Y es que el exceso de velocidad estuvo presente en la gran mayoría de los accidentes mortales ocurridos en los últimos años. Una imprudencia, por tanto, que cuesta muchas vidas y que desde la Dirección General de Tráfico intentan atajar con todos los medios a su alcance, tanto humanos como materiales.

Durante este verano, miles de dispositivos de control de velocidad han funcionado en la red vial estatal con el objetivo de disuadir a los conductores de cometer excesos, y por supuesto, de sancionar a quienes lo hagan. Una tecnología cada vez más sofisticada permite a las autoridades disponer de medios eficaces, precisos y ágiles para realizar estas tareas, adaptándose a distintas necesidades o escenarios.

Los drones son los más recientes y quizá desconocidos para la mayoría de los usuarios, pero son bastantes los que se pueden encontrar durante los desplazamientos y conviene saber identificarlos. Ninguno de estos sistemas supone un inconveniente para la circulación siempre que se respeten los límites establecidos para cada tipo de vía. Son los siguientes:

Pórticos. Son los radares clásicos, con un funcionamiento basado en una antena que emite una señal que se refleja en el vehículo y regresa a su origen. La variación producida en la frecuencia de onda permite calcular la velocidad. Están ubicados en los pórticos elevados que cruzan las carreteras y pueden tener varios dispositivos a la vez. Su funcionamiento es automático y por ello no precisan de operador.

Postes. Se denominan así a los colocados en postes elevados en los laterales de la carretera. Los más habituales son los de tipo radar, aunque también existen otros con tecnología láser, más precisos y eficaces.

Cabinas laterales. Su presencia es también bastante frecuente en los laterales de las carreteras. Se trata de unas cajas metálicas, por lo general blancas, aunque en ocasiones son negras o incluso pueden estar identificadas con colores llamativos, en cuyo interior se encuentra un radar o un cinemómetro láser. Estos últimos emiten haces de luz transversales a la vía, que cuando son interrumpidos por un vehículo permiten calcular su velocidad.

Radares móviles. Están instalados en vehículos policiales, cuyos agentes los manejan. Puede tratarse de coches patrulla o camuflados (de diferentes marcas, modelos o tipos de carrocería), además de controlar la velocidad, tanto circulando como detenidos en algún punto de la carretera.

Trípodes. Son dispositivos portátiles. Se colocan sobre un soporte de tres patas en un punto de la vía, por lo general poco visible, y son gestionados por agentes. Su utilización más frecuente es en la ciudad, aunque no exclusiva, y pueden localizarse en otros puntos.

Controles de tramo. Permiten controlar la velocidad media de los vehículos en un tramo de vía determinado. Dos o más cámaras de visión artificial graban las matrículas y calculan el tiempo empleado para recorrer esa distancia. Si es inferior al necesario para hacerlo a la velocidad legal marcada, directamente se tramita la denuncia.

Helicópteros. Además de por tierra, los excesos de velocidad también se vigilan desde el aire. Hay una docena de helicópteros, dotados con cinemómetros Pegasus (como generalmente se les conoce) que pueden identificar a infractores que circulen incluso por encima de los 350 km/h, a una distancia de un kilómetro y una altitud de 560 metros.

Drones. Son los medios aéreos de más reciente incorporación a los dispositivos de control del tráfico, en su caso no de velocidad sino de conductas temerarias. Muy conocidos por multitud de aplicaciones profesionales y de ocio, la Dirección General de Tráfico cuenta este año con una cuarentena de drones, con base en las mismas ubicaciones que los helicópteros. Vuelan a una altura de 120 metros y alcanzan una velocidad máxima de 80 km/h, con una autonomía de batería de unos 40 minutos. Disponen, por supuesto, de la cámara de captación de imágenes para la documentación de posibles infracciones.