HAY cierta contradicción en hacer de La que se avecina una serie de salidos y salidas. Un chiste permanente de cuernos y polvos de difícil explicación para el público infantil que lo consume por inercias del horario más que por decisión propia. Los padres se ven entre la espada y la pared. Y es que, a estas alturas, uno se vuelve a plantear el imponer que sus hijos sean testigos de la sucesión en cascada de flirteos sexuales y el patetismo como filosofía asumida por la gran parte de los personajes que esta serie propone. Y está claro que el horario no puede ser ya una excusa que alguien se la crea. Para empezar porque la serie se repite a cualquier hora en las cadenas de la TDT que posee el grupo. Tiene que ser de mucho mérito desviar la atención de los pequeños de la tele cada vez que en La que se avecina aparezcan escenas de contenido sexual. Tanto mérito como la cazada que le hicieron a Rajoy el día de la Constitución. Mariano leyó íntegramente el discurso apartando continuamente la mirada de la cámara para leer el texto. Un plano que habla muy clarito sobre su escasa capacidad para memorizar textos y tampoco para darle cierta conexión. Tiene que mejorar ese apuntador que le hace huir de la cámara como un delincuente.
Aunque para huida, la de Punto Pelota. Un espacio que además de echar a Pedrerol ha renovado a todos los colaboradores. Bien es cierto que nunca se caracterizó por la objetividad de los comentarios. Más bien sus protagonistas lo eran por ejercer de madridistas o del Barça. Un discurso aburrido pero que sigue dando mucho juego. Puestos a apartar a los niños de la televisión, no está claro de qué tipo de programas. Unos por exhibicionistas y punto pervertidos; para que no imiten la lectura estrábica o para que no te salgan culés, o lo otro, que todavía es peor.