Lisa Corcóstegui (Reno). Comenzó a elaborar el árbol genealógico de su familia junto a su cuñada y, después de abrir el proyecto a la comunidad vascoamericana tiene una base de datos con 60.000 entradas. Foto: Borja Guerrero

Bilbao - Su pasado es hoy presente para otros y futuro para todos. Allá donde estén. Por eso la experiencia propia y aprendida de las generaciones actuales de la diáspora vasca es clave para atender y entender los flujos migratorios forzosos que a diario se suceden en distintos puntos del planeta. Esa es una de las encomiendas que desde ya trabajan en el centenar largo de centros vascos repartidos por el mundo. Las aportaciones del llamado octavo territorio servirán para concretar las relaciones presenciales y virtuales con la casa madre. También aspiran a convertirse en un compendio fidedigno de valores (solidaridad, constancia, humildad, esfuerzo, coraje) que pueda ser reproducido por otros gobiernos -europeos por ejemplo- pasivos ante la realidad de la frontera sur: jóvenes que abandonan su hogar porque sienten que las perspectivas que allí tienen son insuficientes.

Porque Euskadi quiere devolver lo que recibió, sin pedirlo, hace más de un siglo. Quiere ser tierra de acogida, de oportunidades y esperanza como lo fueron otros lugares para esos miles y miles de vascos que también se vieron obligados a abandonar su hogar para irse a Australia, Filipinas, Estados Unidos, Venezuela, Argentina, México,... “Todo lo que hagamos ahora será fructífero para el mañana”, dijo en 1956 el lehendakari José Antonio Agirre en el primer Congreso Mundial Vasco.

Ayer, seis décadas después, esas palabras eran recuperadas y actualizadas por el lehendakari Iñigo Urkullu durante la apertura del VII Congreso Mundial de Colectividades Vascas. A esta cita -que concluirá mañana- acuden 120 representantes de euskal etxeas de 21 países que propondrán al término del mismo un documento de conclusiones que será recogido en el Plan Cuatrienal 2020-2023 a desarrollar por el Gobierno Vasco. Este encuentro ha servido también para presentar públicamente -en casa y a estas delegaciones- los primeros pasos del Archivo de la Diáspora Vasca y pedir su colaboración para “enriquecer la historia del Pueblo vasco” donando fondos originales -incluidos objetos- o para hacer una copia digital de fotografías y documentos como cartas, revistas,.... El más antiguo, ilustraba Gorka Álvarez (director para la Comunidad Vasca en el Exterior) data de 1857: un salvoconducto a un ciudadano de Gipuzkoa para salir del virreinato de Cuba [colonia española] que puede ser contemplado en la sede del Archivo de Euskadi, en Bilbao.

Precisamente allí tuvo lugar el pasado sábado 28 una anécdota histórica compartida ayer con DNA por su protagonista, Pedro Javier Arriaga Aguirre. Veterinario venezolano con antepasados en Gernika (Mateo Arriaga su abuelo) y en Erandio (Juana Gerrikaetxebarria su abuela) descubrió en este edificio en una exposición -El exilio vasco tras la guerra civil- una foto en la que aparece su tío José asomado en la ventana del tren que toda su familia tomó en Baiona en 1939 para embarcarse en el paquebote Cuba.

Una sorpresa familiar “Di tal grito de alegría que las pocas personas que estaban en la sala se acercaron preocupadas para saber si me había ocurrido algo” relata todavía emocionado este fotógrafo y periodista por afición, socio del Centro Vasco de Caracas donde lleva las riendas del boletín Jazoera. “Es que es mi tío” insiste mientras toquetea la instantánea. “Mi padre Antón era más tímido y estaría dentro con la familia. Pero es que mi tío era un salido como decimos allí”. En cuanto recuperó la calma, sacó una foto con su smartphone y la envió a su familia al otro lado del charco. Es el octavo hermano, así que los comentarios de felicidad y entusiasmo desbordaron los grupos de mensajería instantánea.

“Uno de mis hermanos, Antonio, que es más chismoso y mejor fisonomista que yo, seguro que es capaz de identificar al resto de personas que aparecen en el tren y en la estación”, apostillaba. Y es que, tal y como subrayaba Pedro, el grupo de ciudadanos vascos -82 personas, según cuentan las crónicas- que salió en aquel tren hacia Le Havre y que luego subieron al Cuba mantuvieron las relaciones como en casa cuando llegaron a destino. “Tengo fotos y documentos de todo aquel viaje, pero no tenía constancia de esta. Por eso mi alegría”, telegrafiaba al tiempo que pensaba en esas otras familias que podrán disfrutar de otro recuerdo más de sus antepasados. Porque la memoria es una de las llaves del progreso, reza uno de los lemas del Archivo de Euskadi. Y la comunidad, la cultura, la identidad,... Porque allá donde desembarcaron, las familias vascas y sus costumbres fueron acogidas con naturalidad, admiradas incluso por los nativos. Ahí está el frontón levantado en Boise en 1914, envidia para los autóctonos, recordaba ayer Lisa Corcóstegui, vascoamericana de Ontario y residente en Reno (Nevada).

“Hoy damos continuidad a esta cadena que nos une y nos fortalece como Pueblo en un mundo cada día más abierto y global”, resumía el lehendakari. Por todo ello, emplazó a los presentes a reflexionar sobre qué puede hacer Euskadi por las colectividades vascas “y que nos aportéis, desde vuestra experiencia y trayectoria, las sugerencias y propuestas”. En este sentido, Urkullu insistió en que Euskadi “debe prepararse como país para hacer frente a las nuevas migraciones, en integrarlas en la sociedad vasca porque Euskadi ha sido siempre un país que no ha dejado de salir al mundo. La experiencia y el encuentro internacional nos enriquece como País. Este Congreso Mundial es una oportunidad”, zanjó.

Yuichi Shuimanuki (Tokyo). Se enamoró de la cultura vasca allá por 1979, cuando viajó a Algorta para cumplir su sueño de ser futbolista profesional. No lo consiguió, pero sí que ha logrado ser otro vasco más. Foto: Borja Guerrero