Y no, no afecta solo a los más verdes: este es un fenómeno global y transgeneracional, aunque se extiende especialmente entre los jóvenes. Según publica The Lancet, en una encuesta reciente a 10.000 personas de 10 países diferentes y edades entre los 6 y los 25 años, un 45 % de las personas encuestadas afirma que la preocupación por el clima afecta de forma negativa a su vida cotidiana, tres cuartas partes creen que "el futuro es aterrador", y un 56 % asegura que "la humanidad está condenada". "Los jóvenes son más sensibles al tema: han sido educados en la conciencia ecológica porque el futuro les va a tocar a ellos. Además, se consideran víctimas de los actos de irresponsabilidad de las generaciones precedentes", afirma San Cornelio.

"Sufrimos ansiedad cuando percibimos una amenaza que supera nuestros recursos para hacerle frente", dice Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. El calentamiento global, el deshielo de los glaciares, la deforestación o los cambios en los ecosistemas son algunos de los retos a los que ya se enfrenta la sociedad (en algunos casos, con retraso). "El cambio climático ya no es un constructo abstracto, sino algo que forma parte de nuestro día a día. La negación y la procrastinación extremas que hemos ejercido históricamente en este asunto hacen que lo percibamos como algo a lo que hemos llegado tarde. Sentir que ya vamos con retraso incrementa la ansiedad", afirma el psicólogo.

Pesimismo

Un 65% de los encuestados afirma que "los gobiernos no hacen lo suficiente para evitar una catástrofe climática", mientras que el 61% comparte la idea de que "no me protegen a mí, al planeta y/o a las generaciones futuras".

"Una de las principales razones que llevan a la ecoansiedad es la falta de acción de los mandatarios a la hora de tomar medidas contundentes para evitar este deterioro del planeta", añade San Cornelio. Precisamente, el estudio Young People's Voices on Climate Anxiety, Government Betrayal and Moral Injury: A Global Phenomenon (2021), de la Universidad de Bath, afirma que la ansiedad y la angustia climáticas están relacionadas con la percepción de una respuesta gubernamental inadecuada, que crea sentimientos de traición y abandono.

Esta angustia, descrita por una acción gubernamental que no responde de manera urgente a la emergencia climática, es un problema que va más allá de lo político, porque atañe a una perspectiva de daño personal y ecológico de los jóvenes. "No pueden renunciar a su herencia porque no tienen un mundo alternativo en el que desarrollarse y perpetuarse", afirma Soler.

"Seguramente el porcentaje de jóvenes que no desean tener descendencia irá aumentando de forma inversamente proporcional al nivel de deterioro del planeta Tierra", añade el experto. Precisamente, el informe de la Universidad de Bath (2021) afirma que cuatro de cada diez jóvenes se plantean no tener hijos por este motivo.

En los últimos años, los medios de comunicación, las redes sociales y la publicidad han ayudado a mostrar esta emergencia y las acciones para luchar contra ella, pero también han mostrado los efectos nocivos del cambio climático. Tanto San Cornelio como Soler consideran que no hay una sobreinformación del tema y que la sobreexposición no es un problema, sino al contrario.

Según el informe Who Cares, Who Does 2021 de Kantar, la mayoría de los países desarrollados tienen más activos ecológicos (30%) que los países con más dificultades económico-sociales (16% de media). "No se trata de un problema que solo tienen las sociedades modernas y ricas, sino que es un tema de responsabilidad. Está claro que los países en desarrollo no pueden hacer tantos esfuerzos para reducir el impacto medioambiental", advierte San Cornelio. Según el estudio publicado en The Lancet, la ecoansiedad mantiene niveles similares de respuesta entre los entrevistados de diferentes países (entre ellos, Australia, la India, Nigeria, Reino Unido, Filipinas o Finlandia, entre otros).

La experta añade que "el recurso de ridiculizar la ecoansiedad como una tontería de niños ricos y malcriados se ha utilizado desde los sectores más reaccionarios y negacionistas para restar importancia al tema climático". "Debemos entender que todo el planeta está conectado", destaca.