madrid -Le gusta contar historias y hasta hace poco se limitaba a la televisión. En 2019, se atrevió a meter un pie en el mundo editorial con El orfebre. Ahora mete el otro en el cine con la película Malasaña 32 que él ha escrito y que está basada en un hecho real. Como proyecto futuro, una serie, Un asunto privado.

La película cuenta la historia una familia. Manolo y Candela se instalan en el madrileño barrio de Malasaña, junto a sus tres hijos y el abuelo Fermín. Atrás dejan el pueblo en busca de la prosperidad que parece ofrecerles la capital de un país que se encuentra en plena transición política. Pero hay algo que la familia Olmedo no sabe: en la casa que han comprado, no están solos. Begoña Vargas, Iván Marcos, Bea Segura, Sergio Castellanos, José Luis de Madariaga, Iván Renedo, Javier Botet, María Ballesteros, Rosa Álvarez y Concha Velasco componen el elenco de esta película dirigida por Albert Pintó.

‘Malasaña 32’, puro terror, ¿no?

-Hacía mucho tiempo que quería acometer una historia de este género, es uno de los géneros que más me gustan. He estado ocupado en otros proyectos, pero al final me he quitado la espinita que tenía dentro.

Le ha salido una historia de terror muy costumbrista y clásica. ¿Era su objetivo?

-Es una película de terror de casa encantada, más clásica no puede ser. Quería jugar con los elementos que hemos visto todos, al menos los que seguimos este género con pasión, en las películas americanas más clásicas, pero trayéndolos a España: el tendero, la peonza, las canicas, el tocadiscos, la música española? No venimos a revolucionar el cine de terror, queremos contar una historia para que el público se lo pase bien. Nuestra intención era conectar con esos espectadores que disfrutan pasando miedo.

Le parece más fácil hacer terror en el cine que en la televisión.

-Mucho más. Sobre todo por el lugar para el que se hacen: una sala de cine, las luces apagadas, el público paga una entrada y está más predispuesta a pasarlo mal, en el buen sentido. El sonido que envuelve la proyección, la gente gritando o encogiéndose de miedo son sentimientos que necesitan un espacio determinado. En televisión hay más distracciones, la iluminación también influye, si es demasiado oscuro en pantalla, no se ve.

¿De dónde surge la historia que cuenta en ‘Malasaña 32’?

-Nace una historia real que sucede en el barrio de Malasaña. Ahora estamos viendo casos similares, una mujer de la que nadie sabía nada de ella desde hacía tiempo aparece muerta aferrada a un teléfono de baquelita negro y con una expresión facial de horror. Después, una familia se traslada a esa casa un par de años más tarde y sus miembros empiezan a percibir que hay una presencia en la casa, alguien que respira, alguien que se mueve por la casa y empieza a sonar un teléfono cuando esta familia no tenía teléfono. Creo que tiene unos buenos ingredientes para que surja el miedo y aterrorice a los espectadores.

¿La realidad supera a la ficción en esta historia?

-Ja, ja, ja? Siempre decimos eso, pero suele ser al contrario. Las ficciones basadas en historias se pueden exagerar. En este caso, había otra cosa que yo quería contar y con la que me siento muy identificado, la emigración del pueblo a la ciudad. Quería narrar cómo la ciudad se puede convertir en uno de los elementos más agresivos que puedes encontrar a mí me pasó en el 2000. Estudié Ciencias de la Información en Pamplona, me fui a Madrid y en nueve meses me tuve que volver a mi pueblo, a Noia (La Coruña), la ciudad acabó conmigo. También quería hablar de la maternidad y la transfobia en los años 70 y 80. Son temas que siempre los he tenido muy presentes.

Ahora también, ¿no?

-También. Esos temas que a mí me interesaban los incluimos en la película para hacer una reflexión más allá del entretenimiento y por encima del terror. No sé si lo hemos conseguido.

Parece que el terror como entretenimiento no tiene fecha de caducidad.

-No lo tiene. Creo que hay pocos géneros que nos pueden llevar hoy en día a las salas, el terror es uno de ellos. El terror nos revuelve por dentro, nos hace pensar. Desde que somos unos niños tenemos miedos, muchos miedos, y cuando estamos a punto de morirnos seguimos teniendo miedo. El miedo es algo que nunca desaparece en nuestras vidas; puede desaparecer la felicidad, la tristeza, desaparece el amor, desaparecen muchos sentimientos, pero el miedo siempre está ahí. El que diga que no tiene miedo a nada, miente. Todos tememos a algo.

