Vitoria. Ernesto Alterio (Buenos Aires, 1970) da vida a Carlos en la miniserie Marco, que hoy emite sus dos últimas entregas en la noche de Antena 3. El primer capítulo emitido el pasado lunes funcionó muy bien a nivel de audiencias y los espectadores apostaron por el recuerdo de una historia que tuvo su versión en dibujos animados en la década de los 70.
¿Cómo ha sido la grabación de 'Marco'?
Muy interesante. Me ha gustado mucho mi papel de Carlos, un asistente social. Es un personaje ambiguo. A los ojos de los espectadores soy el malo.
Es su protector, ¿no?
Sí, pero ellos no lo entienden así. Entienden que quieren separarles de la posibilidad de encontrar a su madre. Él obra según lo que opina que está bien; dos niños no pueden estar solos en la calle porque les puede pasar cualquier barbaridad. Tienen que estar en un centro de acogida. Es el terreno en el que me he movido con en el personaje. Pero al final acaba dudando.
¿Cuál es la duda?
Él empieza creyendo en las bondades del sistema de los servicios sociales y del papel que interpreta en la vida de estos niños y al final termina cuestionándose si hace bien metiéndose en la vida de la gente y no aceptando sus decisiones.
¿Vio la serie de dibujos animados?
Sí, pertenece a mi generación. Tengo recuerdos nebulosos, pero sí sé que me angustiaba mucho, pero estaba enganchadísimo y no podía dejar de verla.
¿Cuánto tiempo hacía que usted no trabajaba en televisión?
Un par de años, cuando grabamos la serie La chica de ayer.
Una pena que no hubiera segunda parte...
No tuvo mucha incidencia en la audiencia y la cadena tomó sus decisiones, para mí si fue una pena porque creo que estaba muy bien hecha.
¿Se ha vuelto impaciente la televisión?
Siempre ha sido impaciente, pero ahora cada vez más. Es lo que no me gusta de la televisión. Todo lo que tiene que ver con competir, con ganar a otra cadena y ser los primeros no me gusta, no me apetece. Pero es cierto que todas las empresas toman las decisiones en base a unos resultados. No nos gusta, pero es lo que al final hace que tengas trabajo o no. En ocasiones, las televisiones están más empeñadas en ganar a la competencia que en hacer las cosas bien.
Carlos es humano, buena persona, quiere a los niños… ¿Cree que al público le atraen esos papeles de chico bueno de la película?
Yo creo que sí. Es cierto que los papeles de malo son también muy agradecidos y muchas veces muy agradables de hacer porque sabes que tienen un punto de atracción alto. Pero el misterio de mi profesión es saber conectar con la gente. A un actor lo que le toca, sea el personaje malo o bueno, es que la gente lo entienda y lo quiera o se divierta con el personaje. En este punto, Carlos también tiene su antagonista y eso resulta simpático.
Los Alterio, todos actores. Usted no podía ser otra cosa, ¿no?
A mí me venía de serie. Estaba en mis genes. He visto actuar a mi padre toda la vida, después fui yo y luego Malena, mi hermana. Es una maravilla poder compartir con ellos los misterios y los gozos de esta profesión.
Coincidió con su padre en una serie, pero ¿habría la posibilidad de ver a los tres en un mismo escenario?
Sería estupendo. Me gustaría mucho y creo que a mi padre y a mi hermana también. Coincidí con mi padre en una serie que se llamaba Viento de agua. Pero coincidimos en el mismo personaje, yo interpretaba al joven, así que no logramos coincidir físicamente en la grabación. Transcurría en dos épocas diferentes, yo era el pasado y él era el personaje actual.
Hablemos de su padre, Héctor Alterio.
Es un actor que me encanta. Ha trabajado toda la vida en esto. Empezó en Argentina y cuando se tuvo que ir de allí, cuando no volvió, siguió haciéndolo y partiendo de cero en otro país. Es un gran actor y un gran hombre. De él he aprendido muchas cosas.
¿Qué significa Argentina para usted?
Significa el país donde nací y al que vuelvo siempre que puedo. Tengo la posibilidad de volver todos los años a trabajar allí. Hay una gran parte de Argentina en mí.
¿Se trabaja de forma diferente?
Hay muchas coincidencias con España, pero también tiene muchas diferencias. El mundo de la interpretación ha sido diferente en Argentina. Cuando en España había una cerrazón a lo exterior que tenía que ver con el franquismo, en Argentina había mucha apertura… Aquí esa apertura llegó mucho más tarde. Esa apertura llegó casi con la generación de actores a la que pertenezco, más o menos con la anterior a la mía.
¿Qué ciudad prefiere para vivir: Buenos Aires o Madrid?
He crecido aquí, me he criado en Madrid. No sé si ahora sería capaz de vivir en Argentina. Pero me encanta ir y pasearme por las calles de Buenos Aires. Si pudiera elegir, combinaría los dos sitios. La verdad es que a mí me gusta mucho viajar, no solo a Argentina, me gusta pasar tiempo en otros lugares, conocer a su gente y pasear por sus calles. No soy de quedarme mucho en un solo sitio.
¿Qué proyectos tiene para 2012?
En enero retomo la gira con una obra que estrenamos en el María Guerrero, Yo, el heredero. Estaré dando vueltas con esta función hasta abril. Tengo también para estrenar dos películas: La montaña rusa, de Emilio Martínez Lázaro, y Francia clandestina, rodada en Argentina, es del director Benjamín Ávila… Tengo proyectos para el cine, pero nada es seguro por el momento. Así que mi máxima ocupación va a ser la obra de teatro.
¿Es el teatro lo que más le gusta?
Me atrae mucho el show en vivo. El contacto con el público -lo decimos todos los actores-, es mágico. Aunque yo lo que más he hecho es cine, pienso que donde más crezco como actor es en el teatro. Me gusta mucho esa respuesta inmediata y directa de la gente.
¿Tiempos difíciles para la profesión?
Son tiempos difíciles para el mundo en general. Son momentos de mucha ambigüedad, incertidumbres y miedos que se traducen en una serie de actuaciones que afectan a todo: las relaciones personales, tu día a día, el miedo con el que te enfrentas a lo que va a pasar, porque no sabes lo que va a pasar…