LA infidelidad es una de las constantes de la programación televisiva. Lo hemos visto ahora cuando Amar en tiempos revueltos abandona TVE para acostarse en las alcobas de Antena 3. Claro que también existe el repudio. TVE dejó plantado el Mundial de Motos y lo puso en los brazos de Mediaset que ha sabido sacarle partido hasta conseguir que varias de las carreras se convirtieran en líderes de audiencia del fin de semana. A cambio, eso sí, de que los espectadores tengan que tragarse la mitad del tiempo en publicidad. Ahora que ya hay dispositivos que te avisan de cuándo comienzan y acaban los anuncios supongo que también tendrá que cambiar el negocio televisivo. Vamos que las televisiones tendrán que jugar al gato y al ratón con los espectadores con el fin de que estos no les dejen plantados y vayan con una café cualquiera en cuanto suena la alarma que indica anuncios. Si estos artefactos chivatos se imponen me pido uno que avise cuando la información está manipulada. Un pitido si los informativos hablan de la propaganda de los gobiernos, dos pitidos cuando los pesebristas de los medios afines con el poder se meten con los sindicatos negándoles la posibilidad del derecho a la huelga. Las aplicaciones de los móviles van tan lejos que pronto más que eliminar la televisión llevaremos todos una en el móvil. Algo que alargará hasta el infinito las posibilidades del mundo audiovisual al entrar en interacción con los ciudadanos. Todavía los grandes consumidores de televisión siguen siendo las personas mayores apostadas durante todo el santo día en el salón o en la cocina, lugares donde tenemos por costumbre tener un monitor. En poco está que la tele la llevemos siempre encima y ese puede ser el final de la comunicación. Nuestra mayor infidelidad será la que les hagamos a los nuestros cambiando la conversación por la atención a la caja tonta.