donostia - Un preso en tercer grado, empleado en una contrata de limpieza viaria, y su compañero de trabajo pudieron evitar que una menor de edad se arrojase al vacío desde la muralla de Hondarribia en la madrugada del pasado 9 de mayo, a las 00.30 horas, según trascendió ayer a raíz de una misiva redactada en la cárcel por el preso y a la que tuvo acceso la agencia Efe, que difundió la noticia. Ni la empresa de limpieza, ni allegados del rescatador, preso en la cárcel de Martutene, ni el Ayuntamiento de Hondarribia quisieron hacer declaraciones ayer por respeto a la familia de la menor y lamentaron que esta noticia hubiese trascendido, según ha podido saber este periódico.
Incluso el propio recluso estaría, según reconoció a este periódico una persona allegada, arrepentida y asustada por la repercusión que tuvo su carta y por el hecho de que este caso haya saltado a los medios de comunicación. La noticia corrió como la pólvora por la villa costera, donde aún no ha terminado de cicatrizar la honda herida y el dolor que provocaron la muerte del joven Jokin, el adolescente que se suicidó en 2004 unos días antes de cumplir los 14 años, después de haber sufrido acoso escolar durante aproximadamente un año.
El episodio del supuesto intento de suicidio, confirmado por la propia Ertzaintza a este periódico, se produjo pasada la medianoche del miércoles día 8, ya en la madrugada del jueves (00.30), cuando la Policía autonómica recibió el aviso de que una adolescente, “al parecer, quería arrojarse desde la muralla de Hondarribia”. Sin embargo, la Policía no confirmó la identidad de sus supuestos rescatadores.
El relato de los hechos se recoge en la carta que escribió el preso y cuyos fragmentos se dieron a conocer ayer. Unas líneas que habría escrito en la propia cárcel, inducido por alguien, según señalaron a este periódico desde su círculo cercano. Este preso cumple condena en régimen abierto en el centro de Martutene, en Donostia, y trabaja desde hace 30 años en la misma empresa, que le conservó el puesto cuando fue detenido e ingresó en prisión.
De su puño y letra, según precisó la agencia Efe, que fue la que obtuvo esta carta, el recluso, que realiza labores de limpieza en horario nocturno en esa localidad, relató lo que sucedió la noche del 8 al 9 de mayo cuando, junto con otro compañero de trabajo, iba a recoger un contenedor de papel selectivo.
Según su relato, ambos escucharon gritos de una mujer. Cuando se acercaron a ella, esta les señaló a su hija, de doce años, que se encontraba al borde de la muralla, mientras su madre le decía que pensara en su hermana “y expresiones parecidas”.
“Un par de veces -continúa el preso-, se ha dado la vuelta, sin hablar, pero con una expresión dura y ojos de ausente. Yo me he asustado porque he percibido que la niña iba a tirarse”. Instintivamente, este recluso se habría subido a la muralla como pudo, apenas sin luz por donde tenía que escalar, y se acercó poco a poco a la chica “con la intención de hablar con ella y ganar tiempo”.
Pero cuando estaba a dos metros de ella, la niña le vio. “Yo no quería ser una amenaza para ella y me he retirado un poco intentando tranquilizarla”, aseguró el preso en la carta. Mientras, su compañero ya había subido por el otro lado y se acercaba, gateando, a la niña. Cuando ese operario estaba a apenas un metro de la chica, esta le vio, hizo un gesto de sorpresa y el recluso aprovechó para pedirle que estuviera tranquila.
medio segundo “En ese medio segundo que llamé la atención de la niña, mi compañero, de forma audaz, saltó y la abrazó por detrás. La niña empezó a forcejear, y como había peligro de que cayeran los dos, los agarré y tiré de ellos hacia mí. La niña cayó al suelo y la arrastramos unos metros para alejarla del borde. La inmovilizamos y llamamos a la Ertzaintza”, continúa la carta.
La Policía autonómica y los Bomberos, junto con los dos operarios, metieron a la niña en una cápsula para bajarla de la muralla. “Tanto la Ertzaintza como la madre de la niña nos agradecieron mucho nuestra actuación. Tengo que admitir que aunque fue un acto impulsivo, por lo menos no fue negligente”, concluye el relato.