Escenas corrientes de la vida cotidiana: repentinos gritos con un tono de desesperación en el cuarto de baño; precipitadas salidas de la piscina o del mar murmurando por lo bajini, o no tan por lo bajini, “no, no, no...”; una virulenta tromba de lluvia que pilla desprevenido a un paseante sin chubasquero que corre en busca de refugio con una mano en el bolsillo. Todas tienen en común una cosa, un teléfono móvil empapado.

Dada la dependencia que todos de los smartphones, en los que guardamos toda nuestra vida, perderlo suele ser un drama. Una de las más comunes es que caiga en el agua, se moje y los componentes electrónicos reaccione muy mal.

Es cierto que las empresas fabricantes tratan de conseguir la mayor impermeabilidad posible, pero siempre hay recovecos, conectores y accidentales grietas por las que se cuela la humedad. Con eso basta para provocarnos un fuerte desconsuelo tecnológico.

Pero eso no es todo. Estas mismas empresas reconocen implícitamente la gravedad del incidente y se quitan el problema de encima en caso de la petición de arreglo gratuito alegando que la garantía no cubre este daño.

Y para que no se la cuelen a los servicios técnicos, los aparatitos llevan en su interior un chivato que cambia de color si se humedece y así se queda aunque se seque. Es infalible.

Por este motivo es una buena idea plantearse la posibilidad de contratar un seguro, o al menos mirar la letra pequeña de ese que suelen ofrecer cuando compras una terminal de estas. Si cubre estos casos, pues eso que ganas.

Control de daños

Ocurrido el chof escalofriante, el susto nos suele hacer actuar con precipitación. El calentón solo debe servir para reaccionar rápido: sacarlo de donde haya caído y secar lo más gordo. A partir de ahí, frialdad.

Hay que tener en cuenta que el agua y la humedad afectan a una aparato electrónico de dos maneras diferentes. Por un lado reaccionan con la electricidad y producir cortocircuitos que lo fundan. Por eso es importante no apretar ningún botón, ni siquiera para ver si sigue funcionando. Una corriente eléctrica, aunque mínima, puede eliminar cualquier posibilidad que hubiera. Lo más aconsejable es apagar el móvil si no se ha apagado por su cuenta.

Por otro, la corrosión puede aparecer y cargarse componentes variados. A este respecto hay dos posibilidades, que el agua sea dulce o salina. Indudablemente el segundo caso es peor ya que el agua de mar es bastante más corrosiva y los daños que produce son mas profundos. Por eso, y contra lo que dicta el instinto, lo mejor es lavar el móvil con agua del grifo para eliminar la sal y secar de nuevo.

Lo primero es secar el movil y quitar toda el agua posible. Foto; Tira Chardz

Eliminar el agua y la humedad

Superado este punto hay que trabajar para eliminar cualquier rastro de humedad y gotículas de agua que permanezcan escondidas en recovecos a los que no llegan telas ni papeles absorbentes. Por cierto, no es una buena idea aplicar calor para evaporar humedades con un secador de pelo. No solo se corre el riesgo de empujar más adentro el agua, sino de introducir partículas de polvo que provoquen nuevos daños.

De secarlos en un horno, sea convencional o de microondas, ni hablamos. Por puntualizar, el exceso de calor es malo para estos aparatos. Dentro de la desesperación y el disgusto, mantengamos la cabeza fría.

Si el afectado es manitas o tiene un conocido de confianza, de mucha confianza, que lo sea, puede tratar de desmontarlo si cuenta con unas herramientas adecuadas. Es la manera de llegar a las partes internas de una manera más directa para secarlas bien. Esto entra en la categoría de a grandes males, grandes remedios, pero tenemos claro que estamos en lo peor y no hay mucho que perder ya.

En este proceso de secar, el método más popular es enterrar el aparato en arroz. La idea de base es buena y práctica, ya que este cereal es un buen deshumectante pero tiene una capacidad limitada, es lento y tiene el problema de soltar polvillo que puede introducirse donde no debe. Si además el teléfono está desmontado, el peligro aumenta. Además es lento y la paciencia debe prevalecer. Una espera de 48 horas es mejor que una de 24. Se puede aprovechar este tiempo para ir consultando ofertas, porque si los daños son profundos puede no funcionar.

Mejor que el arroz son esas bolsitas antihumedad que suelen venir con los productos electrónicos. Contiene un gel de sílice muy efectivo. Además, no suelta polvo. La pega es que si queremos cubrir un teléfono necesitamos muchas y para ello hay que ser muy previsor. Si nos hemos saltado el paso del seguro en un ejercicio de autoconfianza, nos es fácil plantearse guarda estas bolsas. Se pueden comprar, pero la urgencia de su uso no la vence ni la velocidad de Amazon.

En este caso el alcohol es tu amigo

Otra opción es emplear alcohol, el del botiquín que todos deberíamos tener en casa para emergencias. Habría cubrirlo completamente con el líquido durante unos minutos para que llegue a los mismos sitios a los que ha llegado el aguas, y dejarlo secar completamente después, dejar que se evapore el alcohol puro. De esta manera desaparece también el agua y cualquier otra impureza que haya.

Si se sabe cómo, es muy practico demontar la piezas para secarlas mejor. Foto: Bublikhaus

El mejor es el alcohol isopropílico, pero ojo con él porque es muy inflamable. También valen los del botiquín, etilíco con la mayor concentración posible, mejor el de 96 que el de 70.

Si el aparato está desmotado, la batería es mejor mantenerla alejada, al a igual que otros componentes corroíbles. Si no se puede, pues cruzar los dedos y a ello.

Con todo esto debe quedar claro que estas soluciones pueden funcionar dependiendo de lo graves que sean los daños. Algunos serán irrecuperables y otros sobrevivirán, pero mejor es intentarlo que no.