donostia - Apenas quedan ya manos para salvar vidas en el Mediterráneo central. La labor humanitaria que desarrollan las organizaciones sociales tras el estallido de la crisis migratoria, que surgió como respuesta a la inacción de los estados miembros de la Unión Europea, recibió ayer un nuevo revés con la confirmación de una noticia que se temía: el Aita Mari no soltará amarras. Capitanía Marítima de Pasaia, dependiente del Ministerio de Fomento, ha denegado el despacho, lo que impide zarpar al atunero transformado en barco humanitario.
El giro del Gobierno central en política migratoria es evidente, alejado de los primeros gestos mientras eleva las trabas impuestas para rescatar vidas en el Mediterráneo central, la ruta más mortífera. Los responsables de la ONG guipuzcoana Salvamento Marítimo Humanitario, artífices de un proyecto que ha ido madurando con ilusión y esfuerzo durante el último año, recibieron la notificación ayer a mediodía.
Los argumentos que esgrime Fomento, y que vienen recogidos en un documento de tres folios que se les hizo entrega, son muy similares a los utilizados el lunes pasado para impedir zarpar al barco de la ONG catalana Proactiva Open Arms.
En ningún momento se ponen sobre la mesa cuestiones técnicas. Capitanía concluye que, debido al cierre de puertos europeos, el barco se acabaría viendo forzado a recorrer largas distancias con las personas rescatadas a bordo, lo que haría incumplir la normativa marítima.
En el razonamiento todo son futuribles porque, a diferencia del Open Arms, donde se tienen en cuenta hechos consumados, el Aita Mari ni siquiera ha tenido la oportunidad de iniciar misión alguna. Se trata de una denegación “preventiva”. Se da por hecho que el barco guarda similitudes con otros que han operado en la zona y que no han respetado la normativa internacional vigente. “De entrada, no es un barco similar. Este ha sido transformado. Pero sobre todo resulta sorprendente que no nos dejen salir cuando todavía no hemos tenido ocasión de hacer nada. Se basan en meras sospechas. Es inconcebible que asuman que hay náufragos. Y ante ello, como resulta peligroso que no se pueda garantizar su traslado a un puerto cercano y seguro, no se nos deje salir, abocando a estas personas a una muerte en el mar”. Iñigo Gutiérrez, vicepresidente de Salvamento Marítimo Humanitario, subrayaba ayer que el buque se ha sometido a pruebas muchísimo más exigentes de las que le corresponde por normativa legal. Pero sabe de sobra que el rechazo obedece a razones políticas. “En realidad es la confirmación de lo que ya nos temíamos desde que denegaron el permiso al Open Arms, mientras estamos hablando ya de 80 cuerpos recuperados en diez días. No sé como puede mirarse Pedro Sánchez en el espejo”, denunció en declaraciones a este periódico.
conflicto diplomático Dejar partir al Aita Mari mientras se acababa de bloquear al barco catalán parecía incongruente y, desde luego, habría abierto un conflicto diplomático que Madrid no quiere asumir. La constatación de que Italia y Malta han cerrado sus puertos han conllevado una revisión de la estrategia diseñada por el Gobierno a la hora de otorgar las autorizaciones.
No hace ni un mes que el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, aseguraba que la tramitación para autorizar al atunero vasco para salir a la mar sería cuestión de “poco tiempo”, ya que el proceso de estudio estaba prácticamente ultimado. “Confiamos, dijo entonces, que concluya satisfactoriamente mucho antes del plazo previsto”, dijo en el pleno del Congreso de los Diputados al ser preguntado por el diputado del PNV, Iñigo Barandiaran, sobre el motivo por el que estaba paralizada la tramitación. El diputado insistió en su petición, recordando que se habían recogido ya más de 150.000 firmas en change.org para pedir al Gobierno dejar zarpar al barco.
Nadie quería hacer ninguna lectura política por aquel entonces, aunque de puertas adentro había algo más que sospechas viendo cómo el Gobierno iba dando muestras de un cambio de criterio claro respecto a sus primeras decisiones entorno a las políticas migratorias. Lejos quedaban aquellas palabras del recién estrenado presidente dando instrucciones para que España acogiera al barco Aquarius en el puerto de Valencia. “Es nuestra obligación ofrecer a estas 600 personas un puerto seguro”, dijo entonces, tras la negativa de Italia a su desembarco.
El último aviso del giro que se venía gestando llegó el lunes, cuando el Gobierno bloqueó al Open Arms en el puerto de Barcelona. Desde el inicio de la política de cierre de puertos a los barcos de rescate de migrantes, Fomento le había permitido zarpar hacia el Mediterráneo central hasta en cuatro ocasiones sin que en ningún momento se pusiera en solfa ningún incumplimiento de la legislación internacional vigente.
El buque humanitario ha realizado una labor impagable, cubriendo largas distancias con rescatados a bordo, bajo unas circunstancias que en ningún momento fueron cuestionadas y que se han convertido ahora en el argumento para impedirle zarpar. Pero la “solidaridad” y la “defensa de los derechos humanos” de la que se hicieron gala inicialmente se han ido quedando por el camino. Hasta tal punto, que el mismo Gobierno que se prestó a acoger al Aquarius en Valencia ha acabado recibiendo el aplauso del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, tras el bloqueo del barco Open Arms. “Stop a los traficantes y a las ONG, también a la izquierda. En España se dan cuenta de que tenemos razón”, tuiteó el político ultraderechista.
El siguiente paso ha sido ahora bloquear el Aita Mari, una medida que sorprendió ayer al PNV. Cabe recordar que este proyecto humanitario ha sido defendido como estratégico y respaldado desde un inicio por el Gobierno Vasco, con una dotación económica de 400.000 euros.
Iñigo Barandiaran, portavoz jeltzale en el Congreso en materia de Fomento, se mostró “disgustado” tras conocer la noticia. Estamos, dijo ayer, ante una “decisión política disfrazada de excusas legales que no comprendemos”. El diputado lamentó que “se bloquee en puerto buques cuyo objetivo no es otro que proporcionar ayuda humanitaria en el Mediterráneo central”.