La posibilidad de que un supervolcán entre en erupción es más alta de lo que se creía. A está conclusión ha llegado un equipo internacional de investigadores tras estudiar un antiguo supervolcán en Indonesia, que hace unos 74.000 años una erupción llego a poner en peligro a la Humanidad.

Han descubierto que este tipo de cráteres permanecen activos y peligrosos durante miles de años, lo que hace necesario repensar la maneras de prevenir estos eventos, catastróficos en muchas ocasiones.

El profesor asociado Martin Daniík, principal autor australiano del Centro John de Laeter, de la Universidad de Curtin, en Australia, explica que los supervolcanes suelen entrar en erupción varias veces con intervalos de decenas de miles de años entre las grandes erupciones, pero no se sabe qué ocurre durante los periodos de inactividad.

Erupción del Etna (Italia) en 2021. EFE

Las supererupciones, según explica Daniík, son uno de los acontecimientos más catastróficos de la historia de la Tierra, pues expulsan grandes cantidades de magma de forma casi instantánea. Esto puede provocar un 'invierno volcánico', que es un periodo muy frío que llevaría a grandes hambrunas y trastornos en la población. "Aprender cómo funcionan los supervolcanes es importante para comprender la futura amenaza de una inevitable supererupción, que se produce aproximadamente una vez cada 17.000 años", apunta.

A estudio la erupción del Toba hace 75.000 años

El profesor asociado Daniík explica que el equipo investigó el destino del magma que quedó tras la supererupción del toba hace 75.000 años, utilizando los minerales feldespato y circón, que contienen registros independientes del tiempo basados en la acumulación de los gases argón y helio como cápsulas de tiempo en las rocas volcánicas.

"Utilizando estos datos geocronológicos, la inferencia estadística y la modelización térmica, demostramos que el magma siguió rezumando dentro de la caldera, o depresión profunda creada por la erupción de magma, durante 5.000 a 13.000 años después de la supererupción, y luego el caparazón de magma sobrante solidificado fue empujado hacia arriba como un caparazón de tortuga gigante", explica.

El volcán Sinabung, arrojando cenizas y humo hasta una altura de 7.000 metros. EFE

Para el profesor, estos descubrimientos desafían el conocimiento existente y el estudio de las erupciones, que normalmente implica buscar magma en estado líquido debajo de un volcán para evaluar si sería un peligro en el futuro. Recalca que ahora se debe tener en cuenta que se puede producir una erupción, a pesar de no encontrar magma líquido bajo un volcán.

Danisík explica que, "mientras que una supererupción puede tener un impacto regional y global y la recuperación puede llevar décadas o incluso siglos, nuestros resultados muestran que el peligro no termina con la supererupción y que la amenaza de nuevos peligros existe durante muchos miles de años después. Aprender cuándo y cómo se acumula el magma eruptivo, y en qué estado se encuentra el magma antes y después de dichas erupciones, es fundamental para entender los supervolcanes", resalta.