Durante muchos años, las primeras mascotas que entraban en un hogar y que eran responsabilidad de los pequeños de la casa fueron los hámsters. Pero estos roedores son de una estricta vida nocturna, por lo que interactuar con ellos era notablemente complicado. Además, han demostrado un cierto carácter agresivo que les hacía morder. Algo comprensible si te despiertan en medio de un sueño reparador para ser acariciado, lavado o jugar un rato.

Por este motivo, otro roedor les está sustituyendo en la habitaciones infantiles. Es el jerbo o rata del desierto. Su carácter es más dócil y su inteligencia mayor que la de los roedores que hasta ahora han convivido con los humanos.

Aquí hay que hacer un precisión. Lo que comúnmente se conoce como jerbo, es en realidad un gerbillo, roedor de la subfamilia Gerbilinae integrada en la familia Muridae, a la que también pertenecen ratones y ratas comunes. Lo jerbos propiamente dichos se ven menos como mascotas y pertenecen a la subfamilia Dipodinae integrada en la familia del mismo nombre. La principal diferencia física entre ambas especies es que la segunda es una rata saltadora de largas y delgadas patas traseras. Los gerbillos también cuenta con unas patas traseras más desarrolladas que los hámsters y ratones comunes, pero no llaman la atención por su longitud.

Características físicas

El color del pelo del jerbo es tradicionalmente marrón, un color arenoso o grisáceo y blanco, lo que les permite camuflarse en su hábitat natural y esconderse de sus depredadores. Pero una vez que fue adoptado como mascota los cruces han creado más de 30 colores de pelo distintas, muchas de las cuales no facilitarian su supervivencia en la naturaleza.

Los jerbos adultos suelen tener un tamaño intermedio entre un ratón y una rata, con un peso de entre 50 y 120 gramos y una longitud de entre 10 y 12 centímetros sin contra el rabo. Sus patas traseras son largas, lo que les permite largos saltos y mantenerse sobre sus dos pies para vigilar el entorno.

Los ojos y las orejas de los jerbos son grandes, lo que manifiesta su excelente vista tanto diurna como nocturna y un agudo oído. Además, el tamaño de sus orejas les permite regular su temperatura corporal.

Su origen como mascota

Estos jerbos (vamos a mantener el nombre común y popular) viven en zonas áridas y desérticas de África y de Asia, donde excavan túneles para protegerse de las altas temperaturas. Cuando los científicos comenzaron a estudiarlos pronto advirtieron su gran inteligencia. Por ello fue utilizado en los laboratorios para estudios de comportamiento e inteligencia.

Su buen carácter y encanto los sacó de allí y lo llevó a los hogares con niños. Su timidez natural le hace ser retraído en un principio, pero su inteligencia, curiosidad y sociabilidad, unido a una atención delicada y cariñosa desde el principio enseguida hacen que sea fácil interactuar con ellos.

A diferencia de otros roedores, no son agresivos y no muerden a no ser que se vean acorralados, por lo que en los primeros días de convivencia conviene tener un especial cuidado con ellos y advertir a los niños para que tengan un poco de paciencia a la hora de jugar con ellos. En cuanto cojan confianza se volverán cariñosos y pueden llegar a aprender diversos juegos y trucos que estimulen su inteligencia.

A la hora de manipularlos hay que tener especial cuidado con su cola. Más larga que la de los ratones y cubierta de piel y pelo, no hay que agarrarla nunca ya que como mecanismo de defensa se desprenden de ella, como las lagartijas, pero a diferencia de ellas, no les vuelve a crecer.

Cuidados y atenciones

Lo primero es concederles un lugar amplio para que puedan moverse con comodidad, salta y correr. Son animales sociables que acostumbran a vivir en colonias, por lo que la soledad puede ser un problema, así que es mejor dos jerbos que uno. Y esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de prepararles la jaula.

El recinto en el que vivan debe tener espacios en alto y a ras de suelo para que puedas moverse, trepar, saltar y esconderse, además de un pequeño habitáculo para dormir y poder comer con tranquilidad. Además, al jerbo le gusta cavar madrigueras por lo que colocar un sustrato que satisfaga su instinto es importante. Añadir tiras de papel higiénico le ayudara a forma un buen nido.

Para que no haya problemas de convivencia, se recomienda que ambos ejemplares sean del mismo sexo y que, a poder ser, se hayan criado juntos o sean de la misma edad. Si se elige una pareja, no sería desdeñable plantearse la esterilización. Los jerbos tienen el récord de apareamientos por hora de todo el mundo animal. Y como pasaba con los hámsters, en poco tiempo te puedes encontrar con una colonia muy superpoblada y sin conocidos a los que repartir animalitos.

Además de excavar, les gusta roer. Por ello se trata de dejarles materiales que puedan morder y con los que jugar. Los tubos de cartón de los rollos de papel de cocina o del baño, incluso los del papel aluminio o film de cocina son el juguete con el que más disfrutan ya que simulan sus túneles naturales y los puede morder hasta destrozarlos. Un dos por uno.

Un bebedero con agua es algo fundamental. No necesitas demasiada, pero siempre deben tener un recipiente al que acceder con facilidad, que esté limpio.

La alimentación sencilla pero deben tener nutrientes básicos, como avena, cebada, trigo, cereales sin aditivos, verduras en trozos pequeños naturales como zanahorias, lechuga, pepino, pimientos y acompañados de otros alimentos esporádicos o suministrados como premio tales como las semillas de girasol y la fruta deshidratada. Dejarles un trozo de pan duro en todo momento es algo que disfrutan mucho, le ayudará a roerlo y trabajar sus pequeños dientes. Nada de cebolla, ajo, ruibarbo o aguacate, que pueden causarles daño.

Además de frutas y verduras, los jerbos pueden comer puntualmente grillos y gusanos, aunque no son complementos alimenticios imprescindibles si su nivel de proteína en la alimentación es la correcta, pero sí les dará un cierta variedad que agradecerán. Además pueden esconderse en su recinto para que los busquen y que les sirva de estímulo. Pero con moderación ya que pueden engordar más de lo conveniente.