Reyes Calderón se ha convertido en una maestra del crimen novelado. En esta ocasión sus tramas se acercan a la actualidad y a los mimbres que le han proporcionado algunas imágenes de la pandemia. Una de ellas fue la que mostraba las hileras de ataúdes en el palacio de hielo de Madrid, y la convirtió en escenario de su nuevo argumento, que arranca cuando queda un ataúd sin reclamar. La investigación dice que el inquilino no es el que estaba registrado y que todo indica a que se ha cometido un asesinato aprovechando las circunstancias y el caos de los primeros momentos de la invasión del Covid.

Ya que se ha convertido en una experta en crímenes€

No, por Dios. No llego a tanto. Solo escribo novelas en las que suelen darse situaciones muy límites.

¿Cree que existe el crimen perfecto?

Depende a lo que llamemos perfecto. Si llamamos perfecto al crimen en el que el autor no está en la cárcel o al que nunca han pillado, entonces yo pienso que sí existe.

¿Cómo surge El juego de los crímenes perfectos

La primera imagen que me llegó a la cabeza fue que durante la pandemia, cuando no se podía hacer ningún tipo de tratamiento con cadáveres, no se podían hacer autopsias, y parecía que la gente solo se moría por Covid. Era el escenario idóneo para quien quisiera diseñar el crimen perfecto. Así que mi mente criminal estaba al acecho. Las siguientes imágenes fueron las de los Palacios de Hielo que se utilizaron como morgue provisional.

Eran unas imágenes tremendamente impactantes.

Y en ninguna se veía el hielo, lo habían cubierto con unas tiras verdes de lona para poder depositar los ataúdes. Fueron imágenes espectaculares que nos dejaron en shock a todos. Precisamente la novela empieza cuando en el Palacio de Hielo de Hortaleza (Madrid) se ve el hielo y solo queda un ataúd para poder volver a la vida normal.

Una vida normal que se resistió.

Exacto. Era la primera ola de la pandemia y todos pensábamos que la vida normal llegaría ese verano de 2020, no sabíamos que nos iban a quedar otras olas muy fuertes. Esa idea de que ya salimos de esta y la de un crimen perfecto, se sumaron en mi cabeza y así nació esta nueva historia.

En esta ocasión ha dejado a su personaje de referencia, la jueza Lola Machor, de lado.

Está de vacaciones. Me ha dicho que volvería pronto, pero de momento no ha vuelto. Ja, ja, ja€ Ahora tenemos a un juez, el juez Calvo, madrileño, y también está una médica, la protagonista femenina, que trabaja en el Gregorio Marañón.

Eso de cambiar al muerto en el ataúd parece como muy truculento.

Cuando un féretro no se reclama, hay que ir a ver quién es para avisar a la familia, y si no la tiene, hacer un registro público. Hay que abrir y mirar qué hay. Se encuentran que dentro no está el cuerpo de la persona que esperaban. Se informan, e incluso descubren que esa persona que tenía que estar en el ataúd está en su casa vivita y coleando, y en perfecto estado de salud. Es una anciana que ha superado el covid. Obviamente, tienen que averiguar quién es ese caballero que está metido allí.

Tiene una mente muy criminal. ¿Por qué le gustan tanto los crímenes?

Eso mismo dice mi madre. Me dice que por qué no me puedo dedicar a la poesía y a cosas más educadas. Quizá sea mi obsesión por entender la condición humana, quizá también por entenderme a mí misma€ Los humanos somos capaces de lo blanco más blanco y lo negro más negro.

La pandemia ha dejado huella en cada uno de nosotros. ¿Cree que ha despertado nuestros mejores instintos o los peores?

Mayoritariamente los mejores, pero ha habido de todo. Hemos hecho mucha comunidad. Nos hemos sentido todos muy vulnerables y nos hemos apoyado los unos en los otros. Hemos visto cómo todo el mundo ha ido a ofrecerse a la persona mayor que vivía en su edificio, hemos conocido al vecino del quinto al que nunca le habíamos dirigido la palabra... Hemos vuelto a recuperar la idea de comunidad, de territorio más pequeño, de barrio.

¿Dónde están los peros?

En estas épocas en las que somos más vulnerables y hay un poco de caos a nuestro alrededor, hay gente que se aprovecha de todo lo malo.

Y algunos consiguen hacer fortuna.

Siempre ocurre. En las guerras hay mercado negro, estraperlo, hay quien utiliza el dolor de los demás para ganar dinero... Aquí también ha pasado, parece mentira, pero ha pasado. Los buenos y malos instintos forman parte de nuestra condición humana.

¿Hay alguna diferencia entre esta novela y las anteriores?

