Lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersexuales, queer, pansexuales, asexuales y un largo etcétera. El colectivo LGTB se ha ido ampliado y sumando siglas en los últimos años con el objetivo de dar visibilidad a la amplia diversidad afectivo-sexual y de género existente. El próximo jueves se celebra el Día del Orgullo, una fecha para celebrar esta realidad y también para reivindicar una mayor visibilización y una normalización que todavía no se ha alcanzado completamente.
Este año, la transexualidad está centrando las principales demandas. La Federación estatal de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales ha dedicado este 2018 a la Liberación Trans con el objetivo de “lograr la despatologización de las identidades trans”. En esta línea, esta misma semana se lograba un paso importante: la Organización Mundial de la Salud excluía la transexualidad de su lista de trastornos mentales. “En 1990 la OMS despatologizó la homosexualidad, y con ella, la bisexualidad. Ahora, casi 28 años después, por fin ha llegado el momento en el que las personas trans dejamos de ser consideradas enfermas mentales. Hoy empieza la reparación de la ignominia que han supuesto las terapias de conversión, las esterilizaciones y todas las vejaciones a las que daba cobertura la patologización”, valoraba Mané Fernández, vicepresidente de FELGTB.
“Será la primera vez que salgamos a la calle sin que ninguna persona de nuestro colectivo sea considerada enferma”, apuntaba, por su parte, Uge Sangil, presidenta de la federación. Conquistando la igualdad, TRANSformando la sociedad será el lema de la pancarta que encabezará la manifestación del Orgullo LGTB el próximo 7 de julio en Madrid. Izaro Antxia, mujer transexual, Aratz Castro, gay, y Teresa Castro, lesbiana, coinciden en su diagnóstico para alcanzar esta meta: la educación.
“Siempre hemos querido que se nos deje de considerar como gente enferma”, apunta Izaro Antxia. “Las personas transexuales buscamos los mismos derechos que el resto de las personas del colectivo, pero tenemos una particularidad, que necesitamos un cambio de documentación y queremos que ese cambio de documentación se haga respetando la dignidad de las personas. No voy a decir que el hecho de que tengas que llevar un informe psicológico sea malo, pero sí va en contra de que no se nos considere enfermos mentales”, explica Antxia. Actualmente, están en trámite parlamentario el proyecto de Ley de Igualdad LGTB y la reforma de la ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas para que puedan modificar su nombre en el Registro Civil sin necesidad de informe médico.
Antxia ha sido la primera mujer transexual en disputar un partido de fútbol sala oficial a nivel estatal, ha pasado por diferentes equipos a lo largo de sus más de diez años de competición en diferentes disciplinas -fútbol sala, fútbol, atletismo- y hoy participará el trialtón de la mujer en Donostia; será el tercero que complete este año. Además, ha realizado otros seis duatlones. Su experiencia en el deporte “no ha distado mucho de la experiencia de cualquier persona, no puedo decir que haya tenido ningún problema por mi condición”, aclara. Y asegura: “Esta superioridad famosa que dicen yo no la veo porque tengo una colección envidiable de últimos puestos”, se ríe. Antxia habla con ilusión de su próximo proyecto deportivo: “El año que viene he decidido hacer un cambio total, me voy a jugar a fútbol a mi pueblo con las Panteras de Guriezo, he estado entrenando con ellas y he disfrutado cada día”, explica con una enorme sonrisa.
Antxia comenzó su proceso de cambio de sexo hace cuatro años, con 33. “Hay un proceso interno que depende de muchos factores, entre ellos la época en la que has nacido”, asegura. Ella lo hizo a principios de los años 80, “cuando no había ninguna información al respecto”. “Sabía que algo no cuadraba, veía a los compañeros de clase por un lado y a las compañeras por otro y sentía que no encajaba donde me habían puesto. Te sientes rara hasta que empiezas a recibir información por otras fuentes y a darle vueltas a la cabeza”, rememora. “Y llega el momento en el que se afianza lo que te está pasando, que es cuando tu cuerpo empieza a cambiar y sientes un rechazo total. En mi caso, lo pasé realmente mal, teniendo incluso ganas de mutilarme los genitales, no soportaba nada de lo que le ocurría a mi cuerpo, sin embargo, decidí negarme lo que me estaba pasando. Influye mucho también el hecho de haber sufrido bullying cuando era pequeña. Y eso derivó en que estuviera muchos años negándome a mí misma”, explica.
Sin embargo, desde que dio el paso se siente feliz y ahora asesora a otras personas transexuales que se acercan a Gehitu en busca de consejo. “Hay gente que simplemente necesita hablar”, señala. “Los niños y las niñas aprenden mucho en los colegios a base de charlas, de que puedan tener una compañera o un compañero trans, pero al final eso es visibilidad, no educación”, considera. “La educación se hace cambiando currículums escolares, trabajando con la formación de profesores, los colegios, que sea una educación integral, que esa visibilidad que tenemos en la escuela también se dé en los textos, en la universidad”, cuestiona.
