Bilbao - Una conferencia de ministros de Cultura titulada Hacia una Baukultur de alta calidad para Europa fue la antesala para la declaración de Davos que persigue el bienestar de la ciudadanía europea a través del espacio que habita. Matxalen Acasuso, decana del COAVN, asegura que el compromiso de las instituciones con sus preceptos es necesario para que el planeamiento de las urbes sea holístico, teniendo en cuenta tanto aspectos de sostenibilidad medioambiental, como económicos y sociales. Y todo ello mirando hacia dentro. “El modelo expansivo de las ciudades está agotado, consumir espacio y recursos naturales para hacerlo todo nuevo no es viable”, señala la decana, quien aboga por hacer hincapié en la regeneración de lo edificado.

La declaración de Davos insta a fomentar un espacio construido de calidad. ¿Se levantaban edificios de más calidad en el pasado?

-Puede haber alguna actuación desafortunada, pero no diría que todo el pasado fue mejor o peor. Tiene que ver con una reflexión acerca de los peligros que puede haber si realmente no atendemos a la calidad. Hay muchos intereses cruzados en las ciudades y en su intervención. Tenemos el cambio climático y los aspectos sociales, ¿para quién estamos haciendo las ciudades y los edificios? No nos olvidemos del usuario final, y de que es la calidad integral la que importa.

¿Es un recordatorio de que también en arquitectura lo barato sale caro?

-Correcto. En arquitectura y en urbanismo, en el diseño de la ciudad.

¿Y se ha edificado demasiado pensando únicamente en el edificio?

-Todos los edificios se diseñan en base a un plan. Hay que intentar que ese plan respete los múltiples parámetros, no solo los económicos. Es importante que haya retorno de la inversión, pero hay que mirar que los espacios sean saludables, permitan a las personas disfrutarlos, que haya espacios seguros?

Porque revertir lo que se ha hecho mal siempre es más complicado.

-Claro, el coste de mantenimiento y reposición es mucho mayor que el de reflexionar mientras diseñas.

¿A qué hace referencia en concepto Baukultur?

-Baukultur se dejó en el idioma original porque en alemán tiene más potencia; es la cultura del habitar, del espacio de calidad. Significa que nos tenemos que acostumbrar a pensar que el espacio público redunda en nuestro bienestar.

Cuando se habla de valores culturales de un entorno en cuanto a su construcción, ¿qué se quiere decir?

-La cultura es el bagaje que va acumulando una sociedad para afrontar el futuro. Eso es lo que vale: cargarse de buenos ejemplos y actuaciones para abordar mejor el futuro.

Aluden a la necesidad de estimular la identidad cultural universal en Europa. ¿Se sobrentiende que hay características comunes, por ejemplo, entre Suecia e Italia?

-Quizás se refiere más a, dentro de la diversidad europea, diferenciarnos de culturas de otros continentes, que tienen otras políticas y situaciones. Las ciudades europeas, históricas y antiguas, nada tienen que ver con las americanas. La declaración de Davos es una idea que refuerza ese bien cultural europeo que nos identifica frente a crecimientos espontáneos en Dubai que surgen con otras premisas.

A nivel estatal, ¿el desarrollismo del franquismo fue un flaco favor?

-Sí, ahora todos los planeamientos de las ciudades miran hacia dentro, no mirando hacia fuera como en las décadas pasadas. Eso se acabó. Hay que mirar hacia dentro: recuperar cascos históricos, pensar cómo revitalizarlos? Muchos de los esfuerzos tienen que orientarse a la regeneración de todo lo que tenemos. Todo lo nuevo que construyas tienes que pensarlo a medio o largo plazo.

Anteponer los valores culturales a los beneficios económicos a corto plazo. Suena utópico.

-La industrialización, que era un avance, trajo un montón de contaminación. Se debe pensar en el avance económico, pero también en el medio social y ambiental, en las personas. Tiene que ser sostenible en tres aspectos: medioambiental, económico y social.

¿Es posible mejorar el paisaje urbano sin que ello suponga inversiones muy cuantiosas?

-Creo que sí, es ponerlo como objetivo. No solo en la construcción, con hacer una adecuado regulación de usos de espacios es suficiente.

¿Ello pasa por rehabilitar lo ya existente?

-Rehabilitar, regenerar? Sí.

Se defiende que se debe empezar por las zonas más degradadas.

-Son las más urgentes, sí.

¿Por qué?

-Porque lo necesitan más que otras, para compensar las inversiones pasadas en zonas más céntricas o porque generalmente en las afueras de las ciudades la calidad ha sido menos cuidada que en los centros.

Pero en los centros también hay zonas degradadas, y su rehabilitación favorece la gentrificación. ¿Dónde está el equilibrio?

-La gentrificación es un problema. Hay dos fuerzas que están en el ring: el control para que eso no ocurra y la necesidad de intervenir en esas zonas. El Ayuntamiento de Bilbao ha tenido problemas gordos por querer limitar los bares. Es un debate bastante complicado, por eso se debe entender el problema desde varios puntos.

La Baukultur busca aumentar la seguridad de los ciudadanos.

-Ahora hay mucha sensibilidad en las ciudades para que sean seguras para colectivos como las mujeres, los niños? Parece que antes la ciudad se diseñaba para un hombre, de 50 años, que se levanta y se va a trabajar.

¿Es un debate que el feminismo ha sacado a relucir?

-Es más evidente cuando el género se tiene en cuenta en el planeamiento. El diseño siempre tiene que ser diverso, inclusivo y equilibrado; el llamado diseño universal. No hay que centrarse solo en el género.

En cuanto a la sostenibilidad, ¿qué mejoras se podrían promover?

-Uno de los elementos que más impacto tiene es que los edificios consuman cada vez menos energía de manera integral; es decir, que no se limite solo a un cambio de ventanas. También los aspectos que tienen que ver con el tráfico o el transporte público: permitir otros vehículos que no tengan consumo energético, eliminar el uso de un coche por persona...

En la implantación de la Baukultur, ¿llevan ventaja otros países ?

-Podemos destacar otros países y otras regiones del Estado. Catalunya tiene una Ley de Arquitectura desde el año 2017. España está trabajando para tener una ley similar en la que se declare la arquitectura como bien de interés general. Francia también cuenta con una Ley de Arquitectura desde los 70. Es un elemento legislativo que ayuda a garantizar la ejecución del compromiso.

¿Es una asignatura pendiente del Gobierno Vasco?

-Sí, ya se lo hemos planteado.

¿Y a nivel práctico hay tantas diferencias con otros países?

-No, al tener las directivas europeas tan instauradas estamos en el mismo carro. Somos sensibles al cambio climático, a los problemas de la vivienda, a la regeneración urbana? hay mucho conocimiento. Sería un absurdo no adherirse a la declaración de Davos, de tan obvio que es lo que dice. El Gobierno Vasco ya nos ha dicho que se va a adherir, Nafarroa lo hizo antes de disolver el Parlamento.

¿Cuál es el papel del colegio en esto?

-Estos son conceptos interiorizados por los arquitectos, pero impactos externos u otros intereses impiden que los desarrollen. Ocurre con la sostenibilidad. La construcción bioclimática es antiquísima, pero ahora parece que hay un sello que dice que un edificio es bioclimático. Siempre hemos sabido orientar las casas y utilizar los recursos.

¿Hace falta un compromiso?

-Sí, y comunicarlo. La implicación no solo debe ser de los gobiernos, también de la ciudadanía.