ESTÁ claro que Telecinco va a exprimir hasta límites insospechados su afán de ganar a costa de los reality. Esa obscena manía de desnudar en público a diferentes personas que toman la decisión de abandonar su intimidad y pasar a ser personajes del dominio público televisivo.
El pasado martes estrenó Campamento de verano. Con Sonia Ferrer y el hijo de Joaquín Prat, del mismo nombre. Ni qué decir tiene que Telecinco ganó con esta nueva entrega al resto de las cadenas. Hay ya una buen número de personas que han descubierto que ejercer su profesión es más lucrativo si antes la gente te reconoce. Eso ha debido pensar la escritora Lucía Etxebarría, a quien últimamente se le podía ver opinando sobre lo divino y lo humano. Pero comienzan a ser legión quienes opinan que necesitan un paso por televisión para subir caché. Estos nuevos profesionales de cualquier materia parecen asumir que quien no sale en televisión no existe. Y puede que no les falte razón. Telecinco confecciona programas en los que actores con su venia hacen de jueces que imparten justicia. Periodistas que simulan ser abogados y concursantes que presentan programas. Se han inventado un mundo en el que imponen sus reglas.
Lo cierto es que ese mundo tiene el número de espectadores suficiente como para que les resulte rentable publicitariamente. Dicen que hasta los boys scouts se han quejado de la imagen que da Campamento de verano. Una manera de estirar hasta más allá de lo razonable su gallina de los huevos de oro. Claro que tanto ir de aquí para allá con el cántaro se les puede caer y romperse el invento. Aunque por los datos parece que este no va a ser. La televisión del verano vive de refritos y repeticiones. Demasiado fácil para estos profesionales del exhibicionismo. Creadores capaces de convertir a un escritor en patético personaje.