Bilbao - El fuerte aumento registrado de hasta un 240% en la llegada de menores extranjeros no acompañados (MENAs) durante los últimos meses ha hecho saltar las alarmas de las organizaciones de acción social, de las instituciones y hasta de la Fiscalía General del Estado, preocupados por la falta de medios para su acogida. Esta peculiar inmigración de menores de edad que llegan a Euskadi -y a otras comunidades autónomas- sin ninguna tutela familiar no es nueva, pero tras unos años en los que se redujo de manera significativa, ahora se ha reactivado y los recursos establecidos para atenderles apenas son suficientes. Según Ignacio Fariña, coordinador de intervención social de Peñascal Cooperativa, miembro de la junta directiva de Harresiak Apurtuz y de la Comisión de Jóvenes Extranjeros, este repunte en la llegada de menores “nos pilla mal”, porque en años pasados se desactivaron algunos recursos y porque coincide con un cambio en los esquemas de intervención dirigidos a ellos.
¿Es cierto que en estos momentos están llegando muchos menores no acompañados?, ¿se ha notado un repunte respecto a años anteriores?
-Muchísimo. Desde enero ya veníamos avisando de que notamos un aumento bastante grande, no solo de menores, sino en general de personas que se acercan a las entidades que formamos Harresiak Apurtuz para demandar formación o recursos. Además, en los centros de menores vemos que llegan más chicos con necesidades muy grandes, con una gran exclusión, porque llegan aquí sin ninguna referencia. Los jóvenes sin ningún tipo de amparo o de referencia constituyen un tipo de inmigración que recibimos mucho.
¿Se sabe cuántos jóvenes han llegado solos a Euskadi?
-No tengo los datos, pero sí se que hasta el pasado mes de agosto habían llegado el doble que el año anterior y esa tendencia se mantiene. Hay varias entidades que estamos muy preocupadas por esto, incluso hemos hecho un documento para trabajar conjuntamente, ya que desde las instituciones solo pueden dar soluciones parciales y consideramos que desde la sociedad civil también tendremos que responder de alguna forma si no queremos ver en nuestras ciudades a chavales durmiendo en la calle o situaciones de desamparo, de hambre.
¿Hay alarma?
-La previsión es que no vamos a dar abasto para atender a todas estas personas y estamos un poco asustados. Desde comienzos de año, cuando junto con el servicio de Atención a la Infancia detectamos que estaban viniendo muchos menores no acompañados y que venían a quedarse -que no estaban en tránsito hacia el norte de Europa como ocurría en épocas anteriores-, advertimos de la necesidad de soluciones, pero la verdad es que hemos notado poca capacidad de maniobra.
¿La mayoría son de Marruecos?
-Generalmente son magrebíes pero del área subsahariana también están viniendo bastantes. Vemos un repunte general de todas las edades y de los dos sexos. Y eso es algo nuevo porque antes no recibíamos inmigración juvenil femenina. En nuestros muchos años de experiencia con menores apenas conocíamos casos de chicas en torno a los 18 años, pero ahora nos hemos encontrando con varios casos. Hace poco han llegado tres jóvenes magrebíes, que son mayores de 18 pero por muy poco. Dos de ellas han estado tuteladas en Ceuta como menores y la otra ha venido directamente desde Tánger.
¿De qué otros países proceden los menores que llegan ahora?
-De Ghana, Senegal, de Costa de Marfil están viniendo también unos cuantos, de Camerún...
¿Sus características son similares a las de los magrebíes?
-Sí, básicamente son similares pero estos jóvenes subsaharianos han pasado por un proceso migratorio muy lago, de un año o dos, y muy duro. Han hecho tramos a pie, han cruzado varios países... lo que han pasado hasta llegar a la frontera de Marruecos es muy duro.
¿Y su nivel de adaptación a la sociedad vasca también es similar?
-Yo diría que les cuesta menos y tienen más facilidad que los chicos marroquíes para aprender el idioma. Eso quizás se debe a que son menos y mientras los chicos marroquíes forman grupos entre ellos y les cuesta abrirse o mezclarse, con lo que hablan menos castellano, los subsaharianos no, y por eso aprenden más rápido.
¿Cuáles son los motivos que impulsan a estos chicos a emigrar solos?
-La razón por la que vienen es la falta de oportunidades en su país. Es lo que he detectado y lo que les atrae. El otro día, cenando con cuatro jóvenes que ya llevan tiempo aquí, que han hecho con nosotros el proceso de formación e integración y que ahora viven en un piso, me explicaban que lo que les atraía de Euskadi es la protección que damos a la gente. Me decían que en Marruecos si una mujer se queda viuda o su marido la repudia, perfectamente se puede quedar en la calle, no hay nadie que la atienda, que la acoja, se convierte en una paria y no tiene acceso ni a la comida. Aquí eso no pasa y ellos lo ven como una gran fortaleza de nuestra sociedad.
