Madrid - La periodista María Rey (Vigo, 1967) ha volcado su experiencia de dos décadas como periodista parlamentaria en el libro Juego de escaños: Relato del divorcio entre política y ciudadanía, una crónica sobre cómo ha cambiado la política española en los últimos años y cómo se ha alejado del pueblo. La gallega ha reconocido, en más de una entrevista, que la bronca es lo más eficaz en política aunque matiza que los parlamentarios más mediáticos no siempre son los más útiles.
Aborda en su libro el desafecto de la ciudadanía hacia la política, pero paralelamente se ha producido también un distanciamiento con el periodismo. ¿A qué cree que se debe?
-Tendremos que hacer autocrítica: por las cosas que no hemos contado con el suficiente rigor, que no hemos contrastado, por las cosas que hemos dejado de contar porque no las vimos, porque no supimos valorar la importancia que tenían... La profesión se ha visto arrasada por todas las cosas que se han hecho mal en este país. El periodismo tampoco ha estado a la altura y por supuesto que tenemos que mejorarlo. Pero no pretendamos ser los más valorados, ésos tienen que ser los que salvan vidas. Son los médicos, los policías o el ejército, la gente que realmente se juega la vida para salvar la de los demás. Nosotros, al fin y al cabo, no somos imprescindibles.
¿Cómo puede el periodista recuperar la confianza de la audiencia?
-Evitando alimentar los bulos, contrastando toda la información que damos, que la gente sepa que detrás de esa firma del periodista hay un trabajo de búsqueda, de contraste, de investigación. Nosotros no somos alimentadores de ruido en las redes sociales, somos narradores de lo que pasa.
¿El alarido es eficaz en política?
-Lo que funciona mediáticamente es el ruido y la bronca, siempre ha sido así. El discurso profundo y sereno no atrae. Pero los más mediáticos no son los políticos más útiles, son los más hábiles para la comunicación, pero no necesariamente los que más hacen por el país. Si lo único que haces es alimentar el debate con porquería que pueda ensuciarlo y complicar aún más las situaciones, eso sólo aporta ruido. El ruido está bien, es entretenido para subir las audiencias, pero con el ruido no se hace país ni se hace periodismo.
¿Recibe un cronista parlamentario muchas presiones políticas? ¿Ha tenido que enfrentarse a ellas?
-No. Las presiones no se las hacen a los redactores, se las hacen a los jefes. Los jefes ya saben que eso va en el sueldo y están acostumbrados a lidiar cada día con las llamadas de uno y otro, pero un periodista lo que recibe es mucha información que sólo pretende enredar. Muchos datos y muchas informaciones cruzadas que pretenden colocarte en el lado de alguien y lo difícil es mantenerte un poco en el medio.
Escribe en el libro que tras las elecciones de diciembre de 2015, se produjo tal fulgor informativo que los periodistas alimentaban “todo tipo de polémicas movidos por la necesidad”. ¿Por qué se llegó a ese punto?
-Cuando se produce una situación nueva lógicamente la gente quiere saber. Ante la incertidumbre, los ciudadanos quieren respuestas. Y hay varios programas de televisión y de radio que están constantemente pendientes de lo que ocurre en el Congreso y esa necesidad de estar provocando titulares constantemente nos obligaba a estar preguntando constantemente. Siempre que pasa algo, la sociedad se politiza, lógicamente. Es que lo que pase en la política afecta a nuestras vidas, no se puede pensar lo contrario.
¿Se ha convertido la información política en un espectáculo?
-Tiene mucho que ver con un nuevo tiempo en el que de repente las nuevas tecnologías marcan nuevos ritmos que nos obligan a todos a ser más ágiles, más rápidos, a contarlo todo en un lenguaje más breve, más directo, más claro, más conciso, buscando un efecto inmediato.
¿Cómo vive en esta era de información fugaz?
-Las redes han aportado al periodismo esa exigencia de que queremos información y la queremos ya. Me gustan las redes sociales porque enriquecen en la medida en que aportan debate, reflexión. Me gustan menos en la medida en que todo acomplejado que está en su casa y no sabe a quién insultar se desahogue con quien encuentra en las redes. Ahora cualquier persona se convierte en informador gracias al teléfono móvil. Y hay que tener en cuenta más fuentes. Eso sí, tienes muchos más peligros de contaminar la información con fuentes falsas o informaciones no contrastadas.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de su carrera como periodista parlamentaria?
-El más difícil, por doloroso, fue el discurso de Pilar Manjón en la comisión del 11M. Esa sensación de que aquella comisión que tenía que ser la comisión de la verdad se dedicara a ser la comisión de la vendetta donde estaban ajustándose cuentas los partidos: uno no reconocía la victoria del otro, el otro no reconocía la forma en que había actuado el anterior. Fue un momento muy delicado por la sensación de desapego con la que realmente se estaba hablando allí. Se trataba del drama, de la muerte y de la vida en las condiciones del dolor, de la ausencia de los que no están.