Muchos llegaron siendo muy jóvenes, incluso con 14 años; y otros ya pasados los 20, después de pasar por Formación Profesional (FP). Recuerdan que en Mondragon no había el “típico ambiente universitario”, sino que era “trabajo, trabajo y trabajo”. Y es que a las horas de estudio, había que sumar la media jornada de trabajo que todos realizaban en una empresa del Grupo Mondragon. Una labor que ahora agradecen ya que les abrió camino en su ámbito profesional, les ayudó a saber lo que era trabajar y, a su vez, les motivó para seguir estudiando.
El primero en comenzar su andadura universitaria en Arrasate fue José Luis Uribarren, actual director de Negocio de Útiles de Control de Ekide. Comenzó con solo 14 años, en 1974, cursando una oficialía y maestría en Electrónica, para más tarde realizar la carrera de Ingeniería Microelectrónica. Uribarren compaginó sus estudios con su trabajo en Alecop, una empresa que da trabajo a los alumnos de MU. Cuando terminó la Ingeniería, le propusieron hacer un proyecto para crear una nueva empresa en Saiolan, así que no finalizó su etapa en esta escuela hasta 1998.
“Es inevitable que MU me haya marcado la vida después de pasar 20 años allí” afirma Uribarren quien, de todo lo que aprendió, se queda con “las ganas de trabajar” que inculcan en la escuela. Aún mantiene una “estrechísima relación” con MU porque sigue siendo socio de la escuela y contrata en su empresa a ingenieros que salen de este centro. Uribarren considera que solo los estudios “no permiten ver un montón de cosas” que se aprenden trabajando. Por eso la educación dual que imparte MU fue fundamental para él y para los otros cinco empresarios.
Estudiar y trabajar Todos destacan la dualidad del estudio y del trabajo como el buque insignia de esta universidad. “No tengo ninguna duda de que toda la formación universitaria debería ir por ahí. No solo vas adquiriendo una experiencia laboral, sino que la formación coge bastante más sentido, sobre todo en carreras técnicas, es imprescindible”, apunta el presidente de Laboral Kutxa, Txomin García, que se incorporó a esta universidad en 1978, cuando solo había dos titulaciones: Diseño de Máquina, que fue la que escogió, y Electrónica.
De aquellos años recuerda “el entorno de innovación, de creatividad que se producía en aquel momento en la escuela”. “Había mucho dinamismo en las cooperativas y la formación tenía un componente de aplicación muy fuerte”, destaca. Prácticamente todo el que estudiaba en MU, compartía media jornada de trabajo en las cooperativas del grupo, en el entorno de Debagoiena.
“No estábamos trabajando de panaderos, estábamos trabajando de lo nuestro, en el entorno en el que probablemente se iba a desarrollar nuestra actividad profesional. Para mí fue clave. Era muy motivador. Estabas estudiando y aplicando tus conocimientos”, rememora García, que toda su vida ha estado ligado al mundo cooperativo, incluso antes de llegar a la universidad. Su experiencia en este ámbito le lleva a asegurar que “hay negocios que no habrían salido adelante” sin la aportación de MU, puesto que la escuela “ha sido un pilar clave en el desarrollo de las cooperativas”.
De alumno a profesor A José Miguel Lazkanotegi, director de Innovación Tecnológica de Orona y que también ostentó la presidencia de esta empresa durante ocho años, MU le marcó como estudiante, y también como profesor. Entró en la universidad en 1984 a realizar la carrera de Ingeniería Electrónica y, cuando terminó los estudios, fue contratado como profesor. “Hice cuatro años de estudiante y seis de profesor. Era un profesor muy jovencito, fue una experiencia bastante buena, tengo muy buenos recuerdos de aquella época”, afirma.
Lazkanotegi recuerda cómo fue salir de casa para ir a la universidad, donde le costaba entenderse en euskera con gente que venía de Mutriku o Mendaro. “Entras en contacto con gente diferente y tienes la oportunidad de trabajar, de tener ese contacto laboral que te marca”, afirma, al tiempo que insiste en que precisamente esa inmersión en la empresa es una “de las experiencias remarcables del modelo que tiene Mondragon. Hoy se habla de la educación dual y esto ya se practicaba en Mondragon Unibertsitatea desde hace muchísimos años”.
Después de su experiencia en la Cooperativa Mondragon, Lazkanotegi quería regresar más cerca de su hogar en Bera de Bidasoa, y tuvo la oportunidad de conocer otras cooperativas, entre ellas Orona, en la que trabaja desde 1995. Sin embargo, nunca se ha desvinculado de la Escuela Politécnica, de la que sigue siendo socio “para mantener ese lazo”.
