Donostia - El profesor de la UPV/EHU y doctor en Física Ricardo Hueso Alonso recibió hace unas semanas el premio Javier Gorosabel a la colaboración Pro-Am en Astrofísica, un galardón reconocido por la Sociedad Española de Astronomía (SEA) y que recompensa la colaboración entre astrónomos profesionales y amateur. El equipo liderado por Hueso, en colaboración con su colega Agustín Sánchez-Lavega -ambos profesores de la UPV/EHU-, lleva trabajando durante décadas en la observación de los planetas del sistema solar y la detección de impactos en los mismos.

¿Qué supone este premio?

-Recibir un premio con el nombre de Javier Gorosabel es un honor. Se ha recompensado el hecho de que colaboramos con un montón de gente amateur de Europa, Australia, Japón, Sudamérica, Puerto Rico, Hawai y el Norte de África, que nos permiten hacer un seguimiento de cómo se están comportando los diferentes planetas del sistema solar cada día. Trabajamos en el ámbito de todos los planetas con atmósfera, desde Venus hasta uno tan lejano como Neptuno.

¿Es habitual la colaboración entre profesionales y aficionados?

-En el mundo de la astronomía profesional está teniendo cada vez más relevancia este tipo de aporte que puede hacer un astrónomo aficionado con un equipo modesto desde su casa. Cuando realicé la tesis doctoral, en mi grupo ya era una tradición, porque la persona que dirigía el grupo de investigación, Agustín Sánchez-Lavega, trabajaba también en colaboración con aficionados desde el año 1980 y de hecho él empezó su carrera como astrónomo aficionado.

¿Y qué puede aportar un aficionado a la ciencia profesional?

-Los astrónomos aficionados invierten horas y horas de observación con sus telescopios y aportan unos datos que son muy importantes cuando son analizados por los profesionales.

¿Qué puede decirnos de Gorosabel, un científico que tiene dedicado un asteroide con su nombre, pero en Euskadi es menos conocido que cualquier jugador de Primera?

-Javier Gorosabel era un astrónomo profesional que falleció en 2015 a los 45 años. Era un hombre puntero en su ámbito y una persona muy, muy relevante en la astrofísica internacional. Que siendo un científico de Eibar, sea realmente un científico de talla internacional, habla del enorme valor de su investigación.

Creo que estudiaba las explosiones de rayos gamma. Ahí ya me pierdo.

-Las explosiones de rayos gamma son fenómenos muy, muy violentos: explosiones de estrellas, alejadas en el universo, que forman pequeños destellos de luz cuando los observamos de la Tierra. La física que hay detrás es muy complicada, pero la parte de observación es muy bonita y con un pequeño telescopio, un aficionado puede contribuir mucho. Javier Gorosabel era una persona carismática, capaz de movilizar a centenares de aficionados en todo el mundo. Cada vez que apuntamos nuestros telescopios hacia esos objetos lejanos, observamos fenómenos nuevos, que no podíamos imaginar y que queremos comprender.

Indíquenos un ejemplo de aplicación práctica en la Tierra a raíz de descubrimientos astronómicos.

-Todo el mundo ha oído hablar del invierno nuclear: cómo en el caso de que hubiera una guerra nuclear en la Tierra, las cenizas levantadas por las explosiones producirían un cambio climático que transformaría la temperatura del planeta. Esa teoría, que fue una idea muy importante para poner fin a la Guerra Fría en los años 80, viene del estudio de las tormentas de arena de Marte, donde ocasionalmente se desarrollan grandes tormentas de polvo. Ese polvo sube a las capas altas de la atmósfera, impide que la luz llegue a la superficie y hace que el planeta se enfríe. Y observando esas tormentas en los años 70, descubrimos cómo el polvo es capaz de cambiar el clima de un planeta por completo. Y se concluyó que una guerra nuclear congelaría la Tierra.

Y seguimos con los ojos puestos en Marte. ¿Por qué?

-Marte nos interesa mucho porque es el planeta que más podría parecerse a la Tierra y el cual aspiramos a poder visitar en algún momento del futuro. Sabemos que en el pasado hubo agua líquida en la superficie y, por tanto, la vida tuvo allí una oportunidad de poder surgir.

Hubo una oportunidad para la vida, ¿pero hubo vida realmente?

-Fíjate, en la misma época en la que sabemos que en la Tierra surgió la vida, sabemos que Marte era un planeta mucho más cálido y que en la superficie había agua líquida. Sin embargo, eso hace más de 3.000 millones de años y desde entonces Marte sigue perdiendo su atmósfera, se sigue enfriando y ya no tiene la posibilidad de tener agua líquida, de manera que no encontramos vida hoy en día en Marte, pero no podemos descartar que hubiera surgido en el pasado. Y si surgió, quizá en algún lugar del planeta, pudiera haberse adaptado algún ecosistema y es lo que se está investigando.

Supongo que nunca un tipo de vida semejante al ser humano.

