Solo hay que prestar un poco de atención en la calle para darnos cuenta de la cantidad de personas que usan el móvil mientras conducen, y lo hacen para hablar por teléfono, escuchar mensajes de audio o incluso para mandar mensajes a través de WhatsApp.

El estudio se ha realizado con los datos de sanciones y accidentes en España en 2018, con encuestas online realizadas en 2019 en 38 países y con entrevistas online a conductores realizadas del 11 al 17 de julio de 2019. Los datos que rebela son muy sorprendentes. Una de las cosas que más llama la atención es que cada año en España mueren 390 personas en accidentes causados por el uso indebido del móvil, y se registran 7.890 accidentes con víctimas relacionados también con este uso indebido. Además, el 48,2% de conductores españoles (13 millones) utilizan habitualmente el smartphone mientras conducen.

La principal causa de accidentes mortales de coche en 2017 fue la distracción, con un 33%, por encima del exceso de velocidad y el alcohol. Aún no nos entra en la cabeza que cuando vamos a 120 kilómetros por hora se recorren 30 metros cada segundo sin prestar atención a la carretera. Enviar un WhatsApp lleva una media de 20 segundos, con lo que recorremos 600 metros sin prestar atención total, y responder a una llamada unos 8 segundos, que se traducen en 266 metros. Seguimos teniendo la sensación de que controlamos, de que a nosotros no nos puede pasar nada. Seguro que esos 390 muertos o las personas que sufrieron esos 7.890 accidentes sentían lo mismo.

Según el estudio, el 53,5% de las personas conductoras en España afirma que miran el móvil para ver quién le llama, el 37% para leer WhatsApps y emails, el 9% para usar redes sociales, y el 7% para hacerse selfies mientras conducen. Además, un 34% reconoce consultarlo compulsivamente mientras va al volante. La razón principal que la mayoría da para justificar este comportamiento es “por si hay algo urgente”.

Resulta llamativo que 11 millones de conductores desconozcan completamente la normativa sobre el uso del móvil durante la conducción, que básicamente se traduce en una multa de 200 euros y 3 puntos del carné. Solo está permitido usarlo con el motor apagado. El 38% de los encuestados tolera que se hable sin manos libres mientras se conduce, el 9,4% afirma que hablar por el móvil no afecta a la conducción, e incluso el 8% dice que solamente multan para recaudar dinero, no porque sea peligroso. Las provincias donde más se usa el móvil mientras se conduce son Murcia, Galicia, Madrid y Navarra.

Estos datos demuestran descuido, falta de sentido del riesgo y una inconsciencia total por parte de los conductores a la hora de conducir. La responsabilidad es de los conductores, pero hay otro factor que también deberíamos tener en cuenta: un dato realmente alarmante es que el 2,2% (600.000 conductores) se reconocen adictos y afirman que no pueden dejar de mirar el smartphone mientras conducen. El 2,2% de los usuarios de coches lo reconocen, mientras que el 34,4% que dicen usarlo de forma compulsiva mientras conducen no piensa que sea un comportamiento relacionado con la adicción.

Está demostrado que las redes sociales son adictivas, que generan adicción real. Su objetivo principal es mantener la atención consciente y constante de sus usuarios, y durante el mayor tiempo posible. Al estar usándolas mucho tiempo, sus ingresos crecen a través de la publicidad que consumimos y por los datos que generamos al usarlas y que las redes sociales venden.

Al crear la primera gran red social, Facebook, se dieron cuenta de que cuando recibimos un like o un comentario, nuestro cerebro segrega dopamina y los sistemas cerebrales de recompensa se ven activados ante la presencia de este neurotransmisor, con lo que para conseguir más sensación de placer pasamos más tiempo e interactuando cada vez más. Pronto, al placer le acompaña la necesidad de sentir ese placer.

Entre los profesionales que trabajan en las redes sociales también hay psicólogos y neurólogos, que se dedican a estudiar y a desarrollar funciones que retengan aún más la atención de los usuarios y se marcan objetivos de dopamina; es decir, estudian y desarrollan funciones que implementan en las redes sociales para que exclusivamente provoquen que el cerebro segregue más dopamina. Son generadoras de adicción. Pues bien, lo han conseguido, buen trabajo.