-De arranque diría que otro de los grandes problemas que estamos viviendo es que la gente que quiere tener hijos no puede cumplir su deseo. El pacto vasco por las familias y por la infancia es determinante. Hasta ahora se han ofrecido muy pocas ayudas para favorecer la natalidad. A este problema, al del déficit demográfico, sí que hemos llegado tardísimo. En nuestra época, avanzar socialmente era fácil. Nuestros padres han vivido un desarrollo industrial que les ha procurado prosperidad. Ahora, en cambio, la cualificación de los niños y niñas va a ser mucho más importante.
¿Cualificación de niños y niñas? Se referirá a jóvenes...
-No, no. Estamos viendo que el problema arranca ya desde los 0 años. Se ha visto claramente que el futuro de una persona se empieza a jugar de los 0 a tres años. Las desigualdades en la infancia marcan de por vida. Haber podido aprovechar las posibilidades educativas es crucial. Si naces en una familia que tiene un capital cultural aumentan exponencialmente las posibilidades de que te vaya bien en la vida. En cambio, si naces en una familia que no sabe ayudarte a hacer los deberes, que no te puede cuidar, que no te lleva a museos y que sufre penurias económicas, las posibilidades de prosperidad se reducen drásticamente. La desigualdad viene marcada por la inversión que se haga con un menor de cero a tres años.
¿La creación del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil en España es un recurso adecuado?
-Nace para poner el foco en esa realidad. Hace falta invertir en los primeros años de vida. Hemos llegado tarde porque hay una desigualdad tremenda en la infancia. Hace falta una implicación del Gobierno a nivel educativo con las haurreskolak. Hace falta gestionar el tiempo libre y la cultura para equiparar las oportunidades.
¿Y cómo es posible que se haya llegado tarde en la atención a uno de los sectores más vulnerables?
-Venimos de un modelo de atención mediterráneo que ha invertido mucho en mayores. Tradicionalmente, hemos pensado que las personas mayores merecen un apoyo constante, mientras que los jóvenes y los niños eran un problema de su familia. El debate de las pensiones, por ejemplo, tiene mucho de eso. Es evidente que las pensiones van a ser cada vez más escasas. Pero aún siendo cierto, si hasta ahora ha habido un colectivo protegido ha sido el de los mayores. El modelo de atención se ha centrado en ellos y nos hemos olvidado de los problemas de la infancia. En este capítulo estamos a años luz de Europa.