El 23 de enero de 1957 nació la que para muchos es la indiscutible ‘reina del corazón’. Carolina Luisa Margarita Grimaldi Kelly, primera hija del príncipe Rainiero III de Mónaco y de Grace Kelly, vino al mundo en la biblioteca del Palacio Grimaldi, que había sido forrada con telas de color verde, a petición de la estrella de Hollywood, siguiendo la tradición irlandesa.

Desde ese momento, y hasta el nacimiento de su hermano Alberto un año después, Carolina fue la heredera al trono del minúsculo estado mediterráneo, de apenas de 2 kilómetros cuadrados de extensión. Desde su infancia destacó por su estilo, su amor por el deporte y por su inteligencia (estudió Filosofía, Biología y Psicología).

A medida que cumplía años, Carolina fue acaparando más focos y fue entonces cuando se empezó a hablar de sus romances. Su madre, la princesa Grace, intentó que comenzase una relación con Carlos de Inglaterra, pues soñaba con verla como consorte de alguna gran monarquía. Los dos coincidieron en alguna ocasión, pero el amor no cuajó.

Con 18 años y estudiando en París conoció a Philippe Junot, con el que se casó con 21 años en 1978 y sin la aprobación de sus padres. El enfado por parte de los príncipe era comprensible, ya que el novio era calificado como ‘playboy’. Rainiero y Grace no se equivocaron y Junot acabó engañando a “la novia de Europa”, como la calificó la revista ‘Time’, con otra mujer. El divorcio fue cuestión de tiempo.

La tragedia que rodea su vida

Carolina de Mónaco probó por primera vez el amargo sabor de la tragedia el 14 de septiembre de 1982, cuando un accidente de tráfico nunca esclarecido se llevó por delante la vida de su madre, la princesa Grace. Desde ese momento, y con un Rainiero superado por la situación, la mayor de los Grimaldi tuvo que asumir el papel de primera dama del Principado.

Un año después conoció al que sería el gran amor de su vida, Stefano Casiraghi. Con él se dio el ‘sí, quiero’, todavía sin haber conseguido la nulidad de su primer matrimonio, embarazada y solo diez días después de anunciar el enlace matrimonial. Fruto de ese matrimonio nacieron sus tres hijos mayores, Andrea, Carlota y Pierre. La unión no fue considerada legal por la Iglesia Católica hasta 1992.

Carolina y Stefano formaron una pareja consolidada tanto en su vida personal como en los actos y obligaciones que exigía el cargo. Casiraghi dio a Carolina la estabilidad emocional que no había tenido durante su adolescencia y juventud. Pero una vez más el destino se encargó de romper el hechizo. Otro trágico accidente golpeó la vida de la princesa. Stefano murió el 3 de octubre de 1990 en una competición de ‘off-shore’, un deporte náutico del que él era campeón mundial.

Carolina se quedó viuda con tan solo 33 años y con tres hijos pequeños a su cargo. Es por ello que decidió apartarse de la vida pública y retirarse al pequeño pueblo francés de Saint Remy, donde crecieron los niños. Las imágenes en las que la de Mónaco aparecía calva dieron la vuelta al mundo.

Madre y abuela

La princesa volvió al foco mediático cuando se conoció su relación sentimental con Ernesto de Hannover en 1996, con el que contrajo matrimonio el 23 de enero de 1999, sí el mismo día de su cumpleaños. El príncipe tuvo que pedir permiso a su prima, la reina de Inglaterra, y desde ese momento Carolina pasó a ser princesa de Hannover. Seis meses después del enlace nació su cuarta y última hija, Alexandra, también princesa por derecho propio.

Los continuos desplantes de Ernesto a su mujer, el más conocido en la boda de los entonces príncipes de Asturias Felipe y Letizia, cuando Carolina tuvo que aparecer sola a la ceremonia porque Ernesto había llegado tan perjudicado por el alcohol la noche anterior que no se había podido levantar, hicieron que el matrimonio terminase por romperse en 2009. Pese a vivir separados, nunca se han llegado a divorciar, puesto que la prensa afirma que los dos han llegado a un acuerdo para que Carolina siga teniendo el tratamiento de Alteza Real y el título de princesa de Hannover, muy superior al de Alteza Serenísima y princesa de Mónaco que le corresponde por nacimiento.

El 6 de abril de 2005 la tragedia volvió a sacudir a los Grimaldi. El fallecimiento del príncipe Rainiero a los 81 años vistió de luto al Principado. Con él se iba una etapa gloriosa para el pequeño país, ya que se le considera el artífice de la transformación de Mónaco.

Ahora, Carolina cumple 65 años muy lejos de la jubilación. La princesa está ejerciendo de primera dama de nuevo debido a la ausencia de Charlene, ingresada desde hace tiempo en una clínica de rehabilitación para solucionar sus problemas de salud. Todo ello sin descuidar su faceta como madre, abuela e icono de moda.