“Es un proceso complicado, muy largo y profundamente doloroso. Dolor que nunca hubieses imaginado, dolor en el corazón, pero un dolor físico que te quita el aliento literalmente. Nada importa, comer, dormir, solo protegerla, ofrecerle toda la seguridad que necesita, la confianza, la rutina. Aunque tu mundo se haya vuelto un caos te levantas, por ella. Te dicen que te recuperarás, incluso que volverás a enamorarte, solo sabes que nunca volverás a ser la misma. La revelación del abuso sexual a tu hija rompió algo dentro de ti que no volverá a pegarse jamás”. Este es el relato de una madre cuya hija sufrió abusos sexuales continuados por parte de su padre, difundido el pasado miércoles en las jornadas Rompiendo el silencio de la violencia sexual contra la infancia, celebradas en la UPV/EHU.

Miedo, culpa, vergüenza. Son sentimientos comunes en las víctimas de abusos sexuales en la infancia. Sentimientos que el menor tiene que sufrir en silencio porque todavía es un tema tabú. De hecho, solo sale a la luz uno de cada diez casos. Culpa también la que sienten las madres, como expresa la mujer del relato: “No puedo evitar pensar que fui yo quien metió al monstruo en casa”. En el 90% de los casos la agresión es cometida por un familiar o persona del entorno cercano de la víctima. Los abusos tampoco suelen ser algo puntual; la duración media es de 4 años. Además, hay que tener en cuenta que solo el 2% de las agresiones intrafamiliares se conocen cuando están sucediendo.

Según un estudio del Consejo de Europa, uno de cada cinco europeos ha sufrido o sufre abusos sexuales en la infancia. En el caso de las personas con discapacidad, la cifra asciende a seis de cada diez. “Los agresores no están locos, no se trata tampoco de casos puntuales. Es algo meditado y planeado, son auténticos manipuladores”, explicaba Maitane Urizar, miembro de Gure Sarea Elkartea.

“No existe un perfil concreto, existen tantos como pederastas. Sí existe el pederasta perfecto; en realidad todos lo son porque nadie cree en su existencia, porque como la sociedad cree que no existen o que son una excepción pasan totalmente desapercibidos. Son auténticos camaleones, capaces de engañar a su entorno más íntimo y familiar, a los amigos y al entorno laboral. Son auténticos manipuladores” coincide Maite Sánchez, trabajadora social e integrante también de Gure Sarea Elkartea.

“La mayoría de los casos ocurren en el seno familiar, en las escuelas y las iglesias. Dentro de instituciones que tienen que proteger a la infancia. Los abusadores están en todas las clases sociales y profesiones. Tenemos que aceptar que el abuso sexual en la infancia está presente en todos los ámbitos. Podemos seguir mirando para otro lado o podemos empezar a poner medios para enfrentarnos a esta realidad y cambiarla; porque la infancia necesita protección urgente”, advirtió Sánchez. Según expuso Urizar, en casi la mitad de los casos de abuso (49%), las víctimas tenían entre 6 y 11 años; en el 28% tenían entre 11 y 18 años y en el 23%, entre 0 y 5 años.

Falta formación “En el año 94, Vicki nos explicó a un grupo de amigos que ella había padecido abusos desde los 9 a los 17 años por una persona de su entorno de confianza. Y lo explicó a los 34 años. El caso de Vicki resume la mayoría: el abuso sexual pasa en el entorno de confianza, ocurre y dura mucho tiempo y normalmente se explica muy tarde”, describía Pilar Polo, de la Fundación Vicki Bernadet. “La confianza queda muy dañada en las personas que han sufrido abusos sexuales. Son personas de difícil trato precisamente por esa desconfianza. Y esto hace que se queden muy solas, que tengan poca red social. Hay sentimientos de culpa, hay problemas en el trastorno alimentario; por ejemplo el 33% de las mujeres con bulimia han padecido abuso”, señaló Polo.

Las ponentes coincidieron en que uno de los principales problemas es la falta de formación entre los profesionales que trabajan con la infancia “que nos lleva a no reconocer los indicadores para detectar el abuso, a mantener concepciones erróneas y a minimizar las consecuencia”, señalaba Sánchez. En este sentido, dejó claro que “el mito de que la infancia miente es falso; no pueden fantasear sobre algo que está fuera de su campo de experiencia, de hecho, tienden más a negar los hechos”.

Asimismo, denunciaron, no ayuda la normalización del abuso en la sociedad a través de la hipersexualización de la infancia y la infantilización de la mujer. “Es la cultura de la pederastia”, explicaron. Música, literatura... y campañas publicitarias con niñas hipersexualizadas como protagonistas y mujeres vestidas de “colegialas” como reclamo.