COMO el asesinato de Allende, la televisión también cumple años cada 11 de septiembre. Exactamente 40 desde que las tropas de Pinochet ensangrentaron las calles de Santiago y entre otros cientos asesinaron al presidente de Chile. Años después un 11 de septiembre dos aviones secuestrados se inmolaron contra las Torres Gemelas. Un acto que pasó de ser noticia a alcanzar la metáfora de la muerte seguida por media humanidad en el directo. Quién no recuerda aquellas inquietantes escenas tomadas desde el exterior de una de la torres de la que salía una persistente humareda en la primera hora neoyorquina. Aquí la noticia del choque de un avión nos tocó a la hora de comer. Justo cuando los informativos abrían su lata de conservas informativa. En aquella ocasión el instinto de los realizadores y la notoriedad de Nueva York hizo que se aguantara aquel plano y el mundo fuera testigo directo del segundo avión que se estrelló contra la otra de las torres; corroborando los peores presagios que se habían barajado.

Tras el posterior derrumbe del World Trade Center, el 11-S quedó marcado a fuego en la memoria de la humanidad. Millones de personas se acordarán hasta su muerte, qué hacían, dónde y con quién se encontraban. Aquella fue una metáfora de acero y fuego como barruntada pero no escrita por Federico García Lorca. La tele -con aquellos planos generales en los que no aparecía el sufrimiento- nos hizo intuir al resto la tragedia que albergaban aquellos edificios humeantes mientras se desplomaban. Hace 40 años, un día como hoy, el mundo se fue enterando del magnicidio chileno contra Allende y su pueblo. Y hoy hace 12 años que se realizó la mayor epopeya de la televisión jamás filmada. Una fecha de muerte pero también de esperanza. ¿No?.