Bilbao - Una de cada cinco parejas. Tal y como recoge la Sociedad Española de Fertilidad en su informe Fertilidad y reproducción asistida, en los países occidentales una de cada seis parejas (un 15%) experimenta dificultades para tener descendencia biológica y, según Nagore Uriarte, sexóloga y bióloga especializada en (in)fertilidades, esa cifra puede ascender hasta el 20% en el Estado español. La desconexión entre la vida biológica, la sociocultural y la pérdida de la calidad de semen son algunos de los factores que han incrementado estas situaciones en un siglo XXI en el que los países desarrollados se enfrentan cada vez a menores tasas de natalidad. ¿Pero qué es exactamente la infertilidad?
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) la infertilidad es una enfermedad del aparato procreador que se diagnostica cuando se mantienen prácticas coitales con eyaculación intravaginal sin el uso de anticonceptivo alguno y, tras un año de búsqueda activa del embarazo, se continúa sin lograrlo. En contraposición, la fertilidad sería la capacidad para llevar a término un embarazo. “Por tanto, muchas veces se trata de una situación pasajera”, explica Uriarte. Sin embargo, también destaca que es una etiqueta difícil de quitar: “Aunque finalmente la pareja termine con un bebé en brazos, siguen considerándose infértiles; más aún cuando para ello han tenido que recurrir a técnicas de reproducción asistida”.
Tradicionalmente se ha considerado la infertilidad un monopolio de la mujer. De hecho, todavía a día de hoy se sigue señalando como causa principal la edad cada vez mayor en la que las mujeres deciden buscar descendencia. “Posponemos nuestra maternidad para disfrutar más de nuestra juventud, para crecer en otros niveles y muchas veces, por pura necesidad. Pero hay que recordar que si tenemos el deseo de ser madres, esto se logra a costa de reducir nuestra tasa de fertilidad”, indica Uriarte. Después de todo, la probabilidad de embarazo mensual mediante el coito ronda el 25% a los 22 años, baja al 20% a los 30 y al 5% a los 40 -a partir de los 45, la mayoría no logra gestar con gametos propios-.
Aun así, a día de hoy también se estima que el hombre es responsable de entre el 25 al 35% de los casos. La edad también cada vez más avanzada en la que se busca la paternidad y los motivos orgánicos son algunas de las causas de la infertilidad en ellos, a la que habría que sumar la bajada en la calidad del semen, el mayor sedentarismo y unos hábitos de alimentación cada vez menos saludables. Asimismo, la ingesta de drogas o el estrés tienen un impacto considerable en la generación de espermatozoides -también sobre el ciclo menstrual-.
Tabú Social En una sociedad en la que está mal visto no ser feliz y mostrar públicamente una cara no tan amable de la relación, para Uriarte la infertilidad es un tabú social. “Cuando hablo con amigos siempre dicen que ha sido muy fácil, que es ponerse a ello y que a la primera lo han conseguido, pero ese discurso no lo sostienen las cifras que se manejan a nivel científico”. Además, en el caso de los hombres asegura que el diagnóstico de infertilidad puede ser incluso más duro de sobrellevar que en las mujeres, puesto que habitualmente se vive como una pérdida de virilidad. “Muchos prefieren cambiar antes de óvulo que de espermatozoide, porque piensan que si no participan con su muestra seminal el hijo no será completamente suyo”.
Por ello, Uriarte recomienda antes de buscar activamente descendencia reflexionar sobre qué significa ser padre o madre para uno mismo. De cómo se conciba tanto la maternidad como la paternidad variarán las opciones en el caso de vivir dificultades en la búsqueda del tan ansiado bebé. Para quienes su concepción se basa en los cuidados y el afecto, la adopción es una alternativa válida. Sin embargo, para quienes es importante ser la madre o el padre biológicos, no queda otra que optar por las diferentes técnicas de reproducción asistida.
La más sencilla y económica, con un 15% de embarazo clínico y un 12% de partos, es la inseminación artificial (IA). Consiste en depositar el semen “activado” en el útero durante los días de mayor fertilidad del mes. En cambio, en la fecundación in vitro (FIV) la unión del óvulo con el espermatozoide se realiza fuera del cuerpo y tiene un 41% de probabilidades de gestación y un 28% de parto. Muy similar es la microinyección espermática (ICSI), que únicamente se diferencia de la fecundación in vitro en el modo en el que se encuentran el óvulo y el espermatozoide. Por último, el diagnóstico genético (DGP), la técnica más invasiva y costosa de todas, evoluciona de la microinyección espermática y tiene una tasa de embarazo del 51% y de parto del 39%.
Teniendo en cuenta las muy diferentes opciones existentes, y resaltando que no todas sirven para todos los públicos, esta sexóloga y embrióloga especializada en infertilidades recomienda informase adecuadamente y recurrir a un asesoramiento que facilite la búsqueda de la tan deseada descendencia antes de haga mella en la relación. “Un año parece poco, pero cuando te metes en esa ruleta de intentarlo, ese año se alarga y muchas veces es más de lo que estamos dispuestos a llevar bien. Porque doce meses son doce intentos esforzándote para conseguir un embarazo, con los consiguientes doce fracasos vividos. Puede ser muy angustioso”.