Pero llama la atención que vengan, sobre todo, jóvenes de Marruecos, que está comparativamente mejor que otros muchos países de África. Se comprende que desde el Magreb emigren adultos para buscar trabajo, pero no adolescentes.
-Eso se explica por la globalización y porque ahora los jóvenes de esos países tienen imágenes e información de lo que pasa al otro lado del Mediterráneo.
¿Las personas y organizaciones que trabajan para la inserción de los menores extranjeros no acompañados son conscientes de que la sociedad vasca no tiene, en general, buena opinión de ellos?
-Lo primero que hay que decir de ellos es que antes que inmigrantes o no, son adolescentes y todos tenemos algún ejemplo cercano de lo que son los adolescentes en Euskadi. Ellos no son muy diferentes. Lo que sí notamos, y esa puede ser la única diferencia, es que no tienen una referencia adulta cercana. Los adolescentes de aquí pueden estar enfadados con sus padres, su familia, sus profesores... pero ahí tienen una referencia, hay alguien que de vez en cuando les da un toquecito de atención. Con los menores extranjeros vemos que muchas veces esa referencia adulta falta o es escasa. Aquí los profesores suelen ser muy próximos a los alumnos, pero no es lo mismo, pasamos horas con ellos pero luego van a la calle y el resto del día y los fines de semana los pasan en grupos de adolescentes.
¿Hay resultados medibles de todo el trabajo de acogimiento y formación que se hace con estos chavales en los centros?
-No somos muy amigos de estadísticas pero nos gusta seguir el proceso de cada uno y también nos cuestionamos algunos datos, como los que están trabajando pero solo tienen un contrato de tres meses y ya sabes que dentro de un tiempo van a volver a necesitar un curso. La realidad es que la gente que viene de fuera, los chicos y chicas extranjeros están muy motivados hacia el empleo. Su objetivo primordial es conseguir una formación que les permita trabajar, por el empleo mismo, por la capacidad que eso les da de ser autónomos, de tener una vida propia, pero también como elemento práctico, porque una de las vías de regularización es una oferta de empleo. Por esos motivos ellos están volcados en aprender rápido.
Esta es una faceta de los MENAs que no se suele ver.
-Aquí tenemos una experiencia de muchos años con estos chicos y su objetivo prioritario es trabajar y dignificar con ese trabajo no solo su propio proyecto de vida, sino también la vida de su gente, de sus familias en sus países de origen.
¿Eso significa que vienen con conocimiento de sus familias y que cuando pueden envían dinero?
-Sí, y notamos que tienen una gran carga con ese tema. Cuando un familiar enferma en su país se les nota muy afectados, dicen que no saben qué hacer, muchos de ellos querrían ir, pero no pueden viajar a Marruecos hasta que pasen tres años porque su situación administrativa no les permitiría volver y se preocupan. Además desde los países de origen les demandan que trabajen, que ayuden. Están muy tensionados y vienen con un objetivo muy claro.
¿Cambia mucho la situación cuando cumplen 18 años?
-A nivel personal no hay mucha diferencia entre tener 17 o 18 años, pero para los extranjeros sin familia alcanzar la mayoría de edad cambia todo radicalmente porque la Diputación deja de ejercer la tutela sobre ellos. Los que están en centros de menores salen del centro y si tienen menos de nueve meses de estancia como menor no tienen acceso a un permiso de residencia. Es verdad que hay programas que favorecen la emancipación a partir de los 18, pero los más importantes se basan en unas cifras de llegada muy inferiores a las que está habiendo ahora, por lo que muchos se quedan fuera. El más importante es Hemen, que está dirigido a los jóvenes que salen del ámbito de la protección de menores y busca mantener su itinerario formativo y de inserción.
¿Es verdad que en Euskadi se da más y mejor atención a los menores no acompañados que en otras comunidades autónomas?
-No conozco otras comunidades pero la realidad es que vienen aquí y los que han estado en otras comunidades al alcanzar la mayoría de edad también vienen para aquí. Tenemos chicos que han estado tutelados en centros de menores de Ceuta, Melilla y otros sitios y en cuanto han cumplido la mayoría de edad se han venido. Yo creo que aquí se están haciendo bien las cosas. ¿Que quieres trabajar aquí? Pues te formas y aprendes el idioma. Es un modelo de trabajo bastante más interesante que tenerlos recluidos y al cumplir 18 años echarlos a la calle sin ninguna formación.