-Estamos hablando de formas de vida microbianas, muy básicas, que es lo que esperamos encontrar del análisis de rocas de Marte. Sabemos que ese agua líquida se desvaneció en un periodo de tiempo que no es compatible con la evolución tan larga y necesaria para generar formas de vida inteligentes. Piensa que la vida surge en la Tierra hace más de 3.000 millones de años y las formas de vida inteligentes capaces de modificar su entorno, como nosotros, hemos surgido hace cuatro días, como quien dice. Marte perdió esas condiciones de habitabilidad hace mucho tiempo.

¿Qué me dice de Oumuamua, ese asteroide que algunos dicen que puede ser de origen extraterrestre?

-Es una hipótesis que han lanzado un par de investigadores, pero es una idea muy especulativa y que no tiene mucho soporte basado en las evidencias. Lo que pensamos es que Oumuamua es un objeto natural, que puede haber muchísimos que vienen del espacio exterior, y gracias a esos objetos tenemos la oportunidad de entender cómo se forman los planetas alrededor de las estrellas. Pero eso no significa que sean mensajeros de civilizaciones extraterrestres que nos están investigando y creo que esa especulación es un poco desafortunada.

Y siguiendo con los asteroides, ¿podría uno acabar con la Tierra?

-No hay un riesgo real a día de hoy. Aunque hay muchos asteroides en el sistema solar, pensamos que conocemos todos los que son suficientemente grandes. Pero sí hay objetos más pequeños que podrían chocar contra la Tierra y crear daños importantes en alguna ciudad, como ocurrió en la región rusa de Chelyabinsk en 2013, provocando centenares de heridos.

Hábleme de la minería de asteroides. ¿Realidad o ficción?

-Hemos dicho que los asteroides pueden ser un peligro, pero también una oportunidad porque podríamos explotar sus recursos naturales.

¿Es eso posible?

-Te diré que no es imposible. No hay nada en la física que lo impida hacer y, de hecho, hay varias compañías comerciales que están intentando desarrollar la tecnología para poder realizar este tipo de actividades en el futuro. Hoy en día, no tenemos la tecnología necesaria para poder hacer ese aprovechamiento de los materiales de estos asteroides que pasan cerca de la Tierra, pero esa tecnología no está muy lejos de nuestras capacidades actuales. Hablamos de rocas pequeñas que podríamos capturar de forma relativamente sencilla para obtener elementos químicos que en la Tierra son limitados y, por lo tanto, valiosos, como el platino, pero también otros elementos muy raros que se utilizan en electrónica.

¿Se puede decir que los planetas tienen vida y al final mueren?

-Más que vida, tienen una evolución. Un planeta como la Tierra no siempre ha sido como es hoy. Desde que se forman los planetas y el sol, han pasado 4.500 millones de años y eso ha hecho que los planetas hayan ido cambiando. Y un aspecto muy interesante es cómo evoluciona la habitabilidad de la Tierra, continuamente habitada desde que surge la vida, hace 3.000 millones de años; son problemas fascinantes que comparamos con lo que ocurre en otros planetas.

¿Después de explorar el espacio, qué opina de la religión?

-Antes de que surgieran las religiones monoteístas, nuestros antepasados contemplaban los fenómenos de la naturaleza y creían que eran manifestaciones de seres divinos. Luego la ciencia ha ido demostrando que el rayo no es la ira del Dios Zeus. Y hoy en día, en el mundo de la ciencia, hay tanto científicos escépticos que no creen en ningún Dios, que son ateos, como científicos que también son creyentes en sus diferentes culturas. Muchos sí son ateos, pero no veo un conflicto fundamental entre ciencia y religión.

¿En extraterrestres creemos o no?

-Posiblemente, la idea más común en la comunidad científica es que la vida probablemente no es un fenómeno aislado en la Tierra, pero desde el punto de vista de las creencias populares o de los avistamientos de ovnis, la mayoría de científicos piensan que no hay ninguna prueba de una civilización extraterrestre que nos haya visitado. Probablemente la vida sí exista en otros lugares del universo. Estamos investigando esa cuestión desde diferentes perspectivas, pero no pensamos que los ovnis sean manifestaciones de civilizaciones extraterrestres.

¿Podría haber formas de vida semejantes al ser humano?

-Por eso necesitamos encontrar, desde el punto de vista científico, signos de que aparezca vida en otro planeta o no; porque si no, estamos solamente en manos de la especulación. Efectivamente, puede haber civilizaciones globales que hayan modificado su entorno de una forma tan fuerte como hemos hecho nosotros en la Tierra. No lo sabemos. Son preguntas que se tratan de responder.

¿Veremos pronto hitos tan importantes como el viaje a la Luna?

-Incluso cosas más importantes. Si las misiones de exploración espacial que están en la actualidad en la superficie de Marte y las que se prevén que lleguen en el horizonte de 2020, 2021 o 2022 son capaces de encontrar evidencia de vida en la superficie de Marte, ese descubrimiento será automáticamente más importante que la llegada del hombre a la Luna. Revolucionará nuestro conocimiento por completo y formará parte de la historia de la humanidad. Y si es así, es posible que lo veamos en los próximos años.