UNA niña inglesa de nueve años demostró las posibilidades de éxito que tiene un aprendiz de reportero. Sacó una foto con su móvil a la bandeja de comida y luego la subió a Twitter. Había dado en el blanco. La foto mostraba en su cruda sencillez que la suya era el mejor ejemplo de comida basura: gusanitos, croquetas, hamburguesa y de postre magdalenas ademas de un polo de hielo. Su éxito arrollador (aquí lo llaman trending topic) hará que muchos niños del resto del mundo se metan en el peligroso mundo de intrépidos paparazzis. Algo que no recomiendo a nadie por las pésimas condiciones de vida y el escaso valor que les conceden los medios a la gran mayoría de las fotos. Si los niños grabaran lo que ven por televisión tendríamos una dieta televisiva similar a la fotografiada por la niña inglesa. Está claro que el horario infantil no se cumple y que muchos chavales tienen tantas posibilidades de ser espectadores de programas que no deberían ver, que ya vale. Se legisla para que las cadenas no emitan contenidos no aptos para el público infantil y no se controla para que se cumpla. Los responsables de lo que ven los niños tienen la misión imposible de creerse el horario protegido a sabiendas de que nadie hace nada por cuidarlo. Tienen que ser ellos los que corten. Si esta protección no se toma más en serio lo normal es que se librara a las cadenas de prohibiciones y que hubiera mecanismos para inhibir la visión de determinadas canales por la elección de los padres. Un minuto de reflexión. Así sin pensarlo mucho: ¿qué programas eliminaría sin dudar para mantener al margen de sus excesos a los pequeños? Pues eso. Ya el horario infantil es papel mojado. Pues habrá que comenzar a hacer el listado para borrar algunos canales del mando a distancia. No queda otra. Eso y que se haga público.
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