¿Por qué no se rodó la película en Malasaña haciendo honor a la historia que la provoca?

-Rodar en determinadas calles de Madrid es complicado, los edificios están muy modificados, hay muchos elementos modernos que no puedes desmontar. Hemos hecho la película en un edificio precioso de la calle San Bernardino, está muy bien mantenido, como estaba en los años 70. A partir de ahí, es recrear sensaciones. Ya sabes, la serie Expediente X viajaba en teoría por todo el mundo y se rodaba todo en Vancouver (Canadá). Las escaleras que salen en la película no las hemos tocado, están tal cual.

La película ha sido un éxito en su estreno.

-Ha funcionado muy bien, es una de las dos películas española estrenadas en 2020 por encima del millón de euros en taquilla. Está por encima de lo que nos esperábamos. además, creo que es una historia en la que funciona muy bien el boca a boca.

¿Hay mucha diferencia a la hora de escribir según sea cine o televisión o pueden ser intercambiables los guiones?

-Son mundos diferentes. Cuando planteas los personajes para televisión, son personajes que tienen que vivir durante capítulos y temporadas, sabes que los tienes que dejar en alto para que los espectadores vuelvan a la semana siguiente con expectativas e interés. En el cine, tú estás con ellos 90 minutos y los tienes que dejar marcha. En la película tienes que darles una salida y el arco de transformación tiene que ser mucho más rápido. Hay muchos elementos narrativos que utilizamos en el día a día en televisión que cambian totalmente cuando los usas en el cine. Son dos deportes con pelota y red, pero que no son el mismo deporte. No tiene nada que ver un formato con otro.

Está de despedidas, han terminado con ‘Velvet’ y ahora se dispone a decir adiós a ‘Las chicas del cable’.

-Sí, volvemos con las dos últimas temporadas de Las chicas del cable y ahora las dejaremos marchar. Ha terminado una historia que ha sido pionera en el mundo de las plataformas. Fue la primera serie española de Netflix, no imaginábamos entonces lo que iba a pasar en los años siguientes en el sector audivisual. Ahora todos los meses se estrena una serie nueva en alguna plataformas.

¿Tiene algún proyecto nuevo a corto plazo?

-Estamos escribiendo nuevos proyectos televisivos y nuevas películas de cine. Estamos con la primera serie nuestra, de Bambú, para Amazon, empezaremos a rodarla a mediados de año. Se va a titular Un asunto privado. Va sobre una detective en los años 50. Posiblemente se desarrolle y se grabe en Bilbao, estamos mirando escenarios, pero tiene muchas posibilidades esta ciudad, me encantaría hacerla allí. Estamos preparando el rodaje de la próxima película de Isaki Lacuesta. Comenzaremos en abril y va sobre el atentado de Bataclan en París. También vamos a preparar un nuevo proyecto de terror para el cine: Tres exorcismos.

¿Cómo juzga el momento actual de las plataformas?

-Es un momento maravilloso para todos, estamos desarrollando proyectos muy diferentes todas las productoras y, sobre todo, hay trabajo. Pero tengo la sensación de que va a haber un momento de frenazo. No podemos agobiar al espectador con tantas series, tenemos que analizar qué le damos para que continúe demandando ficción española.

Y cada vez hay más plataformas, sobre todo en ‘streaming’ de pago. ¿Es necesaria una autorregulación del mercado audiovisual?

-Pienso que habrá fusiones y algunas plataformas desaparecerán. Es cierto que hay espectadores que están pagando por ver series, esta gente no monta empresas para perder dinero. Lo normal es que unas cuantas se queden y las otras se fusionen o desaparezcan.

¿Cuál es su película favorita dentro del mundo del terror?

-Amenaza en la sombra. Es una película de los años 70, pero que cada vez que la veo se me pone la carne de gallina, es una película increíble.

¿Pasa miedo con este tipo de películas?

-Mucho. Cuando fui a ver El sexto sentido me tuvo que tomar un Trankimazin.