Pienso que sí. He escrito de una manera muy suelta. He dejado que fluyan las cosas sin ponerles demasiadas ataduras. Creo que es mi novela más inocente, he sido muy libre al escribirla. Por otro lado, me doy cuenta de que son ya muchas novelas a mi espalda y tengo cosas que fluyen solas y que las identifican con otras historias. En este sentido, es una novela de madurez, aunque muy fresca porque no he puesto ninguna atadura.

¿No le dan miedo sus propios personajes?

Lo cierto es que sí. Me lo tendría que hacer mirar, me meto en los personajes de tal manera y con tanta intensidad que sufro y lloro con los que lloran. Y cuando escribo sobre un asesino en serie, incluso paso miedo.

¿Teme que se materialice?

Ja, ja, ja€ No tanto. Pero paso tanto miedo con mis personajes que he dormido durante alguna temporada con un cuchillo en la mesilla.

¿En serio?

Ya lo sé, ya lo sé. Es absolutamente absurdo. Pero el miedo es libre, qué le vamos a hacer.

Tiene que ser difícil meterse en la mente de un asesino.

Sí, lo es. Soy incapaz de entenderlo, pero lo cierto es que forma parte de nuestra condición. Si te vas a Atapuerca o cualquier yacimiento, te muestran cráneos con agujeros, hechos por un palo o por una piedra; ahora sería por un balazo. Vemos que unos han matado a otros desde el origen del ser humano. Siempre nos ha perseguido la sangre de nuestros hermanos. Es algo que me llama mucho la atención.

Y los que aún no hemos cometido un crimen, ¿cree que sentimos atracción por las historias negras, por el morbo?

Una cosa es ser atraídos por algo que nos extraña mucho, ser curiosos y convertirnos en detectives del libro que estamos leyendo; otra cosa, esta me parece patológica, es admirar a los asesinos. Hay gente que manda a los asesinos cartas de amor a la cárcel. Pero la curiosidad no es mala. Afortunadamente hay poquísimos asesinos, los hay en todas las generaciones, y no les atendemos. Esa atracción quizá esté en nuestro interés por conocer qué mecanismos mueven a alguien para convertirse en un asesino.

Los medios de comunicación suelen estar muy atentos a los sucesos. ¿Ha encontrado en estas informaciones algún perfil similar al de sus asesinos?

La patología criminal recoge los perfiles de asesinos muy diversos. Está claro que hay más hombres que mujeres, y en estos perfiles hay algunos muy inteligentes, otros muy asociales, personas incapaces de empatizar... Pero en muchos hay un elemento en común que llama la atención: muchos problemas en sus infancias. Han sido maltratados de niños, abusados, no han tenido cariño y no han sido capaces de aprender a querer.

Sí, pero de ahí a matar...

Ya. Pero en algunos casos, los demás son para ellos meros instrumentos. En esta sociedad en la que los niños están con sus máquinas, quizá se nos olvida que deben ser queridos, abrazados; tienen que sentirse queridos y aprender a querer.

Recientemente hemos asistido alucinados al caso del chaval de Alicante de quince años que ha matado a toda su familia. Va más allá de cualquier ficción.

Por ejemplo. Lo ha hecho con una frialdad pasmosa. Entiendo que detrás hay una patología.

¿Un pensamiento defensivo?

Tal vez. Quizá no queremos pensar otra cosa porque nos parecería terrible.

PERSONAL

Edad: 61 años.

Lugar de nacimiento: Valladolid.

Familia: Está casada y es madre de nueve hijos.

Trayectoria: Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Valladolid y doctora en Economía y Filosofía por la Universidad de Navarra. Es profesora agregada en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra, ha centrado su docencia e investigación en las doctrinas económicas y empresariales, tanto en sus aspectos históricos como teóricos.

Libros: Las lágrimas de Hemingway, Los crímenes del número primo, Expediente Canaima, El último paciente del doctor Wilson, La venganza del asesino par y El jurado número 10 (ganadora de la IV Edición del Premio Abogados de Novela), Tardes de chocolate en Ritz, La puerta del cielo, Dispara a la luna (galardonada con el premio Azorín), Clave Matisse y El juego de los crímenes perfectos.

Aficiones: Aunque es de secano, le gusta el mar y es una enamorada de las costas gallegas y donostiarras. Le gusta tanto el mar que no se resiste a él en cualquier temporada del año. Le gustan las tertulias, echar una siesta los domingos para recuperar fuerzas, cocinar para su inmensa familia y su gente. También le apasiona viajar en familia, ir al cine, leer sin mirar el reloj y controlar el tiempo y, por supuesto, escribir.