Quien también fue estudiante y profesor -y ahora es decano de la Facultad de Ingeniería- es Carlos García, que llegó a Mondragon en 1987 atraído por “el proyecto social” que suponía el cooperativismo. “Un compañero me habló de Mondragon, yo tenía inquietudes sociales y me vine a estudiar aquí”.
En Arrasate pronto se dio cuenta de que había que trabajar “mogollón”. “Aquí vine a machacar. Había una relación entre esfuerzo y recompensa clara” señala García, que trabajó desde el segundo curso y, tras finalizar la carrera siguió en la universidad en calidad de profesor. “Dar clases te engancha mucho”, asegura.
Unido al espíritu de Mondragon siempre ha estado Txomin Nieva, director de Desarrollo de Producto en CAF Power&Automotion, que lleva trabajando en CAF desde 2004. Llegó a la universidad en 1992 y terminó en 1997, ya que fue la segunda promoción que realizó la carrera superior en Ingeniería Automática y Electrónica.
De MU, uno de los aspectos que más valora es “la orientación basada en la industria, buscando formar a los alumnos de cara a dar respuesta a las necesidades que tiene la industria y que tengan una buena incorporación en el mercado laboral”. Mientras cursaba la carrera, Nieva trabajó en Alecop, lo que le permitió financiarse los estudios y su vida en Arrasate. Este guipuzcoano recuerda el “filtro” que había el primer año cuando mucha gente acababa abandonando. “Había mucha gente que se quedaba en el primer o segundo curso. Era muy selectivo. Al principio eran asignaturas como Cálculo, Física y Química. Además, yo venía de FP y para nosotros era especialmente complicado” rememora, al tiempo que recuerda las pruebas de acceso, que “eran muy duras”.
Sonia Ortubai, gerente de Abantail, una de las pocas mujeres por no decir la única en la universidad allá por 1985, recuerda que el primer año se producía “una auténtica criba”. “Entrábamos un montón y con las asignaturas de Física y Cálculo nos pegaban un golpe que nos dejaban en la mitad”, enfatiza. Quién no recuerda a Julián Elorza, el “peculiar” profesor de Cálculo que les marcó a casi todos los que pasaron por su clase.
La única mujer Ortubai realizó el Bachillerato Técnico en la Escuela Profesional Politécnica, un híbrido entre el Bachillerato y la Formación Profesional, y de ahí pasó directa a Ingeniería Técnica Mecánica, en la especialidad de Diseño y Construcción de Maquinaria. “Una ingeniería de hombres”, cataloga.
La actual gerente de Abantail recuerda que en el primer curso de Ingeniería, solo un 2% eran mujeres. “Al final terminé sola, siendo la única mujer de clase”. No tiene “ningún recuerdo” de discriminación por ser mujer, aunque sí era consciente de que estaba en “un mundo masculino, todo el enfoque era desde el punto de vista del hombre”. “En el mundo laboral sí he llegado a sentir la discriminación por sexo, pero en mi vida estudiantil no”.
Ortubai empezó a trabajar durante su tercer curso en Iraunkor, donde fue profesora de sistemas CAD e impartía clases a personas que trabajaban en empresas y necesitaban reciclarse. Toda su experiencia profesional la ha realizado dentro de la Cooperativa Mondragon. “La universidad me dio una cultura general muy fuerte, en procesos, en tecnologías, en técnicas, que me ha valido para no acobardarme ante nuevos retos”, defiende.
Mondragon Unibertsitatea fue un lugar donde estos empresarios aprendieron mucho, pero donde también trabajaron mucho. “Era un entorno en el que no había demasiado ambiente universitario, sino que era un ambiente muy de trabajo”, afirma Javier Coloma, CEO de Ingeteam, que empezó Ingeniería Técnica de Microprocesadores en 1986 y terminó en 1990. Durante la carrera, trabajó en Ikerlan, lo que supuso “un cambio duro”, “un esfuerzo muy grande” al compaginar trabajo y estudio. Desde Ikerlan trabajó en varios proyectos en Ingeteam, donde finalmente fue contratado y donde ejerce actualmente como CEO.
“En Mondragon acabas entendiendo muy bien que hay que esforzarse mucho. Cuando luego llegas a trabajar, ya no te encuentras con una sorpresa o con que las cosas no son como habías pensado. Ya llevas una idea bastante clara de a qué te vas a dedicar”, afirma Coloma quien guarda “muy buenos recuerdos” de aquellos años y de aquella universidad, que ya cumple 75 años y que se ha convertido en todo un referente.