Esta semana ha sido, sin duda, alegre, ya que a lo largo de la misma he ido llevando en el autobús a los alumnos de diferentes colegios en su último viaje de vuelta a casa para disfrutar del merecido descanso veraniego que comienza en las aulas tras un largo curso escolar completado mayormente con éxito (pese a alguna calabaza de generoso peso que siempre circula inefablemente por ahí). Y, aunque para ciertos padres esta pausa veraniega pueda suponer una tortuosa temporada al servicio de sus vástagos, no cabe duda de que entre las vacaciones en la playa, las colonias, los campamentos y el pueblo de los abuelos, todo se resuelve siempre con eficaz metodología.
Un grupito de alumnos del San Prudencio retornaba en la casual compañía de uno de sus profesores (también es mala pata) que, incapaz de dejar de martirizar a los escolares, les propuso la resolución de una serie de acertijos lingüísticos para alentar el cerebro y fastidiarles de paso los pronósticos que estaban haciendo sobre el Mundial de Fútbol.
-A ver, chicos -propuso-: Quiero que me digáis una palabra de cinco letras que exprese sorpresa?
-¡Susto! -dijo un chaval-.
-Pasmo -replicó otro-.
-¡Muy bien! -siguió el maestro-. Ahora quiero oír sinónimos de encoger?
Los términos surgieron raudos por boca de los alumnos:
-Menguar?
-Acortar, disminuir?
-¡Nevera! -gritó una niña pelirroja con cara de pícara-.
-¿La nevera es sinónimo de encoger? -dudó el ‘profe’-.
-Claro, ¿no dicen que el frío todo lo encoge?
Hubo un choteo general por los asientos. La chavala pelirroja se ganó la ovación de los compañeros y alguna colleja generosa de admiración. Yo me sonreí y le insinué al profesor que le habían cazado hábilmente.
-Es que usted no sabe como vienen ahora de listos los chavales que acaban de empezar en la ESO.
-Quite, quite -le dije dándomelas de culto-. Verá como les dejo descolocados en su ignorancia -Y les propuse un reto gramatical, que es el campo que dominamos los escritores y articulistas-: ¿A que no sabéis decirme cuál es la palabra más larga del Diccionario de la lengua española? -solté con pedantería-.
-Otorrinolaringólogo?
-Electrocardiograma?
-Esternocleidomastoideo?
-¡No! -reí de manera cómplice mirando al profesor-. La palabra más larga en español es “electroencefalografista”.
-Se equivoca -me corrigió la chica pelirroja de antes-. La palabra más larga de todas es “arroz”.
-¿Arroz? -repetí- Pero, ¿por qué dices semejante majadería?
-Es evidente -me respondió la mocosa de trece años haciendo un guiño de ojo a sus compañeros y dándome de paso una lección de ingenio y humildad-: Es la más larga porque va de la “A” a la “Z”?