Probablemente, pocas sensaciones transmitan tanta paz como ese ver nevar en la naturaleza. Entregarse a ese encanto natural puede parecer difícil, pero basta abrigarse lo suficiente cuerpo y pies y echarse al campo cuando el temporal arrecia, caminar más o menos y dejarse impregnar por la humedad, el frío y vencerlo a cambio de unos pasos pisando el inmaculado manto blanco. En el camino te sorprendes topando con las huellas de los conejos, de los corzos, del petirrojo y quizás del cuervo detenido a rascar para encontrar bajo la nieve algo de sustento. Incluso si el ganado ha sido sorprendido por la nevada estará allí, arañando con sus pezuñas para hacer asomar alguna hierba que mordisquear.

Cualquier sitio es bueno con tal de alcanzar una cota alta donde pisar un poco de blanco y ver nevar en el invierno, pero hoy nos vamos hasta las praderas de Arraba, corazón paisajístico del Parque Natural de Gorbeia, donde las nieves fabrican paisajes emocionantes y la experiencia de caminar entre sus espinos solitarios puede resultar inolvidable.

Llegaremos primero a la explanada de Pagomakurre, contando con que la nieve nos permita hacerlo en nuestro vehículo subiendo la pista que lleva desde Areatza. Un punto intermedio, si la nieve está en cota baja, es el estacionamiento de Larreder, a ambos lados de la pista que sube de Areatza a Pagomakurre. En ruta ya podremos gozar de una panorámica excepcional sobre los horizontes de Bizkaia, presididos por el cresterío calizo de Anboto.

Desde Pagomakurre, con la vista puesta en los roquedos de Itzina y Lekanda, seguiremos al frente la pista que se dirige hacia Arraba. Sin pérdida, basta ir remontando su trazado asomado en balcón sobre el valle de Arratia; hay que ir manteniendo la atención que nos va a pedir el piso nevado para evitar resbalones si el manto blanco nos acompaña.

Alcanzaremos ahora el collado que da paso a las praderas de Arraba. Allá se abre a nuestros ojos el paraíso, a condición de que las nieblas nos dejen verlo. Si así fuera, la cima de Gorbeia está presente a lo lejos, pero caminar por las praderas es lo que haremos. Un pasillo de árboles nos lleva sin titubeos a los refugios instalados en las praderas: el primero por la derecha conduce al albergue del club Ganguren, el que prosigue girando más adelante a derechas nos lleva a las puertas del refugio Elorria, de la Federación de Montaña, donde antes o después nos podremos regalar un buen caldo caliente, o quizás un almuerzo consistente. Por uno y otro costado encontraremos paisajes de belleza rabiosa, árboles tapizados de blanco, roquedos alfombrados de nieve y fotografías para recordar.

Puede estar despejado o cubierto, y cada condición meteorológica nos dará oportunidades diferentes, pero siempre la nieve enseña nuevas figuras en el relieve, en el horizonte y en las texturas que acompañan cada rincón.

Arraba es grande y ofrece todo un mundo para explorar. Experimenta y goza del paisaje nevado; volverás.

Guía práctica

Cómo llegar: Para subir a Arraba se debe llegar primero a la localidad vizcaína de Areatza (Villaro), situada en el valle de Arratia. Podemos hacerlo descendiendo el puerto de Barazar si se viene de o por Gasteiz, o a través de Lemoa e Igorre si lo hacemos desde Bizkaia o Gipuzkoa.

Desde Areatza se ascenderá hasta el área recreativa de Pagomakurre a través de la pista de 9 kilómetros que arranca ante la iglesia de la localidad y avanza junto al frontón y las piscinas municipales.

Desde Pagomakurre hasta el refugio de Arraba emplearemos aproximadamente una hora de camino, a la que debemos sumar el tiempo que dediquemos a recorrer la pradera.

Qué visitar: En el punto de partida, la villa de Areatza ofrece memoria e historia entre sus calles. En 1338 el valle de Arratia era una sucesión de caseríos dispersos y pequeñas aldeas cuando don Juan Nuñez de Lara, Señor de Vizcaya, decidió crear en el poblado de Arenaza la Villa de Haro, que bautizó así en homenaje a la familia de Dª Mª Díaz de Haro, su esposa. Sería aquel Villaro el principal núcleo urbano del valle y pretendía entonces potenciar la ruta comercial que unía el corredor del Ibaizabal con Gasteiz a través de Barazar. La villa estaba protegida a modo de una península entre los ríos Uparan y Arratia, que actuaban como fosos naturales. Su casco, todavía bien conservado, lo componían las calles Bekokalea y Goikokalea, cruzadas por los cantones de Zubizarra e Ilargi.

En el siglo XVI se levantó en el arrabal de La Piedad un edificio de estilo mudéjar decorado en la fachada con placados de yesería que aún se conservan, aunque bastante deteriorados. Imprescindible es la monumental fuente de La Alcachofa, situada en el centro de Areatza.