Ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos. Este dicho tradicional puede aplicarse a cualquier familia de este mundo. ¡Y también a aquellas que se denominan de sangre azul! Es el caso de los Windsor, en la que la reina Isabel II y su nieto Guillermo pueden representar el yin, y Harry y Meghan Markle (en el lado opuesto) el yang. Pero como bien nos avisó la película Crash en 2004... ¡cuidado con esas almas que se alzan perfectas! Con esos mortales que se muestran ejemplares y casi celestes, porque también pecan.

Quizá no en público, pero sí en privado. Es lo que asegura el académico Robert Jobson, escritor experto en la monarquía británica, que en su nueva biografía (William at 40) confirma sin cortarse un pelo el fatal carácter del que también hace gala Guillermo.

Tranquilidad y sonrisas en el exterior, pero una personalidad bastante impulsiva e impredecible en palacio. Tanto que debe ser la propia Kate Middleton quien siempre trata de calmarlo cuando se enciende. "Su temperamento feroz suele estallar cuando está frustrado o cuando se trata de problemas relacionados con su familia", se especifica en el libro. Una obra en la que también señala Jobson que Guillermo, de adolescente, no llevó nada bien que Diana de Gales reconociera en televisión su infidelidad: "Papá no me avergüenza, mamá sí", habría llegado a exclamar aquellos años según la editorial.

Y aunque con su padre Carlos, el príncipe de Gales y próximo heredero, siempre ha mantenido gran cercanía y complicidad, lo cierto es que también aviva de vez en cuando inquietantes roces contra él. "Guillermo se siente al mismo nivel que su padre, sabe de que goza de mayor popularidad que él y genera conflictos entre ellos. Situaciones de tensión". Momentos en los que entra en acción la buena mano de Camila de Cornualles, ya que al parecer es la encargada de llamarle la atención cuando abusa de la generosidad de su padre y, muy importante, recordarle cuál es su sitio actual.