Bilbao - Ni son iguales ni tampoco quieren serlo. Cada país y cada comunidad humana tiene una realidad propia, un modo de afrontar la vida y también la muerte. El mundo es diverso en lo cultural, lo étnico, lo religioso... Todos coinciden, eso sí, en querer mejorar la calidad de vida y la atención a la población a través de servicios sanitarios, sociales, asistenciales y psicológicos. Un hecho que también preocupa y ocupa a la Organización Mundial de la Salud (OMS), empeñada desde hace tiempo en diseñar una hoja de ruta con prestaciones y servicios sanitarios básicos para que los países en vías de desarrollo [con ingresos medios-bajos] sean capaces de gestionar y administrar con garantías una sanidad más fiable e integral. Para 2023 se ha fijado la meta de servir cobertura sanitaria digna, apropiada y conveniente a mil millones de personas que viven en esa geografía desfavorecida del planeta. Un objetivo ambicioso en cuyo diseño y consecución trabaja desde hace tiempo un equipo de profesionales de países punteros en la materia como Holanda, Noruega o Reino Unido y Euskadi.
La OMS ha creado este Grupo de Asesoramiento Técnico para que tracen las líneas primordiales con las que poder ofrecer a la ciudadanía prestaciones básicas y, de paso ir construyendo la estructura de un sistema sanitario, inexistente en algunos países. Siempre teniendo en cuenta y adaptándose a las características de cada comunidad: demografía, enfermedades prevalentes, factores sociales y económicos... Y es que, cada uno de esos elementos [en solitario o combinado con otros] influye en el contenido de esos paquetes de servicios y prestaciones sanitarias, que no son iguales para todos. Deben ser flexibles y adaptarse a cada realidad y a cada cultura. Así lo explica a este diario la persona que, en representación de Euskadi, trata de poner las bases para que millones de personas en el planeta tengan una calidad de vida mejor gracias a una atención sanitaria digna.
Dice Iñaki Gutiérrez, director de BIOEF y también presidente de la Sociedad Internacional de Tecnologías Sanitarias (HTAI, por sus siglas en inglés), que efectivamente hay patologías que todos los sistemas tienen que cubrir: una apendicitis, una intoxicación alimentaria, el tratamiento de determinados cánceres... “Las características de un país africano, por ejemplo. Con población joven hoy en día y enfermedades transmisibles; pues el foco debería ponerse ahí. Si se tratara de una población más envejecida pues los parámetros serían otros, quizás como los nuestros”, apostillaba. El sistema sanitaria vasco también evoluciona como demuestran los cambios introducidos en el calendario de vacunaciones y lo seguirá haciendo en el futuro. El propio Gutiérrez anticipa que en un plazo de 10 años, los programas del cáncer de cérvix no serán generales sino para poblaciones de alto riesgo.
“Cuando nos preguntaban para definir y establecer una cartera de servicios básicos que puedan valer para todos los países, nos parecía difícil de hacerlo. Está más relacionado con conocer primero las características de los países para, precisamente, adaptar esos servicios a las necesidades de cada momento. Y tampoco vemos que las carteras de servicios tengan que ser inmutables”, insistía. Es importante, mucho, la cantidad del PIB que se destina al tratamiento de este tipo de prestaciones y al desarrollo de la estructura del sistema de salud, ilustraba. “Nosotros, por ejemplo, pivotamos sobre la Atención Primaria muchos de nuestros servicios, pero en el sistema de salud mundial hay otros muchos que no?”, describía. También los hay, enfatizaba Gutiérrez, que basan su sistema sanitario en las donaciones efectuadas por fundaciones extranjeras. En estos casos, el dinero se destina a programas concretos (malaria, dengue,?) pero no a organizar y consolidar el sistema de salud. “Si ese dinero fuera vehiculizado a la estructuración del sistema de salud para que pudieran afrontar esas crisis?”, avanzaba.
No es ese el único ejemplo que este club de expertos ha tenido sobre la mesa de trabajo. Por eso insiste en la importancia de conocer bien las realidades de cada sociedad. En otras latitudes una de las causas de muerte más frecuente está relacionada con los accidentes de tráfico, y en otros puntos del planeta con enfermedades cardiovasculares vinculadas a los malos hábitos alimentarios? “La intervención en salud en esos casos y el destino del dinero debería ir a concienciación, planes, educación a la población,?” enumeraba Gutiérrez. Otro aspecto a tener en cuenta y que muchas veces se pasa por alto es el cultural-religioso. “Para nosotros hay cosas que están muy asumidas como utilizar válvulas y membranas con tejidos de animales que, en algunos lugares, no son aceptables, las proteínas de vaca... Y eso es un hándicap”, apostillaba.
Y es que, tal y como ilustraba Iñaki Gutiérrez, “hay mucha interrelación entre lo social y lo sanitario. Es una decisión de cada país. Y es un poco difícil. Uno de los problemas para definir una cartera de prestaciones es saber primero de qué se quieren dotar como sistema. Por eso es muy diverso? No debería ser un paquete cerrado”, telegrafiaba. Una delegación vasca lleva tiempo asesorando a un par de países africanos: Uganda y Ghana. En este último, “la situación ha cambiado bastante. Antes no tenían prácticamente sistema de salud y ahora ya destinan entre un tres y un cuatro por ciento al sistema de salud y empiezan a jugar en otra liga. ¿Poco o mucho?”