El equipo Bisky Team, formado por un grupo de alumnos de la Escuela de Ingeniería de Bilbao, no le pone límites a sus sueños. Desde que el pasado año se uniesen para conseguir ser, dentro de unos años, los primeros universitarios de Europa en lanzar un cohete de fabricación propia al espacio, no han parado de trabajar. Si en septiembre del año pasado desarrollaron con sus propias manos el cohete Alpha, su primer prototipo hecho de cartón sólido y que alcanzó los 507 metros de altura, ahora han dado un paso más con Bravo, un cohete sólido elaborado con un tubo de PVC y fibra de vidrio, que voló lo más alto que pudo hasta superar los 700 metros.
Para poder hacerlo, todo el grupo al completo, acompañados por familiares y amigos, se trasladaron hasta el aeródromo de Dima, tras los permisos concedidos por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, el Ayuntamiento de la localidad vizcaína y la Diputación Foral de Bizkaia. Nerviosos pero ilusionados, pusieron sobre la mesa todos los materiales para hacer volar a Bravo, con el que probaron la electrónica que les ayudaría a alcanzar su reto. Ángel Gil, líder de Bisky Team, y Laura Burgos, son dos de los diez alumnos que llevan trabajando en el cohete desde octubre. Sin duda, meses de trabajos tras los que ayer vieron los resultados. “Hemos tenido bastantes complicaciones, sobre todo con el software, ya que hemos hecho versiones y pruebas porque hay cosas que no tienes en cuenta al principio”, admitía Burgos. Todos reunidos, pusieron en marcha el cohete bajo la atenta mirada de los asistentes. Y no fueron los únicos, porque cerca de ellos se encontraba un rebaño de vacas que ignoraban que cuando Bravo echase a volar, iban a salir huyendo, aterrorizadas por el sonido generado en el despegue.
En todo momento el equipo estuvo sincronizado. Es más, antes de disparar el cohete, Gil se encargó de que todo estuviese en orden. “Carretera cortada, cohete listo, campo despejado? ¡Podemos lanzarlo!”, gritó. Y llegó la hora. El estruendo no solo asustó a las vacas sino a las personas asistentes también. Todos miraron al cielo ya que el cohete, en su interior, llevaba un paracaídas que una vez en el aire debía abrirse para caer cerca y recuperar así la tarjeta SD que llevaba incorporada. “Con la SD podemos saber cómo ha sido el vuelo y si ha funcionado todo bien porque en tierra funciona todo, pero cuando vuela, por ejemplo, la antena pierde conexión”, explicaba Gil.
Los estudiantes de Bisky Team proceden de las especialidades de Industrial, Telecomunicaciones, Mecánica y el doble grado en Física y en Ingeniería Electrónica y trabajan en dos grupos. Unos se encargan de la simulación y electrónica, y otros, de los motores. Cada año, los jóvenes superan sus expectativas y están más cerca de lograr su objetivo; construir un cohete que alcance la llamada línea Karma, establecida a 100 kilómetros sobre el nivel del mar y que representa el límite entre la atmósfera terrestre y el espacio exterior. Sin embargo, para conseguirlo han de trabajar duro y experimentar en la creación de diferentes prototipos hasta dar vida próximamente a Cosmox, el proyectil que enviarán al espacio.
Bisky Team también está trabajando en M1, el primer motor híbrido íntegramente diseñado por este equipo de estudiantes de la Escuela de Ingeniería de Bilbao, que será el primero en construir un motor de propulsión híbrida a nivel estatal. Para finales de mes tienen previsto encender este primer motor.