donostia - Una decena de mujeres de distintas edades pusieron ayer de manifiesto con sus declaraciones un patrón de acoso sexual casi sistemático por parte del tatuador de San Sebastián que presuntamente abusó de muchas de sus clientas, una alumna de un curso de tatuaje y hasta la novia de un amigo, entre 2013 y 2018.
Un largo período que, según desvelaron estas víctimas en la primera sesión de la vista que se sigue contra del tatuador en el Juzgado de lo Penal número 2 de Donostia, comenzó con los primeros trabajos que realizó inicialmente en una vivienda del barrio de Bidebieta donde convivía con su esposa, y que continuaron después en el estudio que puso en la Parte Vieja de la ciudad.
En el ínterin también acosó y abusó presuntamente de la novia de uno de sus amigos que le había acogido temporalmente en otro domicilio de la capital guipuzcoana, del que lo expulsó tras conocer que había arrinconado contra la encimera de la cocina, desnudo de cintura para abajo, a su compañera, quien previamente había sufrido numerosas insinuaciones y a la que le había pedido que le enseñara el piercing que sabía que tenía en un pecho.
A pesar de la larga lista de afectadas, los hechos no salieron a la luz hasta que una de las últimas víctimas, en 2018, a la que le tocó las nalgas y su partes íntimas por debajo del pantalón, decidió relatar en las redes sociales su experiencia, después de que el acusado “se pasará” con ella y, tras “derrumbarse”, decidiera escribir una nota como “aviso” para que “otras chicas no fueran” al mismo lugar, lo que puso sobre su pista a la Policía Local de San Sebastián
Según relataron muchas de las afectadas, esta publicación en las redes sociales fue el detonante para que una docena de perjudicadas superaran el “shock” en el que quedaron y se decidieran a poner en conocimiento de la Policía lo sucedido para sentar en el banquillo de los acusados al tatuador, quien ahora se enfrenta a una petición de penas que suman 21 años y cuatro meses por parte de la Fiscalía de Gipuzkoa por distintos delitos de índole sexual.
“Me decidí a denunciar básicamente porque éramos muchas, porque si esto lo haces tú sola pues no pasa absolutamente nada. Ahí tienes a La Manada y otras manadas a tutiplén. Pero cuando ya es el peso de varias la cosa cambia”, describió gráficamente una de las víctimas al ser preguntada por la demora con la que se animó a denunciar lo sucedido.
Una tras otra, la decena de víctimas que testificaron ayer, mientras el acusado escuchaba oculto tras un biombo, describieron con rotundidad y toda suerte de detalles un patrón muy similar de abusos, algunos de mayor gravedad que otros, que se concretaban en halagos en tono “baboso”, comentarios indecorosos y tocamientos a los que supuestamente eran sometidas mientras estaban siendo tatuadas y que, como han relatado, algunas entre sollozos, les hacían sentirse extremadamente incómodas y vulnerables. A una de estas clientas, a la que días atrás había enviado un vídeo en el que se le veía a él mientras su esposa le hacía una felación, también le tocó los pechos, mientras la arrinconaba contra una pared y le ponía su miembro en la mano. Las víctimas de los hechos más graves lograron poner fin al acoso tras empujar al acusado y abandonar el lugar en el que se encontraban.
Uno de los testimonios más impactantes fue el de otra mujer que relató cómo decidió taparse el tatuaje que él le hizo porque su intención era que le recordara el nacimiento de su hijo. “Y no era posible que cada vez que lo viera se acordara de un pene y no de su niño”, señaló emocionada.
Está previsto que el juicio continúe hoy con la declaración de otras víctimas, testigos y el propio acusado, tras lo que las partes emitirán sus conclusiones e informes y quedará visto para sentencia. - Efe