Antxia considera que “hay que romper con la educación que se nos da, yo no lucho para que haya más cajoncitos donde meterme, sino para que no haya cajones, que el género se rompa de una vez”, aboga.
A pesar de las luchas comunes de las personas LGTB, cada una de las siglas que conforman el colectivo tienen también su particularidades. “Creo que, en el caso de las personas gays, contamos con ciertas ventajas respecto a otras personas del colectivo, pero también creo que no es lo mismo ser una persona con pluma que una persona sin pluma, por ejemplo. Yogurinha Borova ha sacado una canción que se llama plumofobia y es muy acertada. Creo que dentro del propio colectivo hay que hacer una reflexión y una autocrítica”, señala el secretario de la organización Ortzadar LGTB.
Castro habla también de diversidad más allá de las siglas. “Somos diversos en cuanto a las letras, pero también lo somos por los rasgos físicos, nuestra cultura, la raza, la discapacidad. Por ejemplo, las personas discapacitadas LGTB seguramente tengan unas necesidades particulares; ahí hay un trabajo por hacer”, señala. Ortzadar LGTB centra su actividad en tres ejes: formación e investigación; cultura y ocio, y visibilización y sensibilización. Y ha puesto en marcha la revista Anitza de investigación interdisciplinar sobre estudios de igualdad y diversidad LGBTI.
Castro considera que además de los centros educativos y la familia, los medios de comunicación tienen un papel fundamental a la hora de educar a la sociedad. “Así como con la violencia de género hay un compromiso de los medios, con los temas LGTB también se deberían de acordar ciertas reglas, por ejemplo, cómo tiene que ser el lenguaje, que sea inclusivo, cómo tratar los casos de violencia intragénero, las agresiones homófobas, el tema de la prostitución”, sugiere.
Teresa Castro es la autora de las Historietas de Ana, una mujer lesbiana que se enfrenta con mucho humor a la vida, a pesar de que no siempre le pasen cosas buenas. El personaje fue creado hace casi cinco años y su autora acaba de publicar el volumen LSB, Ana El Lesbocomic gracias a la campaña META de matchfounding de la Diputación Foral de Gipuzkoa. “El objetivo de Ana es visibilizar una realidad y visibilizarla de una manera positiva”, explica Castro, quien considera que las mujeres lesbianas tienen “mala prensa”. “¿Quién no ha presumido de tener un amigo gay? Porque los amigos gays molan mogollón, son metrosexuales, se cuidan, son guapos. Sin embargo, las mujeres lesbianas somos feas, somos sucias, somos dejadas, no nos cuidamos, somos lesbianas porque no nos ha querido ningún hombre”, señala.
Castro reconoce que la representación de las lesbianas en la ficción ha mejorado en los últimos años, “ya no somos la asesina, ahora somos la detective”, se ríe. “Ahora mismo hay series o películas que muestran a personajes lésbicos cuyo leitmotiv no es ser lesbiana, sino que son policías, detectives, abogadas a quienes les suceden cosas y, además, se enamoran de otras mujeres. Eso es positivo, nos representan un poquito mejor, pero todavía queda muchísimo”, apunta Castro.
Para la presidenta de Gehitu, faltan referentes públicos. “Los referentes lo son todo y yo he creído sin ellos, mi generación no sabía ni lo que era ser lesbiana. Es fundamental que las personas que tienen una cierta presencia en nuestra sociedad se muestren, se identifiquen, lo vivan con normalidad, pero, al final, eso es entrar en la privacidad y cada persona es libre de hacer lo que quiera con ella. Lo que es una pena es que no tengamos todas esa conciencia”, valora.
Castro coincide en apuntar que las mujeres van todavía varios pasos por detrás con respecto a los hombres gays en el camino de la visibilización. “Al final no tenemos que olvidar que somos mujeres y como mujeres siempre hemos estado relegadas a lo privado, con lo cual nuestra manera de salir al mundo no tiene nada que ver con la de nuestros compañeros gays, que nos sacan mucha ventaja. Como hombres han sido educados desde pequeños para salir al mundo, nosotras hemos sido educadas para quedarnos en casa”, analiza la presidenta de Gehitu.
Sin embargo, percibe cómo “la colectividad de mujeres estamos tomando una conciencia que antes no teníamos, nuestra conciencia está en crecimiento”. “Tenemos que salir a la calle, tenemos que dar un paso más, no estar detrás de nuestros compañeros hombres, identificarnos como mujeres y como lesbianas y dar pasos en ese camino. Hasta ahora la voz cantante en el colectivo la han llevado los hombres gays, porque también son mayoría en el colectivo, esperemos que la conciencia feminista de nuestra sociedad nos dé un empujoncito”, anhela. Castro considera que hace falta más visibilización y, sobre todo, educación. “No hay que tener tanto miedo al diferente”, concluye.