El actor madrileño está muy satisfecho de haber tomado la decisión de dejar el mundo de las leyes -porque estudió Derecho, carrera que terminó- para dedicarse a la interpretación. Lleva casi 20 años codo con codo con Itziar Miranda dando vida a la pareja más unida de la televisión en Amar es para siempre. Un papel de esos que marcan toda una vida, en este caso literalmente.

Ha pasado tanto tiempo que seguro que no se acuerda de Marcelino en sus años mozos, cuando la serie aún se llamaba Amar en tiempos revueltos

Sí que me acuerdo. De vez en cuando me vienen recuerdos, me vienen imágenes, sobre todo a través de los decorados. También de vez en cuando empiezo a pensar en actores que han pasado por esta historia, y algunos de ellos estuvieron al principio, pero es cierto que han pasado muchos años. Es que esta es una historia muy larga, quizá porque el amor da mucho de sí.

¿Ha envejecido bien Marcelino?

Yo creo que sí. Han envejecido los personajes y nosotros también. Itziar y yo hemos envejecido, por supuesto y como todo el mundo. Es que han pasado no sé cuántos años ya y somos más viejos.

Tampoco exagere, que tiene usted 43 años.

Muchos, ¿no? Cuando empecé era un chavalín, un jovenzuelo. Ahora bromeamos Itziar y yo. Cuando empezamos comentábamos: ¿Dónde vamos esta noche a tomarnos unas cervezas? Ahora decimos: ¿Has dormido bien esta noche? Han envejecido tanto los personajes como las personas.

Con los años que lleva en la serie podría decirse que es usted un funcionario de la interpretación.

Ja, ja, ja. Ya me dicen eso mis colegas, y estoy encantado de que lo digáis. Estoy muy a gusto, pero soy un funcionario muy particular, de los que tienen que mirar la audiencia cada mañana, y si la audiencia no responde la plaza no te la guardan. Pero sí, es inusual que una serie diaria dure tanto, aunque aquí hay que ganarse el favor del público cada día.

Existe la sensación de que la suerte de su personaje es que tiene un bar.

Me acuerdo de que eso me lo dijo Pilar Bardem, pobrecilla, que en paz descanse. Me lo dijo en la primera temporada: Tú vas a tener suerte en este proyecto si dura mucho. Te han puesto el bar. Si la serie aguanta, tú vas a continuar. Yo no lo tenía tan claro y le contesté: Qué va. A mí me han dicho que estoy aquí para poner cuatro cervezas y nada más, que el bar es temporal. Yo pensaba que si el personaje de Marcelino arrancaba, a lo mejor duraba dos temporadas, pero como mucho. Así que sí, tener un bar es un chollo. A quien le pongan un bar en la tele tiene mucho ganado.

En 7 vidas

Efectivamente, hay muchas series con bar. Un bar es el punto de encuentro y se convierte en el lugar donde se reúnen los personajes. Puedes cambiar a los personajes, pero que siga el bar del barrio es importante.

Aunque aquí no han cambiado ni al tabernero.

Quizá porque era un bar de familia, pero el Asturiano también ha evolucionado. La verdad es que he tenido mucha suerte. Siempre recuerdo esas palabras de Pilar, aunque no creo que entonces ni ella ni nadie pensaba que la serie iba a durar tanto tiempo.

Una curiosidad. ¿Cuántos años tiene Marcelino ahora?

Esa es una pregunta que se hace todo el mundo y que no respondemos. Supongo que Marcelino tendría que tener sesenta y muchos. Empezamos en el año 1936 y estamos en 1980, así que han pasado casi 45 años. Es verdad que el Marcelino del principio era muy joven.

Y con un noviazgo a la antigua usanza.

Cuando la serie comenzó, él era el novio de Manolita. Estaban empezando a salir, así que te puedes imaginar un Marcelino de 17 o 18 años. Si le sumas los 45 años de relato, así estoy. Ahora me ponen canas, soy abuelo y voy con chaquetas de abuelo.

