenatural, a amantes del suspense y a simples espectadores de todas las edades enganchados a un triángulo amoroso irresuelto y a la acción trepidante. El elenco multirracial de los supervivientes y habitantes de la isla (occidentales, asiáticos, latinos...) pone la guinda a un pastel diseñado con tiralíneas para enganchar en todos los continentes.

El fenómeno global de fans responde a multitud de factores, pero lo cierto es que los creadores de la serie han utilizado con maestría las posibilidades que ofrece Internet. Los recovecos de la trama no dejaron a nadie indiferente: héroes imperfectos, redención de los pecados, religión, mitología y azar han encendido los ánimos en los últimos años. Casi desde el principio de la serie, en 2004, la Red se plagó de páginas especializadas y blogs en los que lanzar conjeturas y analizar plano a plano las secuencias para extraer la mayor información posible. Los creadores de Lost aprovecharon aquella euforia para jugar con los fanáticos, discutir con ellos, lanzar pistas falsas y recoger ideas para la serie.

La pasión por Perdidos ha traspasado la ficción y el ciberespacio para hacerse carne con multitud de productos de merchandising, visitas guiadas a los escenario del rodaje en Hawai y locales dedicados a la serie, como el famoso Bharma de Barcelona, copia de la estética de la iniciativa Dharma. El último damnificado fue Barack Obama, que tuvo que adelantar su primer discurso sobre el Estado de la Unión debido a la presión de los internautas, que temían un cambio de fecha para el estreno de la última temporada de Lost. De locos.

¿Qué deparará la sexta temporada? En realidad, poco se sabe. En una estudiada estrategia de los creadores, sólo trascienden pequeñas píldoras. Los actores Terry O"Quinn (Locke) y Michael Emerson (Ben), en un reciente encuentro con la prensa, lanzaron la que parece ser la pregunta clave de la sexta temporada: "¿Qué es la isla?". Los dos carteles oficiales de la temporada de 18 capítulos dan más pistas. En uno de ellos, varios protagonistas están sentados a semejanza de la última cena de Jesucristo, con Locke en el centro, aunque no se sabe quién es Judas. En el otro, vivos y muertos de las cinco temporadas anteriores miran al frente, con la excepción, otra vez, de Locke, girado de espaldas. ¿Coincidencia?

Lo más difícil a partir de ahora será sustraerse a los spoilers, los aguafiestas que adelantan los argumentos de forma paralela a la emisión de la serie en Estados Unidos. Lo único que está claro es que en las últimas secuencias de la quinta temporada Julie (Elisabeth Mitchell) parecía haber detonado la bomba de hidrógeno en los años setenta y que, en la actualidad, Locke o quien se hace pasar por él, asesina al enigmático Jacob (Mark Pellegrino), que apenas pudo anunciar: "Ya vienen".

Una recomendación: quien no haya seguido las temporadas anteriores tiene pocas posibilidades de saborear lo que se le viene encima, así que puede emplear las próximas 48 horas en enchufarse en vena los packs de las cinco primeras temporadas. Casi seguro (en la isla de Perdidos hay de todo menos certidumbres) merecerá la pena.

Que los guionistas han querido dar trascendencia moral e incluso religiosa a la trama es una evidencia. La mayor parte de los supervivientes del accidente tienen un pasado cuestionable y el paso por la isla parece que les ayuda a expiar sus pecados. Algunos, como Locke o Rose, curan su cuerpo. Otros, como el Señor Eko, Ana Lucía o Charlie, sanan su alma.

La Red bulle de referentes pero uno de los más recurrentes pertenece a la literatura "culta". Se trata de la novela "La invención de Morel", del argentino Bioy Casares, editada en 1940. Hay un fugitivo paranoico, único personaje real de una isla. Entre los personajes imaginados, una mujer que habla francés y un científico que lleva a un grupo de personas a la muerte.

Sólo hace falta teclear en Internet "Perdidos" o "Lost" para ser aturullado por multitud de teorías que quieren explicar lo que acontece en la isla. Los creadores ya han descartado algunas: los supervivientes no están muertos, ni en el purgatorio, ni en un plató de televisión; lo sucedido no es fruto de la imaginación de nadie, y no tiene que ver con alienígenas. Pero, ¿quién sabe?

Son una pequeña gota en el océano de Internet, pero Elena y Teresa, las responsables de la web Lostzilla -la primera dedicada íntegramente a la serie Perdidos en el Estado español-, están que echan humo. "En un día como hoy, con la expectativa del estreno de la última temporada, superaremos las 60.000 ó 70.000 visitas". Elena, médico residente en un hospital madrileño, desglosa impertérrita cifras imposibles. En sus seis años de existencia su web ha contabilizado entre 15 y 16 millones de visitas, "una barbaridad". "Cada día me da más miedo la dimensión que ha adquirido todo esto". Pero, ¿qué hace que dos estudiantes se embarquen en una aventura tan surrealista? "Teresa -que se gana la vida como traductora- empezó a ver la serie a ritmo de Estados Unidos, me la pasó y nos enganchamos. En el quinto episodio decidimos hacer una web en castellano porque no existía hasta el momento y veíamos la movida que ya se estaba generando en Internet".

Lost es una afición que requiere mucho mantenimiento. "Actualizamos la web todos los santos días y, aunque no haya habido episodios nuevos desde mayo, damos informaciones novedosas a diario. Siempre hay artículos, siempre hay gente que crea vídeos". Así explica el éxito de esta serie de culto: "Los creadores han conseguido jugar con dos niveles, el del superfrikie que para la imagen plano a plano y sigue las pistas que la propia serie va dejando en Internet y, luego, el de la mayoría de la gente, entre la que me incluyo, que no teoriza, que se limita a sorprenderse, a decir "qué maravilla" y ya está". Cuando Perdidos finalice, Lostzilla seguirá abierta como videoteca y biblioteca de consulta, pero Elena y Teresa no vislumbran en el horizonte ninguna serie televisiva que les impulse a embarcarse en una nueva aventura en Internet. "Flashforward prometía y ha resultado ser un bluff".