El euroescepticismo que históricamente había calado en parte de la sociedad y de la élite británica, a derecha y a izquierda del espectro político, se tradujo en 2013 en una cesión sin precedentes por parte del entonces primer ministro, David Cameron, que prometió llevar el referéndum sobre el brexit en su programa electoral de 2015.

Con los conservadores de nuevo en el poder, dicha promesa se fraguó el 23 de junio de 2016 en un referéndum sobre la continuidad de la UE en el que Cameron dio vía libre a sus ministros para pedir el voto por la opción que considerarán más conveniente. El premier abogó entonces por la adhesión, pero una mayoría de los ciudadanos abogaron por la ruptura.

Cameron vio de esta forma cómo sus directrices se veían superadas por el ala más dura de su partido y dimitió el día después de la consulta. Dio un paso atrás que optó por un perfil discreto, aunque en 2019 regresó a la primera línea mediática con motivo de unas memorias en las que reveló entresijos políticos.

La salida de Cameron dejó paso a una carrera por la sucesión en la que terminó imponiéndose la entonces ministra del Interior, Theresa May. Con un perfil moderado y abiertamente contraria al brexit, asumió el reto de invocar en marzo de 2017 el Artículo 50 del Tratado de Lisboa -punto de inicio del proceso- y negociar el acuerdo de retirada.

En junio, May sufrió un varapalo electoral al perder la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes y depender de socios ajenos a los tories. Un Gobierno debilitado encaró entonces las negociaciones que derivaron en el Acuerdo de Retirada, criticado tanto desde la oposición como desde la línea dura del Partido Conservador. Con los plazos ya incumplidos -Reino Unido no pudo salir de la UE como preveía en marzo de 2019- y tras varios rechazos parlamentarios a su plan del brexit, a May no le quedó más salida que seguir el camino que en su día marcó Cameron. May dimitió y, de nuevo, se abrió la carrera por tomar las riendas del país en un momento clave.

Boris Johnson se convirtió en uno de los líderes más populares de Reino Unido ya durante su etapa como alcalde de Londres y durante el referéndum del brexit fue la gran figura de la campaña a favor de la ruptura. A bordo de su celebre autobús rojo, en el que estimaba cuánto se ahorraría Reino Unido si saliese del bloque comunitario, logró que su mensaje calara. Su auge le llevó a integrarse en el gabinete de May como ministro de Exteriores, puesto que terminó abandonando por discrepancias con la jefa de Gobierno. Ya sin ningún tipo de atadura, reclamó una posición más dura a las negociaciones que le valió salir elegido líder tory y por extensión primer ministro tras la dimisión de May. Johnson se vio forzado a solicitar en octubre de 2019 una nueva prórroga del brexit y apostó su futuro a las elecciones del 12 de diciembre, de las que salió reforzado gracias a una mayoría absoluta que le permitió aprobar el Acuerdo de Retirada. Bajo su batuta, Reino Unido abandonó finalmente la UE este 31 de enero.

Corbyn tomó en 2015 las riendas del Partido Laborista. Representante del ala izquierdista de la formación, se ha enfrentado a pulsos internos de los que ha logrado salir indemne, aunque en estos años no ha logrado consolidar a los laboristas como alternativa de gobierno.

La oposición optó por ponerse de perfil durante la campaña previa al referéndum del brexit, a pesar de que Corbyn se había mostrado partidario de que el país siguiese dentro de la UE. Durante las negociaciones posteriores, criticó en reiteradas ocasiones la posición del Gobierno, aunque con bandazos que pusieron en duda su papel de contrapeso.

Corbyn llegó debilitado a los momentos más críticos -su nombre fue rechazado como candidato de un posible gobierno alternativo al de Johnson en caso de moción de censura- y, en un intento por resituar al laborismo, prometió en la última campaña electoral la celebración de un nuevo referéndum sobre el brexit.

La mayoría absoluta de los tories se ha llevado por delante a Corbyn, espectador ya de los trámites para buscarle sustituto al frente del Partido Laborista.

El euroescepticismo en Reino Unido está indisociablemente ligado a Nigel Farage, un político que pese a no haber logrado grandes éxitos internos al frente del Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) ha logrado mantenerse en el candelero a base de discursos populistas y de críticas constantes a lo que representa la UE.

Farage dimitió en julio de 2016 como líder del UKIP y, con las espadas políticas en alto en Reino Unido, lanzó en abril de 2019 el Partido del Brexit. En las últimas elecciones renunció a presentar candidatos en varias circunscripciones para evitar la dispersión del voto de los partidarios de la salida e, indirectamente, favorecer a Johnson.

El protagonismo de Farage durante estos últimos años ha sido tal que el suyo fue uno de los rostros más buscados en las celebraciones que se han organizado en Londres coincidiendo con la confirmación de la ruptura. El político eurófobo hizo campaña para que sonaran las campanas del Big Ben el 31 de enero para celebrar la salida oficial de la UE.

Con Reino Unido ya enfilando la salida, los veintisiete países restantes de la UE asumieron como un reto común la negociación de las condiciones en que se produciría dicha ruptura, así como la relación futura que tendrían las dos partes una vez consumado el brexit. El encargo recayó en un equipo liderado por el exministro y excomisario francés Michel Barnier, un montañero que no ha escatimado metáforas sobre la dificultad del ascenso y la paciencia que requiere.

Barnier, que durante estos años se ha recorrido las distintas capitales y ha entablado numerosos contactos con los negociadores británicos -han sido varios por la división imperante en Londres-, ha gozado de la casi plena confianza de los gobiernos comunitarios, que incluso dieron vía libre al veterano político galo para que tomase decisiones por su cuenta en momentos clave.

El nombre de Barnier sonó incluso en las quinielas del reparto de altos cargos de la UE tras las elecciones de mayo de 2019, aunque en alguna ocasión ha llegado a decir que quiere concluir el brexit antes de encarar cualquier nuevo desafío. El negociador no ha ocultado que el periodo de transición de once meses para negociar la relaciones futuras, que concluye a finales de 2020, le parece insuficiente.

Los momentos de más tensión del brexit han coincidido con la etapa del luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea. Aunque Barnier nunca ha dejado de ser el jefe negociador, fueron varias las ocasiones en que May -y más tarde Johnson- cenaron en Bruselas con Juncker para buscar soluciones a los escollos políticos.

“El brexit es una pérdida de tiempo y de energía”, espetó Juncker en octubre, a solo unos días de que expirase el anterior plazo para que Reino Unido abandonase el bloque comunitario. Como otros líderes europeos, Juncker nunca ocultó que el divorcio abrupto, lo que popularmente se conoció como brexit duro, fue una posibilidad “palpable” en varios momentos del proceso.