Es conocido que las bacterias nos ayudan a evitar el estreñimiento, al tiempo que refuerzan nuestras defensas. Pero no solo eso; además, contribuyen a mantener el peso y evitar la obesidad, equilibrar los niveles de glucosa, controlar el colesterol y la diabetes. Asimismo, las últimas investigaciones han demostrado que hay una estrecha relación entre la microbiota y las alergias, el estrés, la ansiedad y la depresión. Estos son algunos de los motivos por los que hay que cuidarla.

La flora intestinal o microbiota es el conjunto de millones de microorganismos que se hallan en nuestro intestino, que desarrollamos desde el nacimiento y que es indispensable para el correcto funcionamiento del organismo. Entre sus funciones se encuentran la de ayudar a la digestión, proteger y crear una barrera antiinfecciones, así como ayudar al funcionamiento del sistema inmune.

Cuando se altera suelen aparecer desequilibrios y molestias digestivas como digestiones pesadas, hinchazón de vientre, diarreas, gases o estreñimiento. Por otro lado, hay una mayor predisposición a sufrir de infecciones y alergias.

Los investigadores han descubierto que el sistema digestivo tiene un trabajo aún más complejo de lo que se creía, porque se ha relacionado con numerosos aspectos de salud que aparentemente no tienen nada que ver con la digestión. Los desequilibrios en la flora intestinal humana tienen que ver con patologías autoinmunes como la enfermedad de Crohn y la esclerosis múltiple, la obesidad y las enfermedades cardíacas.

Lo que hay que hacer

Para mantener la microbiota sana es clave seguir un estilo de vida saludable. En nuestra dieta, alimentos muy usados como el pan, la fruta, los yogures y el chocolate negro ayudan a cuidar la flora intestinal. Lo fundamental es que las bacterias beneficiosas sean las que predominen, creando así un ecosistema no solo equilibrado, sino también diverso.

Sin embargo, si nuestra vida diaria nos lo impide y no podemos llevar una alimentación tan buena como debiéramos, sufrimos de estrés o debemos usar determinados medicamentos, como antibióticos, los complementos alimenticios a base de probióticos y prebióticos suelen ser una buena opción. Porque los antibióticos alteran mucho el intestino. De hecho, destruyen cualquier microorganismo que se encuentran en el camino. Lo único bueno es que 40 días después de dicho tratamiento, el cuerpo vuelve a recuperar estos microorganismos. También conviene realizar un ejercicio moderado, que no solo te fortalece a ti, sino que también hace más fuerte y resistente a tu microbiota.

Por otro lado, y por extraño que parezca, ensuciarte un poco más puede ayudar a mejorar la flora intestinal. ¿Por qué? Porque numerosos hábitos de higiene actuales han eliminado la conexión que teníamos antes con los microbios. El resultado es una falta de diversidad que puede estar perjudicando a nuestra salud.

Por supuesto, sin sacrificar la higiene básica, para reavivar las conexiones microbianas podemos pasar más tiempo en el exterior o abrir más las ventanas (un entorno sellado puede variar sustancialmente nuestro entorno microbiano), cuidar de un jardín o huerta, o tener una mascota.

Factores que la alteran

Viajar con frecuencia. Ya que los cambios de horarios hacen que la flora intestinal pierda determinados microorganismos haciendo crecer colonias de otros patógenos y llegando a producir procesos inflamatorios digestivos.

Vivir con estrés. Tampoco se lleva bien con la microbiota. Cuando nos sentimos muy estresados nuestro organismo libera cortisol, una hormona que produce alteraciones en el intestino grueso que afectan a la flora intestinal.

Sus grandes enemigos. La flora intestinal, como es lógico, se alimenta de lo que comemos, así que nuestra dieta influirá en su salud. El tabaco, el alcohol y una dieta alta en alimentos procesados, grasas trans, azúcares refinados, conservantes y otros aditivos, no es buena para nosotros ni para nuestras bacterias. Este tipo de alimentación favorece sobre todo el crecimiento de bacterias y hongos que no son tan beneficiosos.

Ciertos fármacos. Los hay que dañan la flora intestinal, y mucho. Intenta minimizar su uso y tomarlos solo en caso necesario. Los medicamentos que más perjudican a la microbiota son los antibióticos, los antiácidos del estómago y los antiinflamatorios. Además, la quimioterapia y la radioterapia afectan profundamente a la flora intestinal.