Vitoria. No hay mal que por bien no venga. Aferrándonos al tópico -aunque a los fans de los salientes no les valdrá-, la definitiva huida del cartel de Azkena Rock Festival de la banda Danzig no deja de ser una buena noticia para muchos. Porque, a pesar de que no será aquella legendaria formación de los setenta, los seguidores del festival podrán disfrutar del repertorio de una de las bandas más míticas del rock, Thin Lizzy. Y, si no les suena, al menos si lo hará uno de sus temas, The boys are back in town.

Porque, efectivamente, los irlandeses están desde hace unos meses de vuelta, y la cancelación de uno de sus conciertos en Leipzig ha permitido el fichaje de última hora del grupo que fundara -y capitaneara- uno de los iconos del hard rock, el bajista y cantante Phil Lynott.

Todo comenzaba allá por 1969. En ese mismo año en que el hombre llegaba -si nos fiamos- a la luna, un joven dublinés -hijo de brasileño e irlandesa- montaba una banda de rock con múltiples influencias. Por el lado vocal, entre otras, la del emocional Van Morrison. Por el musical, también con múltiples sabores, la de Jimmi Hendrix, del que comenzaron realizando varias versiones. Pero Thin Lizzy tenía algo más reservado dentro. No era sólo un grupo de covers.

Ni sólo un grupo con ecos de folk, porque blues, sonidos progresivos y la onda latente del hard rock -led Zeppelin y compañía- alimentaban sus poros. Daban forma a las composiciones de un Lynott que se movía entre la rebeldía y la poesía, mixtura que daba carta de presentación a su sonido. Mientras todos los puestos de la banda rotaron a lo largo del tiempo -destacando al intermitente pero esencial aportación del recientemente fallecido Gary Moore-, él siempre estuvo al frente del proyecto, aunque la muerte se lo llevó -cómo no, por excesos- a los 36 años, dejando legado imborrable y escultura a tamaño real el el centro de la capital irlandesa. Sí, sí, a lo Molly Malone.

Pero, antes, sucedieron muchas cosas. Antes, Thin Lizzy -juego de palabras con el personaje de un cómic, dicen- conectó con el gran público a través de su single Whiskey in the jar, versión de un tema tradicional. Una canción que junto a The hero and the madman, The rocker o la archiconocida The boys are back in town compone el paseo de la fama de su repertorio, que alcanzó la cúspide con dos álbumes, el referencial Jailbreak y el directo Live and dangerous.

Vivian Campbell (guitarra), Marco Mendoza (bajo), Rick Warwick (voz y guitarra), Darren Wharton (teclados), Scott Gorham (guitarra) y el fundacional Brian Downey (batería) componen ahora la extensión del trío germinal, tras los sucesivos retornos del proyecto desde el año 1999. Nunca hay que lamentar las bajas, pero la de esta ocasión acarrea un alta más que aceptable.

Danzig suspendió por primera vez su actuación en el Azkena Rock Festival hace más de un mes, incumpliendo el acuerdo inicial. En ese momento, desde la organización del festival se realizó un esfuerzo por mejorar la oferta para mantenerlos en el cartel y el grupo de metal estadounidense -Glenn Danzig al frente- aceptó. Un sí que ha demostrado no serlo, ya que, a tan sólo unos días del festival, la banda se vuelve a echar atrás sin dar ningún tipo de explicación y de forma unilateral. “En estos momentos el festival está meditando adoptar medidas legales contra la banda, que consideramos ha faltado al respeto al público del festival y al propio ARF”, apuntan desde la organización. Menos mal que al rock le sobran efectivos.

Los más melódicos apostarían por Van Morrison -que ya visitó Gasteiz-, los más mainstream por U2, y los más rockeros por el irrepetible Rory Gallagher. Pero el último trébol del césped gasteiztarra no desmerece, al menos, en leyenda.