Kate es mucha Winslet. En lo profesional, pero sobre todo en lo personal. En ese british y duro carácter forjado durante años ante la desdicha. Porque como bien dijo María Antonieta, la última reina de Francia, "solo ante la adversidad se sabe realmente quién se es". Y la actriz británica, que nunca lo tuvo fácil (¡para nada!), es sabedora de sus muchas luces (y también sombras): cantante, bailarina, mujer sana (pero sin obsesionarse con su cuerpo y figura), pero sobre todo excelente actriz. Es la protagonista de papeles memorables como la insumergible Rose DeWitt Bukater en Titanic (papel que aceptó tras la recomendación de su íntima amiga Emma Thompson), o la atormentada April Wheeler en Revolutionary Road. Y también la indiscutible estrella de Mare of Easttown (HBO), considerada ya por muchos como una de las mejores series de la década.

Y como en la ficción, todo lo que Winslet toca en la realidad también se transforma en oro. De hecho, la actriz de Reading, un pueblo a medio camino entre Londres y Oxford, vive tiempos de gloria como empresaria. Acaba de hallar comprador para el famoso dúplex que adquirió en Manhattan por cuatro millones de euros junto a exmarido, el cineasta Sam Mendes, en 2004. Un pisazo VIP en las alturas por el que pagó un ojo de la cara en el peor momento inmobiliario, y del que le ha costado años desprenderse. Cualquiera no negocia en millones, ya saben.

Pero finalmente, con empeño y tesón, la venta se ha cerrado por 4,3 millones de euros, 300.000 menos (eso sí) de la cantidad que Winslet solicitaba inicialmente. Cuatro dormitorios, tres baños, aseo, cocina, office, salón con chimenea y una enorme terraza. La Gran Manzana, sin duda, lo vale.