ES difícil saber de quién es la culpa de que la Justicia forme parte del espectáculo televisivo. La movida ya comenzó cuando detuvieron a la Campanario hace cinco años. El motivo: su implicación en una trama de pensiones falsas. Ayer, cerca de 100 medios aguardaban a las puertas de la Audiencia provincial de Cádiz, que es donde ha comenzado el llamado Caso Karlos, cerca de 30 acusados que, en su mayoría, han pactado sus penas con la Fiscalía. La Campanario no. Así que la procesión de ayer delante de las cámaras es una forma más de trabajarse el protagonismo. Una faceta que tiene en esta familia los más cualificados profesionales del tema. Lo que no se termina de entender es cómo las marcas, que se juegan su prestigio también en los huecos que la programación deja a la publicidad, quieran verse envueltas en este espectáculo dantesco. Resulta que en el último año se echaron un millón de minutos de publicidad por televisión. En su mayoría spots de los de 20 segundos, aunque también algún publirreportaje como aquellos grotescos que hablaban de Nueva Rumasa y pedían participación a nuevos accionistas que pusieran un poco de pasta para sus rentables empresas. La publicidad en televisión ya no funciona por ser el medio que más que notoriedad ofrece. Lo que busca es el éxito inmediato. Y puede que eso explique que se recurra a los presentadores de los informativos. Si Matías Prats era hace poco tiempo una excepción en lo de actor publicitario, hoy la mayor parte de los presentadores de las noticias anuncian marcas y servicios. Algo huele a podrido en la publicidad televisiva. Lo mismo gira entorno a los juzgados o anuncia empresas fraudulentas que mantiene la doble personalidad de muchos presentadores de televisión.
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