Se mira al espejo y, ¿cómo se ve?

Estupendo. Ja, ja, ja... Pero es una suerte que tenemos, llevamos tanto tiempo que sería absurdo seguir haciendo el personaje de un veinteañero. No colaría y sería un error. Es verdad que son personaje que van con nuestras vidas, que te van marcando un arco de vida. Yo empecé interpretando a un joven enamoradizo y mírame ahora.

Es todo un señor, ¿no?

Y qué señor. He pasado de joven perdidamente enamorado de Manolita a ser un abuelo. Estos 17 años me han enriquecido por los matices que ha mostrado mi personaje. Es que este tío, Marcelino, tiene un arco dramático impresionante.

¿Se le ha pegado algo de Marcelino o es Marcelino a quien se le ha pegado algo de usted?

Las dos cosas. A veces, me doy cuenta de que estoy por la calle y hablo como Marcelino. Es una forma de hablar muy castiza, muy de Madrid, muy del pueblo llano. Me doy cuenta de que son frases de la serie, de otra época, pero a la inversa no ocurre. Una vez que entro en Marcelino es difícil que se me vaya algo que sea propio de Manu Baqueiro. Que él se me escape en mi vida real es más fácil. Me paso muchas horas con él y son muchos años hablando como Marcelino.

Se licenció usted en Derecho. ¿Lo de ser actor es una vocación tardía?

Sí, terminé la carrera y de hecho me salió una beca para trabajar en la Agencia Europea de Telecomunciaciones. Era un mercado novedoso el de lo teléfonos móviles y entonces estaba para regular. Es cierto que no sabía qué hacer con mi vida. Es injusto que tengas que elegir tu futuro con 18 años. Sabía que quería hacer algo de Letras, que a lo mejor no me dedicaría a ello, pero sabía que tenía que tener unos estudios universitarios. Y desde luego me gustaba la interpretación.

Pero se decantó por Derecho y no por una formación como actor.

Mi hermano ya estaba dando los primeros pasos en la profesión. Él estaba en la escuela de Cristina Rota y yo me apunté a Derecho, pero me iba a verle y a cotillear cómo era el mundo que había elegido. Acabé la carrera y estuve unos meses de prácticas como becario.

¿No le gustó?

No es eso exactamente, pero sí que me sirvió para aclararme que yo no podría estar mucho tiempo metido en una oficina. Me di cuenta de que no me gustaba el oficio y empecé a estudiar Arte Dramático y a buscar trabajillos de producción en distintos programas de televisión. Bueno, y a la vez en bares para pagar aquello.

¿Fue difícil ingresar en la profesión de actor?

Cuando me quise dar cuenta me empezaron a salir cosas. Primero fue la publicidad, después alguna obra de teatro, y de repente me salió una serie en la que hacía de argentino y era de las teles autonómicas, Capital. Cuando terminó me llamaron para Amar en tiempos revueltos. Me dijeron que me querían y no tuve ni que hacer casting.

¡Vaya suerte!

De verdad. Fue una bendición. Uno de los directores me conocía de la serie anterior. El personaje de Marcelino lo había empezado otro compañero, no les convenció y tenían que rehacer cuatro capítulos con el nuevo Marcelino a toda prisa, así que todo fue muy rocambolesco. Es increíble la forma en la que llegué a un personaje que me ha dado tanta vida, porque para lograr el papel a Marcelino no tuve que hacer casting.

¿No se aburre ni en la serie ni con el personaje?

Lo sigo pasando bien y puedo compaginar la serie con teatro. Además, es como cambiar de colegio cada año o ir a una clase diferente cada temporada. Salvo a Manolita, Pelayo y a mí, y ahora también a los personajes, los dos de tu tierra, Anabel Alonso e Iñaki Miramón, al resto los cambian cada año.