LOS adictos a los Simpson tenemos mucha paciencia; tanta que ya ni nos molestamos en pensar que el capítulo que reponen ese día nos lo sabemos de memoria. Ahora prometen novedades para la nueva temporada pero casi nos da igual; escucharlos mientras se hace la comida es como oír una letanía a la que te has acostumbrado. Quizás esa afición por lo conocido tenga su explicación. Es posible que los espectadores de televisión acabemos perdiendo la curiosidad por las novedades y nos guiemos por la frase de "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Así el cambio de David Cantero de TVE a Telecinco tiene algo de repetición. No se ficha a una estrella, si no a alguien que los espectadores aceptamos con cierta resignación. Nadie se explica por qué los informativos de TVE son líderes. De alguna manera, preferimos que las tragedias nos las cuenten de esa forma cansina como en TVE saben hacerlo. Y en general, los informativos se han convertido en unos bustos parlantes sin conversaciones con otros compañeros. Dan el nombre del corresponsal y luego se despiden de ellos cerrando cualquier posibilidad al fallo técnico. Desde luego los informativos han ido dando pasos atrás en la interactividad. Cuando hace una década veíamos aquellas charlas con los reporteros desplazados al lugar de la noticias se notaba periodismo e inmediatez. Ahora lo que se usa son entradillas ya grabadas que los periodistas clavan porque han podido repetirlas. La sensación que uno tiene cuando enciende un informativo de televisión es que se parece mucho al de ayer. La culpa: ese estilo uniforme según el cual lo mismo te cuentan un atentado de talibanes en Afganistán que la caída de un punto en el Ibex. Algo parecido al álbum de los Simpson, da la impresión de que ya tenemos repetidos varias veces todos los cromos. Pero da igual.