Bilbao - Carmen Sarmiento cubrió los golpes de Estado de Etiopía, Portugal, Argentina, Ghana... y las guerras de El Salvador, Líbano y Nicaragua, país donde estuvo a punto de morir en una emboscada de la contra.

Cuando llegó a TVE...

-Me metieron en la Redacción del Telediario y estuve con los teletipos hasta que me hicieron una prueba y daba bien en imagen. Empecé con entrevistas en Sobre la marcha. Enseguida, Erquicia creó Informe Semanal, fui la subdirectora cinco años y pasé a grandes formatos. Fue un proceso lento y nada fácil. La primera vez que me propuse para cubrir una guerra, el director de Informativos dijo “¡pero cómo vamos a mandar a una mujer!”

¿Y logró ir?

-Conseguí ir al golpe de Estado en Etiopía contra Haile Selassie en 1974. Pero tras diez años como corresponsal de guerra, abominé de lo que generan en la vida de los hombres y fundamentalmente de las mujeres. Porque son ellas las que huyen con sus hijos por los lugares más inhóspitos y porque son siempre el primer botín de guerra, con lo que se humilla al enemigo: te venzo y además violo a tu mujer.

Los corresponsales de guerra ahora van ‘empotrados’ con los militares. ¿Es por seguridad?

-Nadie te garantiza la seguridad en una guerra y la información que se puede dar así es sesgada. Cuando estuve en Nicaragua, mi obsesión era llegar al frente y hablar con los sandinistas. Allí caí en una emboscada de la contra y es la famosa foto en la que se me ve con una pistola. Me la dio el sandinista con el que iba y me dijo: “Compañera, defiéndete”. No sé si me habría servido porque no creo que tuviera ni puntería ni valor para pegar un tiro. Siempre digo que mi vida tiene un antes y un después. Pasé otras situaciones de riesgo, como en Colombia que me secuestró el Ejército, en El Salvador que me vi en un fuego cruzado entre militares y guerrilleros... pero nada como esa hora y media en Nicaragua, preguntándome si me harían lo que les habían hecho a dos monjas pocos días antes. La pistola me dio la tranquilidad de saber que podía elegir mi destino, estaba dispuesta a suicidarme antes que caer en manos de la contra, eso lo tenía claro. - M. Peña