Es el festival de festivales. El programa de televisión, junto a la gala de los Oscar, con mayor audiencia en el mundo. Este pasado 22 de mayo, más de 4 millones de espectadores (29,4%) siguieron la gala final en La 1 de TVE, que llegó a reunir a 11.800.000 ciudadanos en algún momento, y sumó frente al televisor a nivel internacional 183 millones de entregados eurofans. Cifras que, por cierto, se multiplican exponencialmente si el foco se pone sobre las redes sociales: el ESC obtuvo un alcance potencial de 3.600.000.000 usuarios con el hashtag oficial #Eurovision. Por ello no es de extrañar que las televisiones americanas con más poderío observen golosas desde hace décadas al programa estrella de la Unión Europea de Radiodifusión, organizadora del certamen.

De hecho, ya en los años 2000 se rumoreó con que Eurovisión podría dar el salto al top five americano. Es decir, a algunas de las cinco principales cadenas de televisión de los Estados Unidos: ABC, NBC, CBS, FOX, The CW. Pero tras varios meses con el salseo en el candelero, se rebajaron las expectativas, la UER no vendió los jugosos derechos y se optó por incorporar a Australia como país participante. Una decisión todavía más enigmática que la aparición de las Caras de Bélmez.

Pero como en televisión los deseos casi siempre se cumplen, EEUU finalmente tendrá su propia versión del concurso: American Song Contest, en el que competirán los 50 estados del país, los cinco territorios no incorporados y la capital Washington D.C. Christer Björkman, Anders Lenhoff, Ola Melzig y Peter Settman serán los productores, y Ben Silverman ejercerá de productor ejecutivo de un show que será emitido por la NBC a mediados del verano del